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sábado, 26 de agosto de 2017

Crítica de "POSEIDÓN" (2006)


Año: 2006. Director: Wolfgang Petersen (“Troya”). Basada en: la novela “The Poseidón Adventure” de Paul Gallico. Intérpretes: Kurt Russell (“1997; Rescate en Nueva York”), Josh Lucas (“J. Edgar”), Emmy Rossum (“Dragon Ball: Evolution”), Richard Dreyfuss (“Tiburón”), Freddy Rodríguez (“Planet Terror”), Kevin Dillon (la serie “Entourage(El séquito”) y la cantante Stacy “Fergie” Ferguson, vocalista del grupo The Black Eyed Peas. Presupuesto: 160 millones de dólares. Recaudación: 181 millones. Premios: fue nominada a los Oscar en la categoría de Mejores Efectos Visuales (que perdió frente a “Piratas del Caribe: “El cofre del hombre muerto”).


Películas de desastres: la que nos ocupa es el remake de unos de los clásicos del “cine de catástrofes”, subgénero que surgió en la década de los 70 y que contó con títulos como “Aeropuerto”, “Terremoto” o “El coloso en llamas”. Ya en la década de los 90, hubo un “revival” gracias a la mejora de los efectos digitales, con peligros naturales de todo tipo: “Twister”, “Volcano”, “Deep Impact”, etc, si bien ha sido el director Roland Emmerich quién mejor partido le ha sacado, dedicándose a “destruir” el mundo en producciones como “Independence Day”, “El día de mañana” o “2012”.


Sinopsis: en la noche de fin de año, el crucero Poseidón es asaltado por una ola gigante, con cuya primera embestida morirán varios miles de los pasajeros, habida cuenta de que el barco dará completamente la vuelta. Un grupo de supervivientes que han quedado atrapados en el salón principal, entre los que se incluyen al ex alcalde de New York y un jugador de póker profesional, intentarán reptar por cada piso de la embarcación con el objetivo de salir al exterior por las hélices.


Crítica: lo sé. No he encontado ninguna reseña positiva de este film, razón de más que me llevan a escribir la mía propia y postular la que nos ocupa como una cinta de culto veraniega que casi diez años después de su estreno sigue tan digna como cuando injustamente pasó casi desapercibida por la taquilla mundial. No he tenido ocasión todavía de ver la original “La aventura del Poseidón” (1972), ni de leer la novela en que se basa, pero lo cierto es que me importa poco. Odio esas películas “de género” que de repente se vuelven pretenciosas e intentan de hacer de lo que no deja de ser un producto de entretenimiento, “algo más”. Amigos, esto es “Poseidón”, una peli de desastres que aún tenía muy presente a “Titanic” (James Cameron, 1997) y en cuya liga, desde luego, no quería jugar. Todos aquellos que se tragaron varias veces la de DiCaprio en pantalla grande para satisfacer las fantasías onanistas de sus novias y que sólo disfrutaban en el momento en que aparece el iceberg estarán contentos con esta “hermana menor”, donde no hay historia de amor que valga (al menos, no como para que lastre el resto de la acción) y en su apenas hora y media de metraje se encarga de presentar un tremendo “tour de forcé” con un grupo de supervivientes que se abren paso entre un mar de trampas, lo que más bien vendría a ser la versión “blockbuster” y acuática de del “Cube” de Vincenzo Natali. Tanto es así, que la cinta da comienzo presentando a la terna de arquetipos que servirán como posterior carnaza de tsunamis, explosiones o catástrofes varias, y a los diez minutos ya tenemos en el horizonte una ola gigante que lo pone todo, literalmente, patas arriba. Sólo había un director indicado para filmar esta obra, un Wolfgang Petersen que cerró aquí una trilogía atípica compuesta por “Das Boot (El Submarino)” (otra que ahora suena para remake), “La tormenta perfecta” y “Poseidón”. Bien es cierto, no obstante, que su mastodóntica epopeya llena de una complicación detrás de otra y el ninguneo tanto de crítica como de público le hicieron renegar de la industria y desde entonces no ha vuelto a dirigir nada. Una lástima. Frente a producciones que prometen mucha diversión y luego se quedan en nada, la que aquí tenemos es de esas honestas aventuras que parten con el único objetivo de aliviarte de la ola de calor que tiene lugar fuera de las paredes del cine. Eso sí, si eres de los que sufren de claustrofobia o empatizas demasiado con lo que ocurre en la pantalla… esta cinta te hará sudar como ninguna otra.


Resumiendo: todos sabíamos que el barco se hundía. Yo soy el primero que se quita el sombrero frente a un Cameron que consiguió disfrazar de drama épico lo que no dejaba de ser una película de desastres. Pero para eso ya está “Titanic”. Aquí se trata de otra cosa. La película empieza cuando se hunde el barco. Deja los kleenex para otros menesteres, porque aquí no habrá una viejecita lanzando al mar un collar. Coge las palomitas, la Coca-Cola y sube el volumen. Amén.


Memorable: la escena del ascensor, donde (aviso SPOILER) el personaje de Dreyfuss se ve obligado a deshacerse de un pesado “lastre” para seguir con vida. Una acción en la que ninguno de los otros roles se detienen a cuestionar, pero que te hace preguntarte a ti mismo hasta dónde serías capaz de llegar para sobrevivir.


Mejorable: ese plano de inicio, brutal travelling destinado a dejarte con la boca abierta ante la majestuosidad del buque, “canta un poco”. Quiero decir, que se nota que lo único real de la toma es el actor corriendo por la cubierta. Pero no le quita mérito como secuencia de inicio. Además, gracias a esta secuencia de dos minutos, la cinta tiene el récord Guinness de la “maqueta virtual” más grande jamás realizada. Y ya puestos, a modo de curiosidad, si la anterior versión de “La aventura del Poseidón” se basaba en el “Queen Mary”, gran parte de los escenarios digitales de la que nos ocupa se inspiraron en el “Queen Mary II”.



Parafraseando: a pesar de los esfuerzos de Dylan, el cowboy guaperas erigido como héroe del grupete, una de las jóvenes morirá ahogada, motivo por el que tendrá que ser consolado: “La vida y la muerte no entienden de justicia. Tú le diste una oportunidad a Elena. Nos la diste a todos. Gracias”.

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