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jueves, 2 de marzo de 2017

METAL SLUG: super vehicle 001 (1996)


Disparar a todo lo que se mueva… y a lo que no… ¡también! Ya hablamos en su día de la franquicia con la entrega “Metal Slug X”, pero la nostalgia nos trae de nuevo a hablar de este mítico arcade desarrollado para las máquinas Neo-Geo de los salones recreativos. Y como es de sabios empezar por el principio, lo haremos con su primera entrega, desarrollada en 1996 por Nazca Corporation, posteriormente adquirida por SNK y claramente inspirada en sagas fílmicas como “Rambo” o “Desaparecido en combate”, cuya primera entrega sería posteriormente adaptada para Sega Saturn, PlayStation y más recientemente para la “consola virtual” de Wii.

 A pesar de lo que muchos piensan, “Metal Slug” no está ambientada en ninguna guerra histórica del pasado, sino en ya cercano año 2028. Dos soldados (en caso de la opción dos jugadores, of course), Marco y Tarma, de la División Halcones Peregrinos, serán los encargados de evitar un golpe de estado perpetrado por un ejército fascista… con claros paralelismos a los nazis de la II Guerra Mundial. La aventura, dividida en “misiones” (o niveles) nos llevará por junglas, paisajes nevados, pueblos arrasados o alta mar, enfrentándonos a soldados de a pie, helicópteros, tanques y jefes de final de fase cuya originalidad es que no se trata de gigantones con armas imposibles… sino que son en su mayoría grandes máquinas de combate que nos lanzarán misiles, minas anti-persona o ráfagas de balas.
Y es que, las máquinas son una parte importante del Metal Slug. Porque el nombre del juego es también el del mini-tanque que se hará imprescindible en muchas fases del juego y que aumentará nuestra capacidad destructiva. Porque, amigos, no lo dudemos. Este juego se hizo rápidamente conocido por el detallismo de sus escenarios… ¡unos escenarios que podíamos hacer pedazos! Este “run and gun” nos permitía dispararle a todo lo que se moviese, ya fuese con pistolas, bombas de mano, metralletas o lanza-llamas. Un auténtico gustazo ideal para desahogarte… cuyo mayor hándicap era su extremada dificultad. Sí, como todos los juegos, tenía sus trucos para avanzar de forma más o menos sencilla (eso sí, en este caso no valía eso de ponerte en una esquina de la pantalla y darle al botón de “disparar”), pero hasta que conseguías pillar esos trucos, las misiones se hacían… nunca mejor dicho… misiones imposibles.


 Con todo, la jugabilidad era muy elevada, los gráficos eran de lo mejorcito que te podías encontrar en ese momento (con muchas de las animaciones hechas a mano, nada que ver con los escenarios pixelados de otros juegos similares) y la mayoría de las veces te bastaba con mirar cómo alguien intentaba pasárselo. Las sucesivas entregas, con zombis, aliens, yetis y demás fauna fantástica, además de la inclusión de nuevos personajes a elegir, hicieron de esta saga toda una leyenda de los salones recreativos. ¡Ah, qué tiempos aquellos!

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