Información general:
reseña de “#1 to Infinity”, tercer álbum de grandes éxitos en la carrera de
Mariah Carey, publicado en mayo de 2015 por Sony Music Entertainment como
promoción de la residencia de la solista en el Coliseum del Caesars Palace de
Las Vegas, incluyendo los 18 números uno de la cantante en Estados Unidos y el
single “Infinity”. El disco debutó en el puesto 29 del Billboard y vendió
15.000 copias en su primera semana. En algunos países, fueron añadidos cortes
como “Endless love” con Luther Vandross o “Against All Odds” con Westlife, que
en USA no llegaron a lo más alto de las listas.
Crítica: con
Celine Dion ausentándose para cuidar se u marido enfermo, la maquinaria del
dinero tiene que seguir girando y ahí está la Carey quien, para ser honestos,
se merece mucho más el puesto que la canadiense. No en vano, es la segunda
artista por detrás de The Beatles con más sencillos en el pódium y, si miramos
detrás de ella, sólo Rihanna, con 13, podría llegar a igualarla en el futuro. Y
es que, hace unas semanas hablábamos de la “imitadora” de la Carey, la estrella
emergente Ariana Grande (ver crítica).
Y claro, las comparaciones son odiosas. Mariah es leyenda viva del pop y, a
pesar de que a sus 46 años no puede llegar a esas notas altísimas que la
hicieron popular sin tener que tirar de los coros, también es cierto que su
legado habla por sí sólo y nadie duda ya que en el terreno de las baladas
r&b no tiene rival. Solamente hay que escuchar las quemadísimas “Hero” o
“My All” para darse cuenta. No obstante, creo que éste álbum le hace más mal
que bien a la imagen de la diva. “#1 to Infinity” no deja de ser un remedo de
aquel grandes éxitos de 1998, donde ya había conseguido 13 de los 18 números
uno que atesora el recopilatorio. De entonces hasta la fecha, “sólo” cinco más,
y el último de ellos data de hace la friolera de diez años. Es más: la mayoría
de los hits los obtuvo en un período muy breve: entre 1990 y 1995 (cuando
llevaba aquel pelo rizado que con los años “domó”, y en cuyos videoclips no
aparecen esos pómulos que ahora tanto destacan en su rostro), cuando sorprendió
a propios y extraños a la hora de hacer de un repertorio tan aparentemente
simple un ejercicio de derroche vocal poco antes visto. Ahí está ese “I´ll be
there” que todos asociamos con Michael Jackson pero que sólo ella llevó hasta
la cima, igual que Elvis hiciese con otras canciones que no eran suyas como
“Blue suede shoes”. En cualquier caso, les ha pasado a todos los grandes, así
que tampoco es como para llevarse las manos a la cabeza. Los propios Beatles
fueron endiosados por la crítica gracias a sus últimas grabaciones, donde ya
eran músicos eclécticos, maduros y experimentales, pero todo el mundo les
recuerda por sus grandes éxitos de la primera época (“I Want To Hold Your Hand”
y etc) y la propia Carey ha demostrado en sus últimos trabajos un crecimiento y
seguridad que, seguramente, nunca la volverán a llevar a estar en la cresta de
la ola, pero todo lo que tenía que demostrar ya hace tiempo que lo hizo.
Personalmente, a estas alturas prefiero de la Mariah sus temas más funk y
bailables (alguno tiene) como el “Someday” poco radiado por estas latitudes, el
impagable “Fantasy” en cuyo vídeo hacía de “roller girl” por Sunset Boulevard o
el medio tiempo “Dream Lover”, que dan buena fe de una joven en plenas
facultades, consciente de su talento. Ahora hay algo en ella, con esa presencia
escénica cuidada hasta el último detalle, embutida en un traje de noche y casi
estática detrás del pie de micro, que me producen cierto desapego, como un
maniquí de unos grandes almacenes. No me extraña que Brett Ratner, director de
cintas como “X-Men 3” o “El dragón rojo”, la haya retratado en el videoclip de
“Infinity” derramando champagne en el backstage, intercalado con una
presentación en directo del tema donde la acompañan un coro de violines. Dos
imágenes contrapuestas que sin embargo demuestran que a la diva todavía le
gusta ser un poco menos perfecta de lo que se esfuerza en parecer. Quizás un
poco de caña no le vendría mal. Después de todo, ya no tiene nada que perder.
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