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viernes, 31 de marzo de 2017

Crítica de "AL FINAL DEL TÚNEL" (2016)


Año: 2016. Escrita y dirigida por: Rodrigo Grande (“Cuestión de principios”). Intérpretes: Leonardo Sbaraglia (“Relatos salvajes”), Pablo Echarri (“Plata quemada”), Clara Lago (“8 apellidos vascos”), Federico Luppi (“Éxtasis”), Javier Godino (“El secreto de sus ojos”). Recaudación: más de dos millones (de dólares). Premios: fue nominada en 8 categorías de los Premios Sur 2016, si bien se fue de vacío frente a las triunfadoras “La luz incidente”, “El ciudadano ilustre” o “Cómo funcionan casi todas las cosas”, que se repartieron los principales galardones.


Sinopsis confinado en una silla de ruedas tras un accidente que le dejó sin familia, la vida de Joaquín y su perro Casimiro parece condenada a languidecer en la oscuridad de su mansión bonaerense, la cual también conoció tiempos mejores. Sin embargo, y aquejado por las deudas, la vida de Joaquín y su mascota cambiarán cuando Berta, una bailarina de striptease, acude con su hija para alquilar una habitación junto a su hija pequeña. Joaquín deberá entonces amoldarse a contar de nuevo con compañía femenina, si bien ese será sólo el menor de sus problemas, cuando el hombre descubre que por debajo de su sótano hay una banda de atracadores excavando un túnel con la finalidad de acceder a un banco cercano.

Crítica: lo que tenemos aquí es una constatación más de que el cine hispano no tiene nada que envidiarle a Hollywood, si decide jugarle en su terreno (para una discusión más extensa deberíamos de dejar la valoración de, si en efecto, esa es nuestra principal intención en la mayoría de ocasiones). “Al final del túnel” tiene muy clara su finalidad como thriller palomitero, sin renunciar por ello a una factura técnica perfecta y sin que suponga un menoscabo para construir un relato tan lleno de claroscuros como su propia fotografía. Es fácil ubicar el referente del maestro Alfred Hitchcock y su “La ventana indiscreta”, tanto en la caracterización del protagonista como en la clara intención de “voyeur” de la propuesta, siendo la exuberante Clara Lago indispensable en este último punto, por tanto en cuanto al espectador se le van los ojos detrás de su cuerpo casi sin querer hasta el punto de sentirse uno culpable con las cosas que se le pasan por la cabeza. Sin embargo, en el virtuosismo que Rodrigo Grande ejecuta para narrar su historia y la importancia que el decorado tiene en el devenir de los acontecimientos, como un personaje más de lo expuesto en pantalla, remiten también al David Fincher de, por ejemplo, “La habitación del pánico”. Amén, por supuesto, de una zambullida en los estereotipos conceptuales del género “noir” como la marginalidad de unos seres destruidos por sus vidas pasadas, la idealización de un momento pasado que consideran como el único atisbo de luz en sus vidas y el intento de revertir toda su existencia con un solo golpe de suerte que el destino les ha servido como diana. Sin llegar a ser perfecta, porque hoy en día pocas producciones se pueden definir como tales, “Al final del túnel” es un ejemplo de cine tenso, vibrante y conceptualmente hipnótico.


Resumiendo: si bien el uso de la climatología y la furia de los elementos no es en este caso una metáfora sobre el devenir de los acontecimientos, sino una herramienta más de la que hacer uso para “ahogar” aún más en sus miserias a los protagonistas y hacerles bajar al lodo para luchar por lo que realmente les importa, podemos decir que el diluvio final de la cinta de Rodrigo Grande podría considerarse como esa catarsis bíblica que se lleva todos los pecados río abajo y desnuda la verdad en la vida de uno mismo. Cinematográficamente, la verdad de “Al final del túnel” es que es una buena película “palomitera”. Y… ¡sienta tan bien poder decir eso de una coproducción hispano-argentina!


Memorable: de por sí, ver a Clara Lago en pantalla grande y con poca ropa ya es todo un placer, pero si encima, y aunque no fuese necesario, le pone empeño y clava el acento argentino… pues mejor que mejor. A propósito de esto, Berta (su personaje), maneja un “español ríoplatense” que la intérprete consiguió en tan sólo dos semanas, con la única ayuda de un coach durante cuatro días.


Mejorable: la analogía entre el hombre inválido su perro moribundo, aunque efectiva, es bastante obvia. Pero vamos… por decir algo. Por otra parte, algunos críticos destacaron negativamente que la limitación física del protagonista no resultaba finalmente ningún impedimento para que éste llevase a cabo todas las acciones de la película. Sin embargo, a mi juicio es harto evidente que su discapacidad sí ha creado un muro emocional y psicológico en el rol de Sbaraglia. Quien, por cierto, está excelente tanto en el manejo de su instrumento indispensable para manejarse como en su desempeño de protagonista en una producción de estas características.


Curiosidades: el guión de la película fue depurado por el propio director, Rodrigo Grande, durante cinco años en los que fue transformándolo también en un “story board”. Una de las referencias citadas por el propio realizador han sido los relatos de Edgar Allan Poe, donde los escenarios y la creación de atmósferas barrocas eran claves en la construcción de la propia historia. Por último, Pablo Echarri, que da vida al “villano” del film, participó en la producción de la cinta como productor, en su debut como tal en dicho desempeño.



Parafraseando: cuando Joaquín descubre a la banda que está socavando bajo su terreno, intenta hacer que sus inquilinas abandonen el lugar aunque sea un par de semanas. Pero Berta le da una argumentación que no tiene forma de rebatir: “Yo sé lo que pasa. Tienes miedo, porque la otra noche bailé para ti” “No tiene nada que ver con eso” “Vi cómo me miras. Te crees que por esa silla de mierda vales menos. Estabas cómodo estando sólo… terriblemente sólo… y tienes miedo de romper eso. Eres un tipo inteligente, Joaquín. Y atractivo. Y buena gente. Pero tienes una vida horrible y prefieres quedarte con eso. Yo sé que te gusto. Y tú no tienes ni puta idea de lo que me pasa a mí. Y eso es lo que te da miedo”.

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