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jueves, 31 de agosto de 2017

Crítica de "DRÁCULA, de BRAM STOKER" (1992)


Año: 1992. Dirigida por: Francis Ford Coppola (“El padrino”). Intérpretes: Gary Oldman (“El topo”), Winona Ryder (“Eduardo Manostijeras”), Keanu Reeves (el Neo de “The Matrix”), Richard E. Grant (“Game of Thrones”), Cary Elwes (“La princesa prometida”), Billy Campbell (“Rocketter”), Sadie Frost (“Love, Honour and Obey”), Monica Bellucci (“Irreversible”), y el músico Tom Waits, entre otros. Presupuesto: 40 millones de dólares. Recaudación: 215 millones. Premios: entre otros, ganó 3 premios Oscar: Mejor Vestuario, Maquillaje y Edición de Sonido.


El origen: basada, como su propio nombre indica, en la novela de Bram Stoker de 1897 (el nombre del escritor se utilizó en el lanzamiento de la cinta para subrayar que ésta sería una adaptación fiel del personaje, alejada de la iconografía de la productora Hammer), el germen de la producción nos lleva hasta otra mítica saga, la de “El padrino”, y más concretamente, al rodaje de su tercera entrega, en 1990. Allí, Coppola tuvo un verdadero conflicto a la hora de elegir una actriz para encarnar el rol de la hija de Michael Corleone (Al Pacino). Se habló de Julia Roberts, Madonna… y Winona Ryder, quien finalmente firmó para tal efecto. Sin embargo, llego el día del inicio de rodaje, la actriz fue sustituida por la hija del propio realizador, y nunca se ha sabido si fue Ryder quien abandonó o Coppola quien propició el cambio. El caso es que ambos prometieron darse un tiempo y volver a verse, para acallar los rumores sobre su enfado, y fue entonces cuando la actriz le llevó el libreto de “Drácula”, que a Coppola le gustó porque parecía un sueño erótico de dos horas de duración.


Sinopsis: Jonathan Harker es un joven abogado británico obligado por su firma a viajar hasta Rumanía para hacerse cargo de los deseos de su cliente, un misterioso conde que dice ser descendiente del mítico Vlad El Empalador. Paralelamente, la vida de su prometida, Mina, en Londres, no parecen atravesar un buen momento, cuando su mejor amiga cae presa del influjo de una misteriosa criatura que la tiene cautivada en cuerpo y alma. Todo lo ocurrido acabará desembocando en la llamada al prestigioso Abraham Van Helsing, quien les revelará la verdad: lo que están sufriendo no proviene de este mundo. se enfrentan a un ser por encima del bien y del mal. Se enfrentan con… un vampiro.


