Año: 2017. Director: Guy Ritchie (“Operación
U.N.C.L.E”). Intérpretes: Charlie Hunnam (Jax Teller en “Hijos de la Anarquía”),
Astrid Berges-Frisbey (“Piratas del Caribe: En mareas misteriosas”… vercrítica), Djimon Hounsou (“Diamantes de sangre”), Jude Law (“El talento de Mr.
Ripley”… ver crítica), Eric Bana (“Hulk”), Aidan Gillen (“Meñique”, en la serie
de HBO, “Juego de Tronos”), entre otros. Presupuesto: 175 millones de dólares. Recaudación:
143 millones.
El mito: la
leyenda del Rey Arturo y toda su iconografía ha inspirado multitud de
producciones a lo largo de las décadas. Entre ellas, podríamos citar el clásico
“Excalibur” (John Boorman, 1981), la versión más realista de “El rey Arturo”
(Antoine Fuqua, 2004), o incluso la cinta de Disney, “Merlín, el encantador” (“The
Sword in the Stone”, 1963). Incluso la comedia “Los caballeros de la mesa
cuadrada y sus locos seguidores” (Terry Gilliam y Terry Jones, 1975) o el drama
romántico “El primer caballero” (Jerry Zucker, 1995). Por ello, Warner Bros
quería iniciar con esta cinta una nueva franquicia a desarrollar en hasta seis
largometrajes; una idea que, toda vez que esta primera entrega ha sido un
fracaso, parece desestimada.
Sinopsis:
Vortigem, hermano del rey Uther, conspira contra su hermano junto al despiadado
mago Mordred para hacerse con el trono de Inglaterra. Sin embargo, años
después, los demonios que le guían le advierten de que su llegada caerá cuando
su sobrino, criado como un siervo cualquiera, reaparezca para extraer la espada
mágica de la roca y reclamar su trono. Desde ese momento, la caza y captura del
chico será su principal obsesión, si bien el susodicho Arthur Pendragón parece
contar con la ayuda de una maga y un grupo de caballeros dispuestos a instaurar
de nuevo la paz en el reino.
Crítica: la que
hoy toca no es una película de superhéroes… pero podría serlo. Cuanto menos,
cumple con la fórmula de “presentación + iniciación + determinación + consagración”.
Los problemas que la acucian, sin embargo, son varios. El primero, que cuando
Ritchie llegó al proyecto, tuvo que lidiar con varias versiones de guiones
distintos acerca del mismo personaje que convirtieron el libreto en una suerte
de “monstruo de Frankenstein”. Esto se ve claramente en el resultado final,
donde además se ve lastrado por la intención del estudio en desarrollar una
futura franquicia, con lo que mucho del canon sobre el mito que permanecen en
el imaginario colectivo del personal brilla aquí por su ausencia. Además,
obliga a Ritchie a intentar “camuflarse” de Peter Jackson, y claro… uno no
puede pretender ser lo que no es. Precisamente, lo que ayudó a hacer de su “Sherlock
Holmes” un éxito fue que se llevaba al icono a su terreno, y no al revés. Son
pues, esas escenas que remiten directamente a su trabajos en “Lock & Stock”
o “Snatch”, lo más destacado de esta aventura épica que, pese a lo dicho, te
entretiene en casi todo su metraje, dejando además momentos bastante inspirados
y que presenta a unos Hunnam y Law como antagonistas perfectos. No en vano, el
primero se ha pasado años en televisión haciendo de “Hamlet” motero, mientras
que el segundo ha compuesto al personaje más misterioso y escalofriante de la
temporada catódica con el “The Young Pope” de la HBO. Lástima que ambos se ven,
también e invariablemente, arrollados por la necesidad “palomitera” del
producto, y el conjunto final les termina desdibujando (en el caso del segundo,
literalmente, en una especie de “enemigo final de fase” de videojuego, que es
como para mear y no echar gota. Dicho esto, y reivindicando una vez más sus
valores como mero entretenimiento veraniego, su principal hándicap es que, como
le pasa a muchas superproducciones, acaba sepultada por la cantidad de millones
de su presupuesto. En Hollywood (y en el resto del mundo también, ¡qué coño!)
