Información general:
reseña del disco homónimo que supuso el debut del cantautor Pablo Alborán,
lanzado por EMI Music en febrero del 2011 y del que se extrajeron tres singles:
“Solamente tú”, “Miedo” y “Perdóname”. El álbum debutó número uno en la lista de
ventas, donde permaneció seis semanas consecutivas, superando pronto las
trescientas mil copias vendidas y consiguiendo premios como el Mejor Disco del
Año o tres nominaciones a los Grammy Latinos.
Crítica: puede
que no sea justo, pero es así. Desde hace veinte años, todo cantante melódico
que compone sus propias canciones es comparado en nuestro país con Alejandro
Sanz. Le pasó a Álex Ubago (que pronto se desinfló en dicha comparación) y
volvió a pasarle a Alborán. Y no, el malagueño no es Alejandro Sanz. “No es lo
mismo”, que diría aquel. Pero puede que sea más. Un fenómeno viral, reflejo de
su tiempo. Con apenas 22 años, más de 70 millones de reproducciones en vídeos
caseros del YouTube y apadrinado por Diana Navarro, Alborán podría haber
perecido pronto, víctima de su propia leyenda que empezaba a correr como la
pólvora por las redes sociales. O, en el mejor de los casos, podría haber sido
lo que en Estados Unidos llaman “one hit wonder”; un artista de una sola
canción: ese famoso “Solamente tú” que los tipos duros ninguneamos por su
extremada sencillez pero que todos hemos tarareado alguna vez. Porque ese es el
éxito de Pablo Alborán y al César lo que es del César. Su cálida voz de tenor y
sus “dejes” a la hora de cantar, que perpetúan las letras como un susurro que
te acaricia, hacen que pueda crear una buena canción de cualquier cosa. De los
tópicos de las canciones de amor más tópicos de todos. Y eso, aunque lo
parezca, no es fácil. Tampoco componer con doce años un tema tan hermoso como
“Desencuentro”, el mejor del disco en mi opinión, ayudado por una introducción
con arreglos de cuerda que evoca nuestros amores de vidas pasadas y te desgarra
el alma. Porque eso es lo que nos jode de verdad a los tipos duros. Podemos
reírnos de “Caramelo”, “Vuelve conmigo” o “Me colé por la puerta de atrás”,
porque son “canciones de nena” (o de “nenaza” directamente en el caso de esta
última, porque eso de “la puerta de atrás”… no me digáis que no es una
referencia sexual muy obvia), pero hay otras canciones de Alborán que tienen la
capacidad de hacerte daño. Y eso no lo pueden decir muchos. Y te jode.
Musicalmente, es de recibo alabar el trabajo de Miguel Illán, que respeta la
sencillez y ese tono íntimo y acústico de las composiciones, pero aportando
siempre unos arreglos que suman en lugar de restar, mezclando acertadamente los
tonos árabes, celtas (esas gaitas al final de “Miedo”) e incluso de bossa nova,
como en esa “Cuando te alejas” que cierra el disco y que interpretada
únicamente a guitarra y voz se desvela como el broche perfecto para un disco
redondo. Poco más se puede decir. Lo que consiguió Pablo Alborán fue
“parecerse” a la mejor tradición del
típico baladista español y, con ello, dar la impresión de que, a pesar de ser
su disco debut… llevaba con nosotros toda la vida. Y que dure.
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