Año: 2009. Director:
Daniel Monzón (“El niño”… ver crítica). Guión: Jorge Guerricaechevarría (“Cien
años de perdón”). Basada en: la novela homónima de Francisco Pérez Gandul. Intérpretes:
Luis Tosar (“Te doy mis ojos”), Alberto Ammann (“Combustión”), Antonio Resines
(“La buena estrella”), Marta Etura (“El hombre de las mil caras”), Carlos
Bardem (“Alacrán enamorado”), Jesús Carroza (“7 vírgenes”), Manolo Solo (“Tarde
para la ira”). Presupuesto: 3 millones de euros. Recaudación: 14 millones de
euros. Premios: entre otros, ganó 8 premios Goya (de los 16 alos que estaba
nominada), incluyendo Mejor Película, Director, Actor Principal, Actriz de
Reparto, Actor Revelación y Guión Adaptado, entre otros.
Sinopsis: a Juan
Oliver, nuevo funcionario de prisiones, no se le ocurre nada mejor para caer
bien en su nuevo destino que presentarse el día antes de su incorporación para
que le expliquen cómo funciona todo. La mala suerte quiere que coincida con un
motín en la cárcel, quedando él aislado, junto al resto de presos, encerrado en
la celda 211, donde pronto será descubierto por los amotinados. A Juan no le
quedará más remedio que hacerse pasar por recluso homicida y ganarse la amistad
de Malamadre, el líder de la revuelta y un auténtico sociópata, erigido como
nuevo rey del presidio.
Crítica: por fin
Daniel Monzón da con la tecla del éxito, porque sus anteriores incursiones
cinematográficas habían sido un “querer y no poder”; una suma de buenas ideas
que no casaban bien unas con otras. Aquí en cambio, todo va a favor de obra,
quizás porque con un guión bueno (sin florituras, lineal pero funcional) y un
puñado de buenos actores, poco más hay que hacer. A veces es así de sencillo.
“Celda 211” arranca como un tiro y sigue hasta el final; a los cinco minutos ya
está metida en faena, con unos protagonistas definidos desde la primera vez que
aparecen en pantalla. Los únicos momentos de cierto sosiego quedan para los
“flashback”, que al contrario de lo que pasa en otras ocasiones y de lo que
podría parecer, en este caso ayudan a construir el momento cumbre de la
película, sin el cual la transformación del protagonista no resultaría creíble.
Mención especial para un sublime Luis Tosar, que crea un coloso llamado “Malamadre”
que quedará por muchos años en el imaginario colectivo. No sólo él está enorme
en el apartado interpretativo, aunque sí es el que más destaca. Es en este
apartado donde hay que volver a subrayar el papel de Monzón y lo meritorio de
su narrativa casi documental, rápida y afilada como el bisturí de un cirujano,
porque de haberse recreado en algunos momentos, muchas de estas fantásticas
creaciones de caracteres caerían en la caricatura y lo estereotipado, por lo
extremo de sus personalidades, que era
uno de los puntos flacos de sus anteriores films.
Resumiendo: un
clásico moderno del cine español, sin estridencias, donde nada falta ni nada
sobra. Precursora, además, del “revival” en nuestra industria del género del
thriller, que hemos seguido cultivando en los últimos años, dejando un poco de
lado el del terror, que era la moda imperante por aquel entonces. Y que nos
dure mucho, por cierto, a tenor de lo bien que estamos sabiendo perfeccionarlo.
Como curiosidad, decir que Sylvester Stallone compró los derechos para hacer un
remake norteamericano que todavía no ha tenido lugar, lo cual no sé si es
necesariamente bueno o malo.
Memorable: la
resurrección para el cine de Antonio Resines tras su periplo en “Los Serrano”,
convertido aquí en un roba-escenas y que tiene un desenlace brutal.
Mejorable: al
final le falta un poquito de fuerza, o quizás de valor, para no acabar en lo
pre…sumible y(o lo pre…visible.
Parafraseando:
una bienvenida perfecta para tu nuevo trabajo. “Acojona, ¿eh?” “Tranquilo chaval,
en cuatro días te acostumbras”. “Más te vale, porque estos cabrones acaban
saliendo, pero tú te vas a pasar aquí toda tu puta vida”.
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