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viernes, 10 de marzo de 2017

WESTWORLD: primera generación


Emisión: octubre – diciembre de 2016. Creada por: Jonathan Nolan y Lisa Joy. Producida por: J.J. Abrams. Cadena: HBO. Episodios: 10. Intérpretes: Evan Rachel Wood, Anthony Hopkins, Ed Harris, Thandie Newton, James Marsden, Jeffrey Wright, Rodrigo Santoro, Luke Hemsworth, entre otros. Audiencias: fue el mejor estreno de una nueva serie en HBO desde “True Detective” en 2014. El canal ha estimado el seguimiento total en una media de 11 millones, lo que ha generado ya una renovación con estreno en 2018.


Curiosidades: es la adaptación de la película homónima de 1973 escrita y dirigida por Michael Crichton (novelista de best-sellers llevados a la gran pantalla como “Parque Jurásico”, “Esfera”, “Congo” o “El guerrero número 13”). Una cinta que se estrenó en España como “Almas de metal” y que dio lugar a una secuela en 1976 titulada “Futureworld”. Sin embargo, no es la primera vez que se lleva a la televisión, ya que hubo un primer y efímero intento en 1980 titulada “Más allá de Almas de metal”.


Concepto: la ficción se ambienta en un futuro más o menos cercano (sin determinar) donde existe un parque temático llamado “Westworld”, y que se ambienta en el lejano Oeste. Un lugar donde perderse de vacaciones al más puro estilo Las Vegas, ya que durante su estancia, los visitantes (llamados “huéspedes”) pueden hacer cualquier cosa con los “anfitriones”, unos robots de apariencia y tacto humanos, programados para repetir una serie de comportamientos pero que tienen absolutamente prohibido el hacer daño a ningún ser vivo. De este modo, los “anfitriones” viven en un bucle perpetuo donde son utilizados como objetos sexuales o dianas de tiro, con lo que frecuentemente deben ser llevados al centro de mando para ser reparados y puestos de nuevo en circulación.


Trama principal: un “huésped” al que identificaremos simplemente como “Hombre de Negro” casi hasta el final por su característica indumentaria está obsesionado con encontrar lo que llama “el Laberinto”, una especie de juego oculto dentro del parque y cuya ubicación es desconocida, motivo por el que enrolará en su aventura a Teddy Food, un “anfitrión” que sólo vive para ganar el amor de Dolores Abernatty, la hija de un ranchero, lógicamente otra “anfitriona”, cuyos destinos están unidos debido a sus respectivas programaciones, si bien Dolores está empezando a tener unos extraños sueños del pasado, como si hubiese vivido otra vida de la que no es consciente. Algo parecido le pasa a Maeve, la “madam” del principal “saloon” del parque, que descubrirá de la manera más dolorosa la verdadera condición de su naturaleza.


Trama secundaria: por otro lado, las luchas de poderes internas dentro de la directiva de “Westworld” se irán acentuando cada vez más, cuando el cofundador del parque, Robert Ford, al que muchos toman ya por un viejo senil, se empeñe en poner en marcha una nueva historia dentro de “Westworld” que promete ser su canto del cisne dentro del susodicho. El problema es que a Ford sólo parece apoyarle su pupilo, Bernard, el principal programador del software, quien empieza a detectar anomalías en los “anfitriones”, además de destapar lo que parece un espionaje industrial dentro del centro. Todo ello, sumado a que perduran las incógnitas sobre la muerte de Arnold, el socio de Ford en la creación de “Westworld”, que terminó suicidándose años atrás.


SPOILER: Bernard termina descubriendo que él mismo es un “anfitrión” al servicio de Robert, creado a imagen y semejanza del antiguo socio del susodicho, Arnold. De igual manera, el “Hombre de Negro”, que es el mayor accionista del parque, queda frustrado cuando la búsqueda junto a Dolores del Laberinto parece un callejón sin salida, haciendo honor a su nombre. Lo que él no sabe es que el susodicho Laberinto es la respuesta al misterio de la muerte de Arnold, quien decidió morir al darse cuenta de que los “anfitriones” estaban empezando a tener conciencia propia; cualidad que, a sus ojos, les convertía en seres vivos, y por tanto se veía incapaz de seguir utilizándolos como meros juguetes al servicio del mejor postor. El descubrimiento de Dolores coincide con el “despertar” de Maeve, que recluta a otros “anfitriones” del parque iniciando una rebelión que se traduce en baño de sangre para los visitantes del “Westworld”.


Crítica: en 1968, el gran Philip K. Dick se preguntaba: “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?”, un título que siempre estimé bastante raro para un relato pero que encierra una reflexión bastante profunda sobre qué es lo que nos convierte en humanos y si, llegado el caso, cuando seamos capaces de crear una verdadera “inteligencia artificial”, nos convertiremos en esos dioses Saturno y Cronos que devoraban a sus hijos… y si estos a su vez serán una suerte de Zeus que terminarán por “matar a su padre”. Dick siguió ahondando en ello en otro relato, “The Minority Report”, en cuya adaptación cinematográfica veíamos a unos padres que “adoptaban” a un niño robot para suplir la ausencia de su hijo comatoso. Como siempre, la realidad supera la ficción y ya hay algunos ricos que están pagando exorbitadas sumas de dinero para que clonen a sus mascotas; es decir, su único objetivo es saciar su voluntad de no sufrir dolor frente a una pérdida, independientemente de que el nuevo ser creado en la probeta de un laboratorio tenga o no identidad propia como individuo más allá de ser una mera “copia”. Por reincidir en estos mismos temas que no me negaréis que son apasionantes, “Westworld” era una serie que se prometía como interesante. Máxime cuando supimos que su desarrollo iba a costar 100 millones de dólares (lo mismo que una superproducción de Hollywood) y que iban estar impliados actores de la talla de Hopkins, Harris o Wood, amén de Jonathan Nolan como “showrunner”, el tipo que escribió aquel relato lleno de “easter eggs” que sirvió de base para la notable ópera prima de su hermano, Christopher, en “Memento”. Sin embargo, he de reconocer que el inicio de la serie me dejó tan frío como la personalidad de sus protagonistas robots. El rollo de los “anfitriones” y los “huéspedes” me despisto, sobre todo porque había dado por hecho que el personaje de Ed Harris era un trasunto del Yul Brynner de la cinta original (es decir, un androide), y en la serie se comportaba como un humano. Vamos, un caos. Los primeros capítulos eran muy bonitos, muy cuidados, con una factura técnica impresionante, y con un elenco coral cuyas tramas personales eran interesantes, aunque algunos caían en la repetición simultánea, lo que me creaba sopor cuando aparecían en pantalla, caso del rol de Thandie Newton. De tal modo que la aparqué sin muchas ganas de ver cómo seguía. Craso error. Quizás seá porque me he dejado llevar más por esta generación del “fast food” que va directa al meollo, sin prolegómenos ni cena previa con velitas, pero “Westworld” termina siendo la gran serie que todos esperábamos, con constantes capas superpuestas al estilo de una “matrioska” rusa, y algunos giros argumentales en su tramo final que no te esperas, o que lo ves venir pero te dan igual porque están narrados de forma sublime. Tan sublime como el personaje de Newton, que va creciendo a pasos agigantados. Todo el elenco, en verdad, tiene sus momentos de lucimiento, más allá de una Evan Rachel Wood que de seguro es la mejor actriz televisiva de la temporada. Por cierto, “helado” me quedé al saber que en una carta a la revista “Rolling Stone”, a raíz de la entrevista sobre su personaje en la ficción, confesó que se había sentido identificada con su rol porque ella misma había sido violada dos veces en el pasado y sufrido posterior rechazo por su condición de bisexual, lo que había derivado en un postrero intento de fallido. Desde luego, parece que el rol de Dolores estaba hecho a su medida… por desgracia.



Resumiendo: HBO quería a su sucesora de “Juego de Tronos” toda vez que el final de ésta ya se vislumbra en el horizonte, y sin duda la tiene en “Westworld”. Una ficción de cocción lenta, como los buenos guisos, que te entretiene y además te hace pensar. Lo variado de su reparto le otorgan además una polivalencia extrema, y el recurso de entremezclar distintas líneas temporales para despistar al espectador está bien resuelto, si bien habrá que ver cómo se lo montan en la siguiente tanda de capítulos, porque el truco está pillado. Piruetas narrativas, sin embargo, que tampoco le hacen falta, pues su mera base argumental ya es bastante interesante para hacerte amar unos personajes que ya se han mostrado en su plenitud y sólo deseas seguir sus pasos con la misma solvencia con la que lo han hecho hasta la fecha. De visionado obligado, tanto si eres fan de la “ci-fi” o si eres de los que piensan que es una “Lost” en el salvaje Oeste. Déjate sorprender.

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