Crítica: “He cruzado océanos de tiempo para encontrarte”. La leyenda dice que los ejecutivos que vieron la película antes de su estreno, siempre tan acertados en sus predicciones, la bautizaron como “La hoguera de los vampiros”; un juego de palabras con la adaptación de “La hoguera de las vanidades” dirigida por BRIAN DE Palma, que había sido un rotundo fracaso de taquilla. Según los “videntes” de Columbia Pictures, la cinta era tan “barroca”, “extraña” y “grotesca”, que difícilmente seduciría a la audiencia. ¡Que listos eran! “Drácula” no sólo fue un éxito, sino que, en su pequeña parcela, lo cambió todo en su género. Y es que a día de hoy, que si “Crónicas Vampíricas”, que si “Crepúsculos”, que si “Underworld”, que si “Condemor”… estamos un poco saturados del género vampírico , la verdad. Pero toda esta moda que parece no tener fin tuvo un principio. Y ese principo… es el “Drácula, de Bram Stoker”. Y lógicamente, no me refiero únicamente a la novela original, que recomiendo desde aquí encarecidamente pese a llevar más de un siglo escrita. Ésta es una de esas películas casi “redondas”, donde se conjugó el proyecto perfecto para las personas indicadas. Una cinta casi de otro tiempo, debido al acertado uso que Coppola hizo de los efectos visuales “artesanales”. Y no me refiero sólo a las escenas que implican a criaturas o secuencias de acción. La planificación de toda la historia por parte de Coppola es la de un niño que se está divirtiendo con lo que hace, con unas transiciones y juegos de sombras cercano al teatro de marionetas, y una puesta en escena sencillamente abrumadora. Coppola quería hacer un guiño a los inicios del séptimo arte (del que se hace mención en la propia película), con ese poder subyugante de “generar” ilusiones en el espectador, donde muchas veces se “insinuaba” en lugar de “enseñar”. Y a fe que lo consigue. El metraje avanza durante su primer tercio como un carruaje de caballos en medio del bosque balcánico (lo que, no obstante, produce también cierta confusión en algunos pasajes), y se juega hábilmente con la narrativa de la historia respetando el juego original del propio Stoker, cuya novela estaba ensamblada merced a la correspondencia y diarios de todos los implicados en la misma. Mención especial me gustaría dar a la banda sonora de Wojciech Kilar, que se convierte en un instrumento más de seducción aterradora, y al tema de Annie Lennox utilizado para la promoción del film, “Love Song for a Vampire”, que escuché una y otra vez en el momento del estreno. Causante también de numerosas parodias e imitaciones, si por algo es recordada “Drácula” es la impactante y poderosa caracterización de Gary Oldman, completamente entregado a la causa (ojo al movimiento de sus manos) y la dualidad como “ángel caído” de la que dota a su personaje. Siempre habíamos sabido que el vampiro tenía un corazón, pero no fue hasta esta película que entendimos que servía para algo más que para clavarle una estaca. Otra cosa, puestos a quedarnos con “lo malo”, sería hablar de la interpretación de Reeves y su acento londinense, considerado como uno de los peores de la historia del cine, pero bueno… Siempre hemos sabido que lo mejor que ha tenido Keanu “Cara de Palo” Reeves ha sido la elección de sus papeles. Por eso pasará a la historia del cine, y ya lleva más de treinta años en la profesión. Por algo será. En conclusión, que esta “Drácula, de Bram Stoker” vino a dignificar un género de terror casi siempre denostado, y cambió la forma de verlo, entenderlo y realizarlo… hasta nuestros días. Si todo eso te parece poco… pues también es una grandísima película. Nos e puede decir más.


Curiosidades: el éxito de la película suscitó una adaptación de cómic realizada por Roy Thomas (guión) y Mike Mignola (dibujos). También pudo verse en los salones recreativos de la época una máquina de pinball inspirada en la película y figuras de acción con los personajes, así como un juego de mesa. Posteriormente, cuando se lanzó para el mercado doméstico en el VHS de la época, se comercializó una edición de lujo presentada en forma de ataúd, que contenía la película y una edición de bolsillo de la novela original de Stoker.


Memorable: las concubinas del conde, y la escena de sexo con Reeves, incluyendo a una desconocida por entonces Mónica Bellucci. En general, y tal y como quería Coppola, el erotismo que siempre había acompañado la leyenda de los vampiros impregna aquí cada fotograma del metraje, lo que incluye también el juego cromático con el vaporoso vestido rojo de la “libertina” amiga de Mina, o el blanco virginal usado por la misma en toda su vestimenta.


Mejorable: dejando a un lado lo apuntado acerca de Reeves, lo cierto es que poco o nada podemos decir negativo acerca de la película. Incluso la elección de Coppola de escenarios recreados en el interior del estudio, que fue tomada únicamente para controlar los gastos de producción que siempre le habían acompañado en su carrera, ayudan a imbuir de una atmósfera “irreal” a todo el conjunto que, en este caso en conreto, le viene como anillo al dedo.



Parafraseando: tras haberla cortejado durante semanas, y a pesar de que ella acaba casándose con su prometido, cuando el príncipe de las tinieblas vuelve a acudir a su encuentro, la joven Mina se deshace a los encantos de su amado, quien no puede evitar confesarle quién es realmente: “Yo… soy… nada. Sin vida. Sin alma. Odiado y temido. Estoy muerto… para todo el mundo. escúchame. Yo soy el monstruo al que los hombres vivos matarían. Yo… soy… Drácula”. 

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