les encanta ver cómo un blockbuster de semejantes pretensiones se la pega bien
pegada. Por ello, la tónica desde hace unos años a esta parte dicta que la
primera entrega de una eventual saga debe costar no más de 60-80 millones de
dólares… y doblar la apuesta toda vez que se amortice en taquilla la primera
inversión y se testee el calado de la propuesta entre el público. Es triste pero cierto… que la única “magia”
y “épica” del cine hoy en día, son sus números y no sus méritos artísticos.
Resumiendo: “King
Arthur: The legend of the sword” (título original en inglés), es una película
que llegó muerta a la taquilla. Aún con lo apuntado en el apartado anterior, es
una suerte que cae de tanto en tano a algunas producciones y sus causas no
tienen una lógica predeterminada. El experimento no sólo supone unos 150
millones de pérdidas para Warner Bros (pues al presupuesto hay que sumar
también lo invertido en publicidad), sino que dejan bastante en duda la
capacidad de Hunnam para soportar el peso de una franquicia sobre sus hombros. Es
la segunda, si añadimos “Pacific Rim” (irónicamente, ésta sí tendrá secuela…
pero sin él en el elenco), que no cumple las expectativas. Suerte que “La
ciudad perdida de Z”, estrenada por las mismas fechas que la que nos ocupa,
suscitó el aplauso de la crítica. De lo contrario, corría el riesgo de
convertirse en un Taylor Kitsch más de la industria.
Curiosidades:
desde el estreno de la película de 2004, Warner Bros había intentado retomar en
pantalla grande el mito anglosajón, pero todos los proyectos terminaron
abortándose en algún momento por diferentes circunstancias. Entre ellos, se
encontraba un remake del clásico “Excalibur” dirigido por Bryan Singer
(responsable de “Superman Returns” o cinco de las películas sobre los “X-Men”)
y una cinta titulada “Arthur and Lancelot”, donde los susodichos serían
interpretados por Kit Harington (John Snow en “Juego de Tronos”) y Joel
Kinnaman (el nuevo “Robocop” de hace unos años), si bien Warner no consideraba
dichos actores lo suficientemente importantes como para protagonizar el film,
de modo que intentó reemplazarlos antes de que la producción se abandonase
definitivamente.
Memorable: la
alegre despreocupación con la que Ritchie se toma el asunto, tanto a nivel
histórico como netamente riguroso con la leyenda en sí. El uso de sus planos
cortos y la presentación del “séquito”, que ya son sello personal del futuro
realizador del “Aladdin” en imagen real de Walt Disney, nos recuerdan a sus
primeros trabajos y ayudan a mantener el interés en lo que ocurre en pantalla,
pese a lo previsible de su discurso.
Mejorable: el
rollito de los “flashbacks” termina por cansar un poco y hay algunas secuencias
que no se entienden bien a nivel narrativo, como la aparición en el tramo final
de una serpiente gigante. Por otro lado, el abuso de los efectos digitales y el
tratamiento que se da de la espada que da título a la película nos lleva en
ocasiones a pensar más en “Star Wars” que en el género de la fantasía medieval.
Parafraseando:
uno de los aspectos asociados al mito y que aquí apenas se dejan ver, llega no
obstante en los instantes finales del metraje: “Nos estábamos preguntando qué
hacías aquí. Me gusta. ¿Qué es? ¿Un carrusel? ¿Un queso gigante?” “Ya lo sé: es
una pista de baile” “Y cuando lo termines… ¿cómo llegas al centro?” “¿Y cómo ha
entrado? ¿A hombros? ¿Rodando?” “ (…) “Es una mesa. Para sentarse alrededor”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario