Creada por: Drew Goddard y Steven S. Deknight. Basada
en: el personaje creado por Stan Lee y Bill Everett en 1964. Emisión: abril
2015. Episodios: 13. Cadena: Netflix. Adaptaciones: en 2003, se realize una
adaptación cinematográfica del personaje dirigida por Mark Steven Johnson y
protagonizada por Ben Affleck, Jennifer Garner, Michael Clarke Duncan y Colin
Farrell. Intérpretes: Charlie Cox, Vincent D´onofrio, Deborah Ann Woll, Elden
Henson, Tony Leonard Moora, James Caan, Rosario Dawson.
Principal: tras
quedarse ciego por un accidente de tráfico en el que se derramaron unos
productos químicos, el pequeño Matt Murdock, hijo del boxeador caído en
desgracia “Batallador” Murdock, descubrió
que el resto de sus sentidos se habían agudizado hasta el punto de conferirle
una suerte de “radar” con el que podía “ver” mucho más allá que cualquier otro
mortal. Entrenado por el viejo Stick en técnicas de lucha, años después Matt se
licencia como abogado y monta su propio gabinete con su amigo de la facultar
Foggy Nelson. Pero sus ansías de justicia no se satisfarán con el veredicto de
un jurado, por lo que se convertirá en un justiciero enmascarado para el
corrupto barrio de “la Cocina del Infierno” (“Hell´s Kitchen”) de New York.
Secundario: en su
primer caso, Matt y Foggy ayudan a la joven Karen Paige, quien conoce secretos
de una multinacional que la convierten en el principal objetivo de una
organización criminal. Los jóvenes abogados conseguirán que quede libre, y
Karen se ofrecerá a trabajar para ellos como su secretaria en compensación. Sin
embargo, la chica también seguirá investigando sobre sus antiguos jefes con el
periodista Ben Urich, que irá revelando poco a poco el nombre de Wilson Fisk,
un desconocido hombre de negocios que junto a su mano derecha, James Wesley,
mantiene un pacto con las mafias rusas, chinas y japonesas para demoler toda la
ciudad y volver a constuirla desde sus cenizas.
SPOILER: tras la
muerte de Urich a manos de Fisk y el descubrimiento de Nelson bore la verdad de
su amigo Matt, las cosas se precipitan y entre todos consiguen encontrar las
pruebas que incriminan a Wilson Fisk con toda clase de asesinatos y asuntos
turbios, lo que dará con sus huesos en la cárcel previo enfrentamiento contra
Daredevil. Así, el bufete de Nelson & Murdock vuelve a abrirse junto a
Karen y todo apunta a un futuro brillante.
Crítica: a pesar
de todo lo que ha llovido desde entonces, todos seguimos estando de acuerdo en
que el “Born Again” de Frank Miller es la mejor etapa del personaje. Por eso se
hizo aquel pastiche cinematográfico donde se aglutinaba en dos horas todo
aquello que pudiera “molar” de la iconografía del “cuernecitos”, en un producto
resultante muy pobre por su mera ambición. El “Daredevil” de Netflix, con la
suerte de contar con 13 horas para desarrollar la trama, se destapa como la
mejor adaptación posible de dicha saga, pero incluye también retazos de otras
etapas míticas del héroe realizadas por otros autores como Brian Michael
Bendis, Ann Nocenti o Mark Waid, dentro de un contexto más adulto y oscuro de
lo que nos tienen acostumbrados tanto en Marvel Studios como en el resto de
ficciones televisivas, lo que redunda en la mejor serie de superhéroes
confeccionada hasta el momento, y eso incluye a “The Flash”, “Gotham”, “Agentes
de SHIELD” y un largo etcétera. “Daredevil” se olvida de la narrativa
procedimental (un villano principal al que derrotar por episodio, con una
subtrama que conduzca hasta el clímax de final de temporada) para trazar un
único arco argumental cohesionado, lo que permite un desarrollo mucho más
complejo de lo que nos tienen acostumbrados en este tipo de producciones. Con
ello, pues, lo que consiguen es precisamente lo que deberían perseguir todos
aquellos que se embarquen en una adaptación: que el personaje y su universo
cobren realmente vida. A éste Daredevil no le falta de nada (bueno, sí…
Elektra, Bullseye, Maria Tifoidea… pero para eso ya habrá otras temporadas). El
cariño con el que está tratada toda la serie se nota en los pequeños detalles
que irán confeccionando su mitología propia al estilo de un “Daredevil Begins”,
como los famosos “palos” de lucha que acabará regalándole Stick a mitad de la
temporada tras un enfrentamiento entre maestro y discípulo, o la aparición de
Melvin Potter (alias “Gladiador” en los cómics), que terminará proporcionándole
su traje definitivo de superhéroe a nuestro justiciero (aunque luego siempre
podamos entrar en la discusión de si esa especie de armadura a prueba de balas
son más propias de Batman o de Daredevil. Desde luego, son mucho mejor que ese
antifaz de ninja que usa al principio). También hay sombras, claro. El “shor
runner” original, Drew Goddard (director de “La cabaña en el bosque”),
responsable de los dos primeros capítulos, que son a la postre de los mejores,
con la preciosa relación entre el pequeño Matt y su padre y el brutal plano
secuencia de la pelea en el pasillo contra los rusos que tienen secuestrado a
un niño (desde ya, y con el permiso de “Banshee”, la mejor coreografía de
acción de una serie de todos los tiempos), acabó dejando sus funciones por el
socorrido motivo de “diferencias creativas” y, aunque continúa como productor
de la serie, es obvio que ese nivel no se vuelve a conseguir y la ficción sufre
un pequeño bache hacia la mitad, aunque nunca llega a ser tan pronunciado como
para resultar preocupante. No podemos terminar esta reseña sin recordar que
“Daredevil” forma parte de un mega-proyecto entre Netflix, Marvel Television y
ABC Studios, que incluye la realización de tres series más: Jessica Jones, Luke
Cage y Puño de Hierro, que deberían desembocar a su vez en la serie “The
Defenders”. A priori, y teniendo en cuenta el aluvión de producciones
televisivas relacionadas con los tipos de mallas de las viñetas, resulta
difícil pensar que la sobre-explotación no acabe quemando el género, pero
después de ver la primera temporada del “cuernecitos”, también es cierto que lo
más lógico es seguir brindando nuestra confianza a los responsables de
semejante obra maestra y desear que el resto de series nos vayan llegando lo
antes posible. Porque lo que está bien hecho, está bien hecho. Y el crítico,
ante el arte, se queda sin palabras para quejarse. Y punto.
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