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martes, 15 de agosto de 2017

Crítica de "AMERICAN PIE" (1999)


Año: 1999. Dirigida por: los hermanos Paul y Chris Weitz (“Un niño grande”). Intérpretes: Jason Biggs (la serie “Orange is the new black”), Chris Klein (el remake de “Rollerball”), Seann William Scott (“¿Colega, dónde está mi coche?”), Thomas Ian Nicholas (“El novato del año”), Mena Suvari (“American Beauty”), Tara Reid (la franquicia “Sharknado”), Eddie Kaye Thomas (la serie de la CBS, “Scorpion”), Eugene Levy (“Doce fuera de casa”), Shannon Elizabeth (“Scary Movie”), Alyson Hannigan (la serie “Cómo conocí a vuestra madre”), entre otros.  Presupuesto: 11 millones de dólares. Recaudación: 235 millones.


Franquicia: tras el éxito de la entrega que nos ocupa, se lanzaron tres secuelas directas; las dos primeras con una cadencia de dos años y la cuarta (y última, hasta la fecha) en 2012. Paralelamente, entre 2005 y 2009 se comercializaron en el mercado doméstico cuatro spin-offs centrados en el hermano pequeño y los primos de Stifler (el personaje de Sean William Scott), si bien no hay ninguno de los actores protagonistas que aparezca en estas secuelas y muchos ni tan siquiera las contemplan dentro del canon oficial de la franquicia. En total, las películas estrenadas en cines tuvieron un presupuesto de alrededor de 145 millones de dólares y recaudaron, en su conjunto, cerca de mil millones.


Sinopsis: Jim y sus colegas Oz, Finch, Kevin y Stifler están a punto de terminar el instituto e iniciar una nueva vida en la universidad. Como todos los adolescentes, sin embargo, lo único que les preocupa es una cosa: perder la virginidad. De esta manera, hacen un pacto entre todos para apoyarse mutuamente con sus respectivas chicas y conseguir de una vez por todas dar “el gran paso”. ¿Lo conseguirán?


Crítica: “Tú eliges: o te declaras… o haces que se corra”. Internet en pañales, películas codificadas del “Canal Plus”, esconder en sitios inimaginales revistas porno… “American Pie” no es sólo un ejercicio retro-activo de nostalgia hacia tus días de instituto, sino también una constatación de lo rápido que ha avanzado internet… sobre todo en lo que a materia de porno se refiere. Cuando se estrenó esta cinta, yo ya tenía constancia de que existía una serie de películas tituladas “Porky´s”, pero yo era demasiado joven en su día para haberlas visto. Y, pese a que muchos dicen que la que nos ocupa no es sino un falso remake de las mismas, yo creo que hay algo más detrás de ella. Sí, es cierto: sus protagonistas están deseando “meterla en caliente” (que, básicamente, es el gag que da título al film), pero también tenían algo de entrañables, por lo patéticos que resultaban y, por ende, el modo que tenían de sentirnos reflejados en ellos. Sé que a día de hoy todos nos quedamos con las desternillantes escenas del “vaso de cerveza espumosa” o la “pillada” de los padres del prota al principio del metraje (amén de la expresión “MQMF” que se quedó a perpetuidad en nuestro léxico), pero yo me he reído más en esta ocasión con la sencilla torpeza de Jason Biggs armándose de valor para acercarse a hablar con la chica de sus sueños… y quedar en evidencia cuando se empieza a reír sin saber de qué están hablando ella y sus amigas. ¿Quién no ha metido la pata de esa forma en algún momento? Y el modo en que se ríen de él sus colegas por las camisas que lleva (de verdad que eran horribles… ¿por qué nos vestíamos así), o la vergüenza ajena del grandioso Eugene Levy intentando quitarle hierro a todo lo que hace su hijo e intentando aconsejarle de sexo. Puede que no sea la mejor película del mundo, pero te hace reír en muchos momentos (¿no es eso, a fin de cuentas, lo que se le pide a una comedia?), y te deja, a día de hoy, cierto poso de nostalgia por recordarte aquellos tiempos mozos en los que éramos unos auténticos patanes a la hora de relacionarnos con especímenes del sexo contrario. Bueno… ¿y no lo seguimos siendo ahora? Eso sí: las secuelas eran totalmente prescindibles. P.D.: nunca he creído que “la tercera fase” sea comparable a “enchufarla” en una tarta de manzana caliente. Aunque… tampoco he hecho la prueba con la tarta. Um… esto me ha dado algo en lo que pensar.


Curiosidades: el éxito de esta primera entrega suscitó todo un “revival” de películas adolescentes (y no tanto) con cierto toque sexual. Algunas herederas directas de esta moda fueron “Road Trip (Viaje de pirados)” (“Road Trip”, Todd Philips, 2000), “40 días y 40 noches”, (“40 Days and 40 Nights”, Michael Lehmann, 2002) “Van Wilder Animal Party” (“Van Wilder Pary Leiaison”, Walt Becker, 2002) o “La cosa más dulce” (“The sweetest thing”, Roger Kumble, 2002)., entre muchas otras.


Memorable: quedaría muy pajillero si destacase aquí el “momento tetas” de Shannon Elizabeth, ¿no? Bah, ¿qué coño? De lejos, sigue siendo lo mejor de la película. La verdad es que la chica estaba impresionante y se convirtió en un sex symbol para toda esa generación que desgastamos el VHS de tanto “rebobinar” y “pausar” en aquella mítica secuencia. Qué lástima que después no haya vuelto a hacer nada destacable.


Mejorable: si bien también hay que decir que no llegan a profundizar mucho en esta vertiente, es cierto que en el tramo final, y como ocurre en muchas otras comedias, se apela un poco al dramatismo y la nostalgia, personificados en la única pareja “real” que existe durante todo el metraje y que, ironías de la vida, cuando realmente llegan a “consumar” se dan cuenta de que no están hechos el uno para el otro. ¿Mensaje subliminal para abrazar el sexo sin reservas y cuanto antes?



Parafraseando: Jim está pasando una soporífera velada junto a su acompañante a la fiesta de fin de curso, una “nerd” que no para de hablar sobre sus aventuras como “boy scout musical”. Hasta que de repente….: “Oh, y una vez en el campamento de música, me metí una flauta en el coño” “¿Cómo has dicho?” “¿Qué? ¿Crees que no sé hacerme una paja? De eso va gran parte el campamento: de educación sexual. Bueno, ¿vamos a follar o qué? Empiezo a estar un poco impaciente”.


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