Año: 2016. Escrita,
producida y dirigida por: Pedro Almodóvar (“La mala educación”). Basada en: la
novela “Runaway”, de Alice Munro, publicada en 2004. Intérpretes: Emma Suárez (“La
próxima piel”), Adriana Ugarte (la serie “El tiempo entre costuras”), Priscilla
Delgado (la serie “Los protegidos”), Rossy de Palma (“Mujeres al borde de un
ataque de nervios”), Michelle Jenner (la serie “Isabel”), Inma Cuesta (“La
novia”), Darío Grandinetti (“Hable con ella”), Daniel Grao (“Palmeras en la
nieve”), Pilar Castro (“La gran familia española”), entre otros. Recaudación:
21,8 millones de dólares. Premios: tuvo 7 nominaciones a los Goya, llevándose
finalmente el de Mejor Actriz para Emma Suárez.
Sinopsis: tras
conocer nuevas noticias de su hija Antía, a la que hace doce años que no ve,
Julieta deshace sus planes de abandonar Madrid y repasa la historia de cómo
conoció y perdió al padre de la joven, y como ella misma cayó en una espiral de
depresión y engaños que terminaron alejándola de su hija.
Crítica: el
destino no justifica el viaje, sino que es el propio camino el que tiene
sentido por sí mismo. Pero, ¿camino a dónde? Ahora veremos. Hace unos días, me
sorprendió mi hermana glorificando las maravillas del “chick lit”, un género
literario que se ha puesto de moda entre las mujeres solteras de entre 20 y 30
años, que vendría a ser una mezcla de la novela romántica clásica pero con
toques de misterio. Vamos, yo creo que esto es más antiguo que el hilo negro,
pero ahora le han puesto un nombre en inglés y te dicen que es lo más “in” en
las librerías y te lo comes con patatas. Exponentes de este género son, por
ejemplo, “Gone Girl” o “La chica del tren”, de las que ya hemos visto
adaptaciones cinematográficas. Mi hermana, por cierto, que rara vez consume
cine español, y mucho menos de Almodóvar, apoyada en esa creencia popular de
que las cintas del manchego tratan, en esencia (y con perdón) de “putas,
maricones y travelos”. Sin embargo, siempre he creído que nuestro director más
internacional es más parecido a un “Hitchcock con duende” que a otra cosa. En las
películas de Pedro siempre hay una historia dentro de otra historia, y un
misterio que hay que resolver juntos y guiados por su mano. Eso en las mejores,
vaya. Que luego uno se ve “Los amantes pasajeros” y se queda sin argumentos
para defenderlo. Volviendo a lo del “chick lit” éste, me decía mi hermana que
la parte del misterio de estas novelas es lo de menos, que lo importante en
realidad es que la protagonista (porque siempre es una mujer) se enrolla con
uno y luego con otro, y eso es lo que realmente tiene enjundia. Bueno, dejando
al margen las etiquetas, algo de eso hay en la última propuesta de Almodóvar. Hay
un trasfondo bastante oscuro a la par que emocionante de descubrir que… ¡oh,
sorpresa!... cuando llega el momento de adentrarnos en él, al realizador le
parece que ya ha tenido suficiente y te enchufa una canción de Chavela Vargas
sobre un precioso paisaje y… “c´est fini”. Un “coitus interruptus” en toda
regla, que, sin embargo, realza la parte de la historia que Almodóvar,
realmente, quería contar. Vamos, que siendo ésta su película número veinte y
con todo lo que ha llovido desde la movida madrileña, el tío hace lo que le da
la gana, y si te gusta bien y si no también. Un ataque de genio, para
entendernos, que sólo pueden permitirse unos pocos. ¿El veredicto final? Bueno,
muchos alaban el regreso del realizador a los dramas protagonizados por
mujeres, aplaudiendo la madurez en ese “Silencio” (que era el anterior título
del film antes de que a Scorsese se le ocurriese también bautizar de este modo
a su última producción), en una catarsis de emociones que, en efecto, nos
recuerda mucho a otras películas suyas. La protagonista, una Emma Suárez que
ganó el Goya por su interpretación, se disfraza de Carmen Maura para seguir
estando “al borde de un ataque de nervios”, pero ahora ·sufre para adentro·”. O,
si lo prefieren, podríamos decir que está “contenida”, que también es una de
esas palabras que están de lo más “in” ahora mismo, por mucho que tenga siglos
de antiguedad.
Resumiendo: “Alegre
ma non troppo” era una indicación que aparecía con frecuencia en las partituras
de piano de mi niñez. Es mi forma de decir que “Julieta” tiene mucho del
Almodóvar narrador que te atrapa con su tela de araña en esta nueva propuesta
que reflexiona sobre las relaciones materno-filiales, otra de las tónicas de su
filmografía. Pero lo digo así, porque hoy me he levantado poliglota. Y también,
porque a pesar de tener algo de reencuentro (que sería la parte “alegre” de la
expresión, y no precisamente porque la película lo sea) también es cierto que
no termina de cuajar tanto como me hubiese gustado, ni el trasfondo de la
historia es tan rico como en veces pasadas. O a lo mejor lo sí… pero no le
interesa contarlo. He aquí el ·ma non troppo”, que en la lengua de Cervantes
significaría “pero no demasiado”. Eso sí: Pedro, ésta te ha quedado mucho mejor
que la de “Los amantes pasajeros”, donde va a parar. Aunque claro… no es que
fuese un reto muy grande superarla.
Memorable: no me
convence mucho el pelo oxigenado de la Ugarte, pero siempre es un placer verla.
Del mismo modo, la capacidad de Almodóvar para crear imágenes poderosas, como
el ciervo corriendo en paralelo al tren, o el uso de los espejos para hacernos
sentir como “voyeurs” en momentos concretos, así como el uso cromático de la
dirección de arte para crear sinestesia con el espectador… todo ello sigue
estando patente aquí de forma magistral.
Mejorable: el
papel de De Palma no lo llego a entender del todo. Al principio creía que era
la bruja de Blancanieves que se había escapado del cuento. Sólo le faltaba la
manzana envenenada, aunque bueno… demasiado obvio, quizás. Luego creía que era
Rossy pero haciendo de Terele Pávez. No sé… ¿Alguien me lo explica?
Parafraseando: y
la película termina con esta reflexión, que también es un poco “SPILER ma non
troppo”, así que advertidos quedáis: “No pienso pedirle ninguna explicación. Sólo
quiero acompañarla”.
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