Año: 2017. Basada en:
la novela homónima de 2013 escrita por Dave Eggers. Director: James Ponsoldt (“Aquí
y ahora”). Intérpretes: Emma Watson (“La bella y la bestia”… ver crítica), Tom
Hanks (“Inferno”… ver crítica), John Boyega (“Star Was: El despertar de la
fuerza”), Karen Gillian (“Guardianes de la galaxia”… ver crítica), Bill Paxton
(la serie de “Training Day”), Ellar Coltrane (“Boyhood”). Presupuesto: 18
millones de dólares. Recaudación: 30 millones.
Sinopsis: la joven
Mae Holland sueña con tener un trabajo mejor con seguro médico que cubra
también a su padre, afectado de esclerosis múltiple. Sus deseos parecen
cumplirse cuando gracias a la intercesión de una amiga consigue un puesto de
trabajo en la prestigiosa empresa “El círculo”, liderada por el carismático
genio de las telecomunicaciones, Eamon Balley. Sin embargo, y tras sentirse
presionada por el nivel de implicación, no sólo laboral sino también personal,
a que le obliga su nuevo trabajo, Mae acaba cometiendo una infracción que casi
le cuesta la vida. Será a partir de ese momento cuando decida llevar una cámara
que retransmita todos sus movimientos, conversaciones y pensamientos las 24
horas del día. Algo que pronto la sitúa como principal “influencer” del mundo…
y, por ende, una de las más peligrosas armas de la compañía.
Crítica: “El
círculo” plantea algunas preguntas interesantes y contiene una trama atractiva
relativa a la transformación psicológica por la que transita su protagonista. Ya
sólo con esto, y entendiéndose dentro de los cauces de ese nuevo género
literario que se ha dado en conocer como “chick lit”, contiene alicientes para
mantenerte enganchado a su metraje. Sin embargo, cuando intenta ser más
ambiciosa en su propuesta y desviarse por los vericuetos del thriller más
convencional, en la línea de clásicos como “La tapadera” (“The Firm”, Sydney
Pollack, 1993) o productos menos apreciados como “Conspiración en la red” (“Antitrust”,
Peter Wright, 2001), se desmadeja con una facilidad pasmosa, incapaz de
construir un relato que vaya más allá del infantil postulado de “buenos” y “malos”,
y reduciendo todo su bagaje anterior en un desenlace tan previsible, transitado
e irrisorio que el visionado de la película termina produciéndote cierta vergüenza
ajena. Las inconsistencias tonales de esta segunda vertiente quedan patentes en
el burdo tratado que hace de los roles de Tom Hanks y John Boyega. El primero
es un mero “espantapájaros” que lleva la etiqueta de “malo de la película”
pegado a la frente (intuimos, escrito en el cuantioso cheque que deben haberle
pagado para aceptar el que es sin duda uno de los papeles más pobres de toda su
carrera)… pero lo de Boyega es aún peor. Su funcionalidad en toda la trama es
de un servilismo que da náuseas. Una herramienta sacada de un manual para
tontos sobre cómo escribir libretos cuya existencia únicamente se justifica
como el instrumento pertinente para cerrar la historia. Como una suerte de “séptimo
de caballería” que llega en los últimos instantes para salvar los muebles
porque “casualmente” estaba en el momento y lugar apropiados. Todo ello, en
conclusión, echa por tierra lo que, dentro de los cánones del drama social
derivados de entrar en la madurez adulta, podría haber sido un pasatiempo
bastante decente y disfrutable. Apostar por unas arcaicas y rancias fórmulas
hollywoodenses son lo que, irónicamente dado su argumento y contexto, la
terminan denigrando como un producto aburrido, obsoleto y prescindible. Dos últimos
apuntes antes de finalizar. El primero, que es una lástima que éste sea el
último documento póstumo de Bill Paxton, en el que suponía su reencuentro con
Hanks tras “Apolo 13” (Ron Howard, 1995), si bien este tipo de cosas nunca
pueden preverse. El segundo, y más determinante de cara al futuro, es que
Watson llegaba a esta nueva cita con la cartelera tras haberla reventado
literalmente como la Bella de la última adaptación en imagen real de Walt
Disney; un éxito que muchos atribuían en parte a la presencia de la actriz en
el reparto. El estreno de “El círculo” y su pobre desempeño en taquilla nos
demuestran que esa percepción era errónea y que las estrellas que conseguían
arrastrar al público a cada una de sus producciones, son escasas y, quizás,
cosa ya de un pasado cinematográfico caduco.
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