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jueves, 20 de abril de 2017

Crítica de "MAD MAX 2" (1981)


Año: 1981. Escrita y dirigida por: George Miller (“Babe, el cerdito valiente”). Intérpretes: Mel Gibson (“Braveheart”), Bruce Spence (“Dioses de Egipto”), Michael Preston (“Guerra en el planeta del Jedi”), Vernon Wells (“Commando”), Emil Minty (“Peter and Pompey”), Max Phipps (“The Rocky Horror Show”), Kjell Nilsson (“Man of Letters”), Virginia Hey (“007: Alta tensión”). Presupuesto: 4.5 millones de dólares. Recaudación: 10-8 millones. Premios: ganó varios Saturn Awards, entre otras distinciones, y muchas listas de revistas como “Empire” la consideran una de las mejores secuelas de todos los tiempos.


Franquicia: precedida por “Mad Max”, en 1979, y completada posteriormente con “Mad Max 3: Más allá de la cúpula del trueno” (1985), esta segunda entrega responde a la insatisfacción que le produjo la realización de la cinta original a Miller, y considerando que el éxito de aquella podría permitirle un desarrollo mejor y con más presupuesto. Durante décadas, los rumores sobre una cuarta película, con Gibson de nuevo como protagonista, frecuentaron regularmente los “mentideros” de Hollywood, si bien al final dicha entrega, “Mad Max: Fury Road” se postergó hasta 2015, con Tom Hardy haciendo un papel para el que ya se consideraba muy mayor al intérprete original de la saga. El éxito de dicha secuela, que también incluí a Charlize Theron y Nicholas Hoult en el elenco, llevó rápidamente a Warner Bros a anunciar una nueva trilogía, cuya continuación llevaría por título “Warlands” y podría contar de nuevo con Theron en el elenco, si bien todavía no ha habido novedades al respecto.


Sinopsis: tras haber perdido a su familia, Max Rockatansky recorre los páramos desérticos de una Australia post-nuclear acompañado de su perro pulgoso y buscando combustible, peleando contra las hordas de saqueadores. No tardará en dar con una fortaleza con pozos de petróleo asediada por las huestes de Humungous, el “ayatollah del rock and roll” y su lugarteniente Wez. Max terminará haciendo un pacto con el grupo de sitiados: él consigue un vehículo en el que puedan huir, y ellos le dan todo el combustible que pueda transportar.


Crítica: “Mi vida se apaga. Mi vista se oscurece. Sólo me quedan recuerdos; recuerdos que evocan el pasado.una época de caos, de sueños frustrados… éste páramo… Pero sobre todo recuerdo al guerrero de la carretera… el hombre al que llamábamos Max”. Sólo tenía 25 años y ya era una estrella del cine de acción, sin tan siquiera haber puesto un pie en Hollywood. Mucho antes, incluso de su “Arma Letal”. Con un carisma a prueba de bombas, Gibson construía un mito que le había regalado George Miller, creador de la trilogía (pronto, también director del “reboot”), que grababa en piedra lo que a partir de entonces serían los mandamientos para toda cinta apocalíptica que se preciase de serlo; curiosamente, partiendo de un western “tuneado” de ciencia-ficción y serie B que también tiene sus paralelismos con “la trilogía del dólar” de Sergio Leone. “El guerrero de la carretera” no es, en esencia, una secuela al uso, sino un producto de acción brutal, salvaje y sin concesiones que se aprovecha de lo plantadado en su predecesora pero plantea un escenario completamente nuevo, de manera que funciona como una unidad independiente. Épica, medieval, sucia y simple al mismo tiempo, la importancia capital de “Mad Max 2” fue luego copiada por cineastas como Robert Rodríguez, sagas enteras de películas como “Fast & Furious”, revistas como “Heavy Metal” o mangas como “El puño de la estrella del norte”, que se mostraban igual de cautivados que el resto de los espectadores con su estética sado-punky y su formato de leyenda tribal, apelando a nuestro más primitivo código genético (representado por el entrañable niño del boomerang… que llegará a ser jefe de su tribu) para vivir una experiencia que pocas veces ha vuelto a ser tratada así en el cine. Una obra capital del género, sin duda, repleta de pequeños detalles que por momentos se acercan a la poseía violenta de tintes mesiánicos (los pobres cautivos crucificados, Max “levitando” sobre el paisaje tras su accidentada huida , etc). Al margen de Gibson, claro, nada hubiera sido posible sin Miller, un director inclasificable y de mirada inquietante, en cuya filmografía tenemos dramas como “El aceite de la vida” o films infantiles (aunque turbadoramente adultos) como las dos entregas de “Happy Feet” o “Babe, el cerdito valiente”. Todo lo anterior, cristaliza en una de las secuencias de acción más tensas y con mejor pulso jamás filmada: la persecución final a modo de señuelo que no puede terminar bien.


Resumiendo: hay pocas películas que aguanten tan bien el paso del tiempo más de treinta años después de haber sido gestadas. Ya sólo por eso, “Mad Max 2” merece la pena ser rescatada. Pero además, es uno de los films de acción más influyentes de la historia, y sin ella, ninguna de las sagas de blockbusters que hoy en día conocemos habrían llegado siquiera a existir.


Memorable: los “gadgets” a modo de “set pieces” que salpican el metraje: desde la bomba trampa del V8 hasta el “girocóptero” o ese propulsor precursor del “óxido nitroso”.


Mejorable: es tan enigmáticamente atractiva que te sabe a poco después de verla. Tienes ganas de más y más de ese aterrador universo, y no te sacias por muchas veces que la veas.


Curiosidades: tras el estreno de la primera “Mad Max”, Miller recibió numerosas ofertas por parte de Hollywood, incluyendo la dirección de la primera adaptación de “Fresh Blood” (conocida en España como “Acorralado”, y que presentaba el icónico personaje de John Rambo). Sin embargo, tras el desarrollo en Los Ángeles de un proyecto que no llegó a cuajar, Miller optó por la secuela. Entre sus influencias, cita la obra de Joseph Campbell, “El hombre de las mil caras”, curiosamente otro de los referentes de George Lucas para su concepción de “Star Wars”. Cabe reseñar que la primera entrega no tuvo un buen rendimiento en Estados Unidos debido a la mala distribución, así que Warner Bros optó por renombrarla únicamente como “Road Warrior” (“El guerrero de la carretera”), sin que en ningún momento se hiciese mención a que se trataba de una segunda parte. Por último, entre las muchas anécdotas de su legado, destacar que desde 2010 existe un museo en su Australia natal, cerca del lugar donde se rodó la cinta.



Parafraseando: mientras el grupo piensa en rendirse, Max espera jugando con su caja de música hasta que decide interrumpir con un silbido: “Hace dos días vi un vehículo que podía remolcar ese tanque de gasolina. ¿Queréis salir de aquí? Hablad conmigo?”.

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