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lunes, 30 de enero de 2017

Crítica de "MARIAH CAREY: #1 to infinity" (2015)


Información general: reseña de “#1 to Infinity”, tercer álbum de grandes éxitos en la carrera de Mariah Carey, publicado en mayo de 2015 por Sony Music Entertainment como promoción de la residencia de la solista en el Coliseum del Caesars Palace de Las Vegas, incluyendo los 18 números uno de la cantante en Estados Unidos y el single “Infinity”. El disco debutó en el puesto 29 del Billboard y vendió 15.000 copias en su primera semana. En algunos países, fueron añadidos cortes como “Endless love” con Luther Vandross o “Against All Odds” con Westlife, que en USA no llegaron a lo más alto de las listas.

Crítica: con Celine Dion ausentándose para cuidar se u marido enfermo, la maquinaria del dinero tiene que seguir girando y ahí está la Carey quien, para ser honestos, se merece mucho más el puesto que la canadiense. No en vano, es la segunda artista por detrás de The Beatles con más sencillos en el pódium y, si miramos detrás de ella, sólo Rihanna, con 13, podría llegar a igualarla en el futuro. Y es que, hace unas semanas hablábamos de la “imitadora” de la Carey, la estrella emergente Ariana Grande (ver crítica). Y claro, las comparaciones son odiosas. Mariah es leyenda viva del pop y, a pesar de que a sus 46 años no puede llegar a esas notas altísimas que la hicieron popular sin tener que tirar de los coros, también es cierto que su legado habla por sí sólo y nadie duda ya que en el terreno de las baladas r&b no tiene rival. Solamente hay que escuchar las quemadísimas “Hero” o “My All” para darse cuenta. No obstante, creo que éste álbum le hace más mal que bien a la imagen de la diva. “#1 to Infinity” no deja de ser un remedo de aquel grandes éxitos de 1998, donde ya había conseguido 13 de los 18 números uno que atesora el recopilatorio. De entonces hasta la fecha, “sólo” cinco más, y el último de ellos data de hace la friolera de diez años. Es más: la mayoría de los hits los obtuvo en un período muy breve: entre 1990 y 1995 (cuando llevaba aquel pelo rizado que con los años “domó”, y en cuyos videoclips no aparecen esos pómulos que ahora tanto destacan en su rostro), cuando sorprendió a propios y extraños a la hora de hacer de un repertorio tan aparentemente simple un ejercicio de derroche vocal poco antes visto. Ahí está ese “I´ll be there” que todos asociamos con Michael Jackson pero que sólo ella llevó hasta la cima, igual que Elvis hiciese con otras canciones que no eran suyas como “Blue suede shoes”. En cualquier caso, les ha pasado a todos los grandes, así que tampoco es como para llevarse las manos a la cabeza. Los propios Beatles fueron endiosados por la crítica gracias a sus últimas grabaciones, donde ya eran músicos eclécticos, maduros y experimentales, pero todo el mundo les recuerda por sus grandes éxitos de la primera época (“I Want To Hold Your Hand” y etc) y la propia Carey ha demostrado en sus últimos trabajos un crecimiento y seguridad que, seguramente, nunca la volverán a llevar a estar en la cresta de la ola, pero todo lo que tenía que demostrar ya hace tiempo que lo hizo. Personalmente, a estas alturas prefiero de la Mariah sus temas más funk y bailables (alguno tiene) como el “Someday” poco radiado por estas latitudes, el impagable “Fantasy” en cuyo vídeo hacía de “roller girl” por Sunset Boulevard o el medio tiempo “Dream Lover”, que dan buena fe de una joven en plenas facultades, consciente de su talento. Ahora hay algo en ella, con esa presencia escénica cuidada hasta el último detalle, embutida en un traje de noche y casi estática detrás del pie de micro, que me producen cierto desapego, como un maniquí de unos grandes almacenes. No me extraña que Brett Ratner, director de cintas como “X-Men 3” o “El dragón rojo”, la haya retratado en el videoclip de “Infinity” derramando champagne en el backstage, intercalado con una presentación en directo del tema donde la acompañan un coro de violines. Dos imágenes contrapuestas que sin embargo demuestran que a la diva todavía le gusta ser un poco menos perfecta de lo que se esfuerza en parecer. Quizás un poco de caña no le vendría mal. Después de todo, ya no tiene nada que perder.

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