Año: 2009. Escrita,
producida y dirigida por: James Cameron (“Mentiras arriesgadas”). Intérpretes:
Sam Worthington (“Terminator Salvation”), Stephen Lang (la serie “Terra Nova”),
Zoe Saldana (Gamora en “Guardianes de la Galaxia”… ver crítica), Sigourney
Weaver (la teniente Ripley de la saga “Alien”), Michelle Rodríguez (“Fast &
Furious”), Giovanni Ribisi (“Ted”… ver crítica), Joel David Moore (“Cuestión de
pelotas”). Presupuesto: 237 millones de dólares. Recaudación: 2788 millones. Premios: fue nominada a 9 premios Oscar,
incluyendo Mejor Película y Mejor Director, si bien acabó ganando tres de ellos
correspondientes a apartados técnicos.
Franquicia: tras
muchos años de desarrollo, por fin Cameron y 20th Century Fox parecen estar
preparados para la realización de las cuatro secuelas que compondrán una
pentalogía a estrenar en diciembre de los años 2018, 2020, 2022 y 2023 (siempre
y cuando no haya más cambios, claro). Cameron ha confirmado que los libretos de
todas las secuelas están completamente terminados, y que explorarán otras
facetas del planeta Pandora, como la vida marina. La producción de “Avatar 2”
ya ha comenzado, con Cliff Curtis, actor protagonista de “Fear The Walking Dead”,
como principal novedad. También se ha desvelado que Stephen Lang continuará
siendo el principal villano de la saga.
Sinopsis: Jake
Sully es un marine tullido al que el azar lleva a cumplir una misión en el
planeta Pandora, un mundo rico en un preciado mineral cuyo único obstáculo para
ser extraído es la oposición de los nativos conocidos como Na´Vi, una suerte de
indígenas no muy evolucionados pero que están conectados de una forma casi
espiritual con la naturaleza que les rodea. A pesar de su torpeza y de no haber
sido adiestrado para ello, Jake consigue dominar pronto su “avatar” (un clon de
la raza Na´Vi al que se conecta de manera neuronal para infiltrarse entre la
población nativa) y establece una relación con Naytiri, la hija del jefe del
poblado, que poco a poco le enseñará a ver su mundo con sus mismos ojos. Aunque
puede que sea demasiado tarde para evitar que el pérfido coronel Miles Quaritch
termine talando el Árbol de las Almas, auténtico corazón de todo el planeta.
Crítica: la
primera vez que vi “Avatar” no me fascinó tanto como a quienes me acompañaban. En
pocas palabras, su historia me parecía “simplona”. Sin embargo, acabé
avasallado por su despliegue visual, que justificaba todo el revuelo que
generaba a su paso (y pese a que a mí en ocasiones me parecía estar viendo una
cinemática de videojuego pero en pantalla grande). Realmente, con esto ya he
dicho todo lo que podría esperarse de una reseña cinéfila, pero aún así me
extenderé un poco más para justificar el sueldo. Es cierto que la premisa
argumental remite directamente a una “Pocahontas” en versión futurista; a una
colonización del continente americano pero dentro del género de la
ciencia-ficción; que sus protagonistas son bidimensionales y que su lenguaje
pacifista y pro-naturista es de una simpleza que raya en lo absurdo. Pero… ¿qué
mierda de quimérica experiencia vital esperábamos encontrar en lo que nunca
pretende ser nada más que una película de aventuras con un presupuesto
desorbitado? Todas aquellas críticas que, imagino, acabaron privándole de un
merecido Oscar para dárselo a su “ex” y su “En tierra hostil” (“The Hurt Locker”,
Kathryn Bigelow, 2008) no sólo me parecen injustificadas a día de hoy, sino
fruto de la pataleta de los incapaces; aquellos que en su día le vieron
autoproclamarse como “rey del mundo” en un acto de sincera alegría, y estaban
deseando (y lo siguen haciendo) que el tipo se la pegase bien gorda para “ponerle
los pies en la tierra”. Quizás el error estriba en ese pensamiento; en intentar
que “todos seamos iguales”. En pretender que un soñador deje de soñar. Hace poco,
