Año: 2006. Director:
Wolfgang Petersen (“Troya”). Basada en: la novela “The Poseidón Adventure” de
Paul Gallico. Intérpretes: Kurt Russell (“1997; Rescate en Nueva York”), Josh
Lucas (“J. Edgar”), Emmy Rossum (“Dragon Ball: Evolution”), Richard Dreyfuss (“Tiburón”),
Freddy Rodríguez (“Planet Terror”), Kevin Dillon (la serie “Entourage(El
séquito”) y la cantante Stacy “Fergie” Ferguson, vocalista del grupo The Black
Eyed Peas. Presupuesto: 160 millones de dólares. Recaudación: 181 millones.
Premios: fue nominada a los Oscar en la categoría de Mejores Efectos Visuales
(que perdió frente a “Piratas del Caribe: “El cofre del hombre muerto”).
Películas de
desastres: la que nos ocupa es el remake de unos de los clásicos del “cine
de catástrofes”, subgénero que surgió en la década de los 70 y que contó con
títulos como “Aeropuerto”, “Terremoto” o “El coloso en llamas”. Ya en la década
de los 90, hubo un “revival” gracias a la mejora de los efectos digitales, con
peligros naturales de todo tipo: “Twister”, “Volcano”, “Deep Impact”, etc, si
bien ha sido el director Roland Emmerich quién mejor partido le ha sacado,
dedicándose a “destruir” el mundo en producciones como “Independence Day”, “El
día de mañana” o “2012”.
Sinopsis: en la
noche de fin de año, el crucero Poseidón es asaltado por una ola gigante, con
cuya primera embestida morirán varios miles de los pasajeros, habida cuenta de
que el barco dará completamente la vuelta. Un grupo de supervivientes que han
quedado atrapados en el salón principal, entre los que se incluyen al ex
alcalde de New York y un jugador de póker profesional, intentarán reptar por
cada piso de la embarcación con el objetivo de salir al exterior por las
hélices.
Crítica: lo sé.
No he encontado ninguna reseña positiva de este film, razón de más que me
llevan a escribir la mía propia y postular la que nos ocupa como una cinta de
culto veraniega que casi diez años después de su estreno sigue tan digna como
cuando injustamente pasó casi desapercibida por la taquilla mundial. No he
tenido ocasión todavía de ver la original “La aventura del Poseidón” (1972), ni
de leer la novela en que se basa, pero lo cierto es que me importa poco. Odio esas
películas “de género” que de repente se vuelven pretenciosas e intentan de
hacer de lo que no deja de ser un producto de entretenimiento, “algo más”.
Amigos, esto es “Poseidón”, una peli de desastres que aún tenía muy presente a
“Titanic” (James Cameron, 1997) y en cuya liga, desde luego, no quería jugar.
Todos aquellos que se tragaron varias veces la de DiCaprio en pantalla grande
para satisfacer las fantasías onanistas de sus novias y que sólo disfrutaban en
el momento en que aparece el iceberg estarán contentos con esta “hermana
menor”, donde no hay historia de amor que valga (al menos, no como para que
lastre el resto de la acción) y en su apenas hora y media de metraje se encarga
de presentar un tremendo “tour de forcé” con un grupo de supervivientes que se
abren paso entre un mar de trampas, lo que más bien vendría a ser la versión
“blockbuster” y acuática de del “Cube” de Vincenzo Natali. Tanto es así, que la
cinta da comienzo presentando a la terna de arquetipos que servirán como
posterior carnaza de tsunamis, explosiones o catástrofes varias, y a los diez
minutos ya tenemos en el horizonte una ola gigante que lo pone todo,
literalmente, patas arriba. Sólo había un director indicado para filmar esta
obra, un Wolfgang Petersen que cerró aquí una trilogía atípica compuesta por
“Das Boot (El Submarino)” (otra que ahora suena para remake), “La tormenta
perfecta” y “Poseidón”. Bien es cierto, no obstante, que su mastodóntica
epopeya llena de una complicación detrás de otra y el ninguneo tanto de crítica
como de público le hicieron renegar de la industria y desde entonces no ha
vuelto a dirigir nada. Una lástima. Frente a producciones que prometen mucha
diversión y luego se quedan en nada, la que aquí tenemos es de esas honestas
aventuras que parten con el único objetivo de aliviarte de la ola de calor que
tiene lugar fuera de las paredes del cine. Eso sí, si eres de los que sufren de
claustrofobia o empatizas demasiado con lo que ocurre en la pantalla… esta
cinta te hará sudar como ninguna otra.
Resumiendo: todos
sabíamos que el barco se hundía. Yo soy el primero que se quita el sombrero
frente a un Cameron que consiguió disfrazar de drama épico lo que no dejaba de
ser una película de desastres. Pero para eso ya está “Titanic”. Aquí se trata
de otra cosa. La película empieza cuando se hunde el barco. Deja los kleenex
para otros menesteres, porque aquí no habrá una viejecita lanzando al mar un
collar. Coge las palomitas, la Coca-Cola y sube el volumen. Amén.
Memorable: la
escena del ascensor, donde (aviso SPOILER) el personaje de Dreyfuss se ve
obligado a deshacerse de un pesado “lastre” para seguir con vida. Una acción en
la que ninguno de los otros roles se detienen a cuestionar, pero que te hace
preguntarte a ti mismo hasta dónde serías capaz de llegar para sobrevivir.
Mejorable: ese
plano de inicio, brutal travelling destinado a dejarte con la boca abierta ante
la majestuosidad del buque, “canta un poco”. Quiero decir, que se nota que lo
único real de la toma es el actor corriendo por la cubierta. Pero no le quita
mérito como secuencia de inicio. Además, gracias a esta secuencia de dos
minutos, la cinta tiene el récord Guinness de la “maqueta virtual” más grande
jamás realizada. Y ya puestos, a modo de curiosidad, si la anterior versión de “La
aventura del Poseidón” se basaba en el “Queen Mary”, gran parte de los
escenarios digitales de la que nos ocupa se inspiraron en el “Queen Mary II”.
Parafraseando: a
pesar de los esfuerzos de Dylan, el cowboy guaperas erigido como héroe del
grupete, una de las jóvenes morirá ahogada, motivo por el que tendrá que ser
consolado: “La vida y la muerte no entienden de justicia. Tú le diste una
oportunidad a Elena. Nos la diste a todos. Gracias”.
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