Año: 2014. Título
original: The Maze Runner. Adaptación: de la novela homónima de 2009 escrita
por James Dashner. Dirigida por:: Wes Ball (en su debut como director).
Intérpretes: Dylan O´Brien (la serie “Teen Wolf”), Kaya Scodelario (la serie
“Skins”), Thomas Brodie-Sangster (la serie “Juego de Tronos”), Will Poulter
(“Somos los Miller”), Ki Hong Lee (la serie “Las nueve vidas de Chloe King”),
Aml Ameen (la serie británica “Kidulthood”), Patricia Clarkson (la serie “A dos
metros bajo tierra”). Presupuesto: 34 millones de dólares. Recaudación: 391
millones. Premios: el principal protagonista, Dylan O´Brien, ganó 3 premios MTV
Movie Award al Mejor Actor Revelación, Mejor Héroe y Mejor Pelea.
Franquicia: las
tres novelas que componen la saga se publicaron simultáneamente en 2009, 2010y
2011, y hasta la fecha han vendido más de seis millones y medio de copias en
todo el mundo. A raíz del estreno cinematográfico, el autor de la saga original
editó un par de precuelas, “The Kill Order” y “The Fever Code”, que vieron la
luz en 2015 y 2016, respectivamente, además del libro de acompañamiento
titulado “The Maze Runner: Archivos”. Todos ellos por la editorial Random House
a través de una subsidiaria. En principio, no hay planes para la adaptación de
las precuelas, pero Fox tampoco cierra la puerta a esta posibilidad, y esperará
a ver el desempeño en taquilla de la tercera y presumible última entrega en
cines, a partir de enero de 2018.
Sinopsis: aunque
al principio no recuerda su nombre, Thomas se despierta en una especie de
valle, dentro de una jaula, rodeado de chicos de su misma edad y con un
gigantesco laberinto frente a él. Ninguno de sus compañeros saben qué hacen
allí ni quién les llevó, pero todos son conscientes de que deben seguir unas
reglas si quieren seguir con vida. La principal: no entrar dentro del laberinto
después de que se haga de noche.
Crítica: aunque
como referente más obvio, por tratarse de la adaptación de una serie de novelas
juveniles, tenga “Los juegos del hambre” (cosa que, ¿a qué negarlo?, a los
propios responsables les viene muy bien lo de “subirla al carro”), realmente
“The Maze Runner” vendría a ser una mezcla de “El señor de las moscas” (Harry
Hook, 1990) y “Cube” (Vincenzo Natali, 1997) con pinceladas de la serie
“Lost(Perdidos”. Y claro, sale ganando con el cambio. Sobre todo porque, antes
de la que nos ocupa, otras muchas quisieron subirse a ese mismo carro (que no
empezó con “The Hunger Games” sino con “Crepúsculo”)… y fracasaron
entrepitosamente o se quedaron a mitad de camino. Y me refiero a “Cazadores de
sombras”, “Hermosas criaturas”, “Divergente” y un largo etcétera. Por ello,
temiendo que “El corredor del laberinto” podría ser otra más de las que fuesen
a la “Papelera de reciclaje”, sus responsables decidieron hacer una apuesta más
económica, menos ambiciosa, y que fuese directa al grano. Olvidaros de subtramas
románticas, personajes de relleno o el desarrollo de un contexto socio-político
que, quizás quede muy bien en el ibro, pero en pantalla grande no es más que
“celuloide sobrante”. Así pues, el director carga las tintas en la parte más
aventurera de la historia y, antes de que quieras darte cuenta, nuestro
protagonista ya está metido dentro del laberinto del título. Puede que parezca
algo absurdo de reseñar, pero nunca entenderé por qué en este tipo de
producciones se estira de forma tan innecesaria lo que, de primeras, es el
final inevitable (y sí, podría comparársele al larguíiiiiisimo prólogo de “Los
juegos del hambre” antes de que empiecen las batallas que, a fin de cuentas, es
lo que todo el mundo quiere ver). Cierto es, no obstante, que este gusto por la
acción hace que la mayoría de los secundarios de la historia estén meramente
abocetados y se limiten a cumplir con estereotipos ya manidos, pero… ¿realmente
habrín ganado algo con más minutos de metraje? La experiencia nos dice que no.
Resumiendo:
podría haber pasado sin pena ni gloria y ser recordada en el futuro dentro de un
subgénero junto a otras coétaneas como “moda cinematográfica”. Pero, gracias
precisamente a su falta de pretensiones, se ha ganado el derecho de completar
su trilogía en pantalla grande. Ahora sólo queda esperar que no se sume a otra
moda: la de dividir la última entrega en dos partes. Por la creación de una
atmósfera oscura y claustrofóbica, una escritora funcional y unas escenas de
acción bien ejecutadas, “The Maze Runner”, no obstante a lo dicho
anteriormente, te deja con ganas de ver dichas secuelas, sean las que seas. Y eso
es un “efecto especial” que no todas las películas que parten con la intención
de ser franquicia consiguen de tan buena forma.
Memorable: desde
el primer fotograma, va directa a la acción y el supuesto descubrimiento del
misterio que encierra la situación de los protagonistas (un mero “macguffin”
visto ya en muchas ocasiones) se solventa en dos flashbacks rapiditos.
Mejorable: aunque
su inclusión se debe al hecho de ser fiel al texto original y seguramente, se
desarrollará en el futuro, lo cierto es que la aportación de la chica es más
bien testimonial. Y en este caso concreto sí es una putada, porque a la
Scodelario siempre hay ganas de verla más en pantalla grande. Afortunadamente,
este mismo año se incorpora a la franquicia de “Piratas del Caribe” con la
quinta entrega, “La venganza de Salazar”, y es de lógica suponer que será el
empujón que le faltaba para convertirla en estrella mundial.
Curiosidades: el
director, Wes Ball, intentaba acceder a Hollywood antes de ser designado como
responsable de esta adaptación, con un proyecto en animación 3D titulado “Ruin”,
que según los directivos de 20th Century Fox tenía muchos nexos comunes con “El
corredor del laberinto”, ya en desarrollo, por lo que le ofrecieron ponerse
tras las cámaras del film. Por su parte, Kaya Scodelario fue la primera
elección para el papel que desempeña en pantalla, por su participación en la
serie “Skins”. No pasó lo mismo con O´Brien quien, de hecho, fue rechazado en
un primer momento por el realizador al tener demasiado encasillado en su rol
secundario de la televisiva “Teen Wolf”.
Parafraseando: la
gran amenaza de los protagonistas, unos seres de los que poco o nada se sabe, y
cuyo misterio ayuda precisamente a generar un clima de alta tensión en el
espectador, que no queda en absoluto defraudado una vez hacen acto de presencia:
“Nadie
ha sobrevivido a una noche en el laberinto” “¿Y qué les pasa?” “Los llamamos…
laceradores”.
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