Christopher Nolan (otro premiado con la varita del talento eterno) manifestó
que no concebía ninguna de sus películas para ser visionadas en ningún otro
sitio que no fuese la pantalla grande de un cine. Y, con esto, no pretendía
ningunear a los que prefieren un tipo de historias más “pequeñas” o “humanas”,
sino sencillamente definir su cine como un esfuerzo por acercarlo a aquello que
en su día se vendió como “el mayor espectáculo del mundo”, y que desde hace ya
unos añitos languidece semana sí y semana también por culpa de los
distribuidores, los complejos multi-salas, la nueva tendencia a consumir
películas en la pantalla de un ordenador, la competencia de los videojuegos y
etc, etc. En resumidas cuentas, “Avatar” no deja de ser un entretenimiento en
mayúsculas. Ni más ni menos. Y lo cierto es que en ese sentido cumple con creces
su cometido. Y puede que verla no “te cambie la vida”, pero en cierto modo, sí
cambió el cine tal y como lo conocíamos en ese momento. Ahora ha pasado casi
una década y está por ver si sus postergadas continuaciones llegarán siquiera a
estar a la altura de la original. Puede que entonces sea cuando Cameron se la
pegue. O puede que tengamos que seguir esperando.
Curiosidades: el
inicio de “Avatar” se remonta a 1994, cuando Cameron escribió un tratamiento de
guión de 80 páginas. La idea era que la cinta se estrenase en 1999, con Cameron
poniéndose manos a la obra en el desarrollo tras el estreno de “Titanic”, en
1997. Sin embargo, el realizador consideró que la tecnología todavía no estaba
lo suficientemente avanzada como para llevar a la pantalla lo que tenía en la
cabeza, motivo por el que el estreno se demoró una década. El propio director
colaboró codo con codo para el desarrollo de la tecnología necesaria para
llevar la película a cabo, incluyendo el perfeccionamiento de las técnicas en
3D y formato IMAX, lo que situó el presupuesto final, según varias fuentes, en
más de 300 millones, a los que habría que sumar otros 150 en promoción. A pesar
de esto, “Avatar” batió todos los récords de exhibición hasta la fecha,
superando el propio récord obtenido por Cameron y su “Titanic” y siendo aún hoy
en día la película más taquillera de todos los tiempos.
Memorable: aunque
se ve venir de lejos, cuando Jake se convierte en el jinete “Torok Makto” y la
subsiguiente épica cuando el planeta entero se rebela contra los “aliens”
invasores. Dan casi ganas de llorar. He de decir, como anécdota, que en su día
y en el cine de barrio donde la vi por primera vez, dicha secuencia despertó un
espontáneo aluvión de aplausos; algo que nunca antes había visto durante una
proyección.
Mejorable:
personalmente, no tuve ninguna simpatía por la moda del 3D que suscitó el éxito
de la cinta que nos ocupa. Muchas, de hecho, se estrenaban sin contar apenas
con efectos que justificasen el estreno en dichas salas (más allá de para
cobrarte el correspondiente “plus”, claro). Y todo porque después de “Avatar”
se estrenó también con el mismo formato “Alicia en el País de las Maravillas”,
que también recaudó más de mil millones, y tanto estudios como exhibidores se
creyeron que todo el monte era orégano. ¡Incluso tuvimos un “Torrente 4 en 3D”!
Por no decir que este tipo de proyecciones lastraba la cromaticidad del resto
del metraje. Vamos, que pagabas “más”… por verla “peor”.
Parafraseando:
personalmente, me hizo mucha gracia tanto en el primer visionado como en este
último, cuando Naytiri intenta que Jake no espante con aspavientos las semillas
del árbol sagrado que le están rodeando y le grita: “¡Tanga!”. No sé por qué no
se utilizó otra palabra, al menos en su doblaje al español. Pero si hay una
línea de diálogo que realmente identifica a la película y que tiene más de un
significado es la forma en que los nativos tienen de reconocerse entre ellos
diciendo: “Te veo”.
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