Año: 2014. Título original: The Nut Job. Dirigida por: Peter Lepeniotis (animador
en películas como “Casper” o “Fantasía 2000”). Intérpretes (voces en la V.O.): Will Arnett (“Ninja
Turtles”), Brendan Fraser (“La momia”), Katherine Heigl (“Anatomía de Grey”), Liam
Neeson (“Venganza”), Stephen Lang (“Avatar”… ver crítica), Maya Rudolph (“La
boda de mi mejor amiga”), entre otros. Presupuesto: 42 millones de dólares. Recaudación:
128 millones.
Franquicia: la
película se basa en el cortometraje de 2005, “La ardilla Surly”, dirigido por
el propio Lepeniotis. A pesar de no contar con críticas entusiastas, la cinta
consiguió ser un pequeño éxito habida cuenta de tratarse de una producción
independiente, ajena a los grandes estudios, por lo que se dio luz verde a una
secuela, “The Nut Job 2: Nutty by Nature” (“Operación cacahuete 2: Misión
salvar el parque”, en España), que se estrenó este 2017.
Sinopsis: guiados
por el sabio mapache, loa animales del parque intentar recolectar todo lo que
pueden para hacer acopio de provisiones de cara al crudo invierno. ¿Todos?
Bueno, todos excepto Surly, una ardilla que va por su cuenta y sólo piensa en
sí mismo y en su propio sustento. Cuando Surly echa a perder la despensa del
resto de sus compañeros, estos deciden expulsarle de su hogar y enfrentarle al
inhóspito trasiego de la gran ciudad, donde Surly acabará viendo un filón en
una cuadrilla de gángster que planean robar un banco y han montado una tienda
de frutos secos como tapadera.
Crítica: hay bucólicos
paisajes pastorales en “The Nut Job” y una ambientación bastante fiel de la
Norteamérica de la década de los 50, lógicamente pincelada en los tonos pastel
con que Norman Rockwell la inmortalizase en sus ilustraciones. El contexto le
viene bien a la historia, por tanto en cuanto hay muchas reminiscencias a los “cartoons”
clásicos de la Warner Brothers, con su acción desenfrenada y violenta, llena de
cartuchos de dinamita, bofetones y “productos marca ACME”. Si habéis llegado
hasta este punto, estaréis pensando que estoy alabando y recomendando la
película que nos ocupa… pero no. Hasta aquí. Es todo lo bueno que puedo decir
sobre ella. Pese a lo señalado anteriormente y a que no deja de ser una
aventura “simpática”, lo cierto es que “Operación Cacahuete” es un producto que
se antoja como desfasado a día de hoy, donde Pixar y Disney nos han (mal)
acostumbrados a las dobles lecturas, la originalidad de sus producciones y,
sobre todo, a un tipo de “cine infantil” que gusta casi más a los adultos que a
los niños que supuestamente estamos acompañando “a regañadientes” a las salas
de cine. A propósito de esta comparativa, es muy significativo que la rata “Buddy”,
un pequeño roedor mudo que acompaña al protagonista de esta historia de manera
altruista… ¡sea calcada a su congénere de “Ratatouille” (Brad Bird, 2007)!
Supongo que no podemos hablar de plagio, porque las diferencias más allá de la
apariencia, entre una y otra, son abismales, pero… por ahí anda. Lo mismo pasa
con el “doble juego” que se establece entre el atraco al banco que planean los
humanos y el que quieren llevar a cabo los animalitos en la tienda de “chuches”.
Por estética y desempeño remite al clásico “Atraco perfecto” (“The Killing”,
1956, Stanley Kubrick), si bien éste acaba siendo el punto que más lastra
artísticamente a la cinta, pues se acaba echando a perder ese “espejo” de hilos
narrativos, ambos de los cuales, por cierto, se resuelven con una
previsibilidad que raya en el “timo” (pero, en este caso, al espectador, se
entiende). Con todo, el último guiño, con el que prefiero quedarme, es que el
epílogo tiene cierto aire “cool” cuando Surly, el protagonista casi absoluto de
la película, prefiere no recibir los aplausos y medallas de sus congéneres, lo
que sí es algo relativamente original en este tipo de historias sobre la “redención”
de la señalada “oveja negra” de una comunidad… que, por cierto, también exploró
Pixar en su mucho más recomendable “Bichos” (“A Bug´s Life”, 1998, John
Lasseter). Avisados quedan.
Curiosidades:
dado que gran parte de la financiación y la animación del film corren por
cuenta de Corea del Sur, en los créditos finales de la cinta se utiliza la
popular canción “Gangnam Style”, del músico Park Jae-seng, más conocido como “Psy”,
quien aparece caricaturizado y bailando con los protagonistas durante la
secuencia de créditos. Todo ello, pese a que el auténtico boom por la
cancioncita de marras se había producido dos años atrás, cuando Psy se coronó
como “rey de YouTube” al convertir el vídeo del single en el primero en superar
los mil millones de reproducciones en el servicio web. A día de hoy,
prácticamente ha triplicado esa cifra,; si bien, como era de esperar, nunca
hemos vuelto a escuchar nada acerca de este cantante. Vamos, lo que en inglés
se conoce como “one hit wonder”, o “artista de un solo éxito”.
Memorable: la
persecución con las horripilantes ratas del callejón; quizás los animales más
feos que se hayan visto en una película infantil. Realmente terroríficas. Lástima
que no se conviertan en las auténticas villanas de la función.
Mejorable: lo
previsible de su desarrollo y la cantidad de personajes que no aportan nada y
cuya función es meramente de “relleno”. No sólo entre los animales, sino
también en la cuadrilla de humanos que desfilan por el metraje (por cierto, que
la animación de estos últimos también está un paso por debajo al resto).
Parafraseando: finalmente,
Surly no tiene más opción que aceptar la ayuda del resto de animales del parque
para poder dar “el golpe” a la tienda de frutos secos, si bien toda la
operación estará supervisada por él mismo, quien alienta a sus compañeros
poniéndoles “los dientes largos” con el maravilloso botín que tienen a su
alcance: “Hablamos de almendras, cacahuetes, nueces, pistachos… ¡hay almendras
garapiñadas!” “¿Es un caramelo… o un fruto seco?” “¡Los dos!”.
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