Año: 2017. Escrita y
dirigida por: Derek Ciamfrance. Basada en: la novela homónima de M. L. Stedman
publicada en 2012. Música: Alexandre Desplat. Intérpretes: Michael Fassbender (“12
años de esclavitud”), Alicia Vikander (“Ex Machina”), Rachel Weisz (“Enemigo a
las puertas”), Bryan Brown (la serie “El pájaro espino”), Jack Thompson (“Medianoche
en el jardín del bien y del mal”). Presupuesto: 20 millones de dólares. Recaudación:
23,5 millones (hasta la fecha).
Sinopsis: tras
combatir en la I Guerra Mundial, Tom encuentra un trabajo como farero de una
pequeña localidad donde se enamora de Isabel, joven impetuosa con quien acabará
casándose. Sin embargo, sus esperanzas de formar una familia se verán en
peligro ante dos abortos de su esposa, lo que sume a ésta en un estado mental
inestable, al borde de la locura. Su suerte parecerá cambiar cuando un día
descubren un bote con un bebé y un hombre muerto dentro. El matrimonio decidirá
entonces hacerse cargo del recién nacido como si fuese suyo, pero años después
descubrirán a Hannah, su verdadera madre, quien no tardará en atar cabos.
Crítica: a lo
largo de su todavía corta carrera, hay un esfuerzo patente de Ciamfrance por
avanzar en sus propuestas, pero siempre manteniendo su esencia. A la
prácticamente independiente (no sólo por medios) “Blue Valentine” le siguió “Cruce
de caminos”, cinta que era un tanto más ambiciosa sobre todo en su guión pero
que seguía jugando con las elipsis y el melodrama clásico. “La luz entre los
océanos” vendría a ser algo así como el “doctorado” del realizador, un
ejercicio de estilo muy académico que no obstante sigue ahondando en sus
obsesiones, como el desértico paisaje interior de su protagonista masculino, un
Fassbender que hace aquí un trasunto de Ryan Gosling (hasta la fecha, el actor
fetiche del director). No obstante, la acogida del film ha sido más bien fría y
discreta, con algunas críticas que la señalan como una especie de “melodrama de
sobremesa con ínfulas”, algo a lo que me opongo tajantemente. Parece ser que en
esto de hacer cine es muy fácil recibir palmaditas cuando no molestas a nadie,
pero en cuanto tu presupuesto pasa a ser de dos dígitos (en millones de
dólares, se entiende)… entonces la cosa cambia y no tardan en hacer saber que
te estás saliendo de tu parcela. Es cierto, en cualquier caso, que hay algunos
puntos comunes con esos telefilms que las privadas programan durante las
siestas dominicales, todos ellos plagados de niños robados, crímenes por
desamor y etc., pero igualar dichos pastiches a la cinta que nos ocupa es como
comparar una hamburguesa del McDonald´s con un “filet mignon”. Podríamos decir
que la velocidad narrativa de “La luz…” es particularmente inestable, con un
comienzo algo lento y un par de saltos temporales precipitados después, pero lo
cierto es que los conflictos ético-morales por los que pasan sus protagonistas
en determinado momento no tendrían ningún sentido sin haber establecido las
bases de su relación. Esto es: la película, en sí misma, es una historia de
amor entre los roles de Fassbender y Vikander. Y todo lo demás, para
Ciamfrance, importa poco o, si lo prefieren, importa menos. Puede que con esto
el resultado final se resienta y lo que nos quede sea un drama romántico sin
trasfondo, pero desde luego es una historia de amor que merece la pena verse.
Resumiendo: al
final, la reseña de cualquier producto de entretenimiento (véase películas,
libros, series de televisión, videojuegos y demás) se sintetiza en una pregunta
muy redundante: “¿Te ha entretenido?”. Le puedes dar las vueltas que quieras y
valorar todos sus aspectos artísticos y técnicos, pero si un film (para lo que
nos toca) te hace sestear durante su visionado… será un bodrio. Y viceversa, en
caso de que te mantenga en vilo hasta la salida de los títulos de crédito. Afortunadamente,
“La luz entre los océanos” me pareció de estas últimas y, aunque entiendo que
haya muchos a los que no les haya entusiasmado igual, creo que al final todo es
una cuestión de gustos. Si te gustaron los dos films precedentes de Ciamfrance,
desde luego, no te decepcionará.
Memorable: la
actuación de Vikander. En ocasiones la amas, en otros la compadeces, y casi al
final del a cinta la quieres matar… hasta que finalmente te reconcilias con
ella. Todo eso en menos de dos horas.
Mejorable: aunque
se entiende que en esta ocasión el realizador quisiera proponer una narrativa
más clásica y huir un tanto de sus anteriores trabajos, quizás sus
características elipsis habrían tenido más sentido aquí, por tanto en cuanto
las dos líneas de sinopsis sobre la trama ya te anticipan lo que en el metraje tarda
en suceder más de una hora.
Parafraseando:
sí, puede que sea una de esas epístolas con la que los adolescentes adornan sus
carpetas, pero a estas alturas de mi vida, la verdad es que me parece una
afirmación por la que todos deberíamos desenvolvernos: “Sólo tengo que perdonar una vez.
El rencor por el contrario me ocupa todos los días”.
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