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sábado, 2 de septiembre de 2017

Crítica de "EL ÚLTIMO SAMURAI" (2003)


Año: 2003. Director: Edward Zwick (“Leyendas de pasión”). Intérpretes: Tom Cruise (“Al filo del mañana”… ver crítica), Ken Watanabe (“Origen”), Hiroyuki Sanada (“Lobezno inmortal”… ver crítica), Masato Harada (“Sin miedo”), Tony Goldwyn (“Ghost, más allá del amor”), Togo Igawa (“Memorias de una geisha”), entre otros. Presupuesto: 140 millones de dólares. Recaudación: 458 millones. Premios: fue nominada para 4 premios Oscar (Mejor Sonido, Mejor Vestuario, Mejor Diseño de Producción y Mejor Actor Secundario para Watanabe)  y 3 Globos de Oro.


Basada en: la película se basó en las historias de Jules Brunet , un capitán del ejército francés que luchó junto a Enomoto Takeaki en la anterior Guerra Boshin y Frederick Townsend Ward , un mercenario estadounidense que ayudó a occidentalizar el ejército chino formando el ejército “Ever Victory”. El personaje ficticio de Katsumoto, por su parte,  tiene un sorprendente parecido con la figura histórica de Saigō Takamori , un héroe de la Restauración Meiji y el líder de la ineficaz Satsuma Rebellion , que aparece en las historias y leyendas del Japón moderno como un héroe contra la corrupción, la extravagancia , y la política sin principios de sus contemporáneos.


Sinopsis: a finales del siglo XIX, el ex capitán del séptimo de caballería, Nathan Algren, es contratado por el gobierno japonés para que ayude a entrenar al recientemente creado ejército profesional imperial, y con ello de paso aplaque las acometidas de un líder local, samurái para más señas, que se resiste al progreso nipón y la pérdida de sus tradiciones. El fin último de los superiores de Algren es que la ayuda militar les permita la firma de un contrato millonario para vender armas al país del Sol Naciente. Sin embargo, la primera incursión no sale como todos esperan y Algren es apresado por la guerrilla y obligado a convivir con ellos hasta la llegada de la próxima primavera.


Crítica: “Tú has recuperado tu honor. Déjame morir con el mío”. El concepto que no sha llegado a occidente de los samuráis, a través de las películas, los mangas, animes y etc., es la visión idealizada de unos guerreros que basaban su vida en un código inquebrantable de lealtad y honor. Es por ello que muchos deportistas de élite, por citar un ejemplo, confiesan sentirse influenciados por dichas convicciones. Sin embargo, a poco que empiezas a rascar en la superficie de la verdadera historia, llegas a la conclusión de que la mayoría de los samuráis no eran especialmente fiables, ni sus armaduras eran a prueba de seducciones terrenales, mayormente consistentes en dinero y poder. Vamos, que el honor que ostentaban era, ante todo, para consigo mismos y sus intereses. Una dualidad que Akira Kurosawa si supo reflejar en sus películas del género, y de la que George Lucas supo sacarle el máximo partido con ese “lado oscuro de la fuerza” que corrompía a los jedi menos fuertes de espíritu. Sin embargo, Zwick apuesta más por mostrar una única cara de la moneda, lo que termina de hacer de su propuesta una bella historia épica con buenos recursos… pero algo exente de alma y aristas que doten de profundidad y, sobre todo,… interés a lo que acontece en pantalla. Imagino que el director pensaba que, “limpiando” un poco el polvo y paja de sus héroes, de igual manera que Mel Gibson hizo con William Wallace, alcanzaría con la que nos ocupa las mismas mieles del éxito que aquel obtuviese con “Braveheart” en 1995. Sin embargo, a Zwick se le olvida que en esto del cine, como en otras muchas facetas en la vida, hay un factor con el que no contaba: ser el primero en llegar. Y para el caso que nos ocupa, éste era terreno ya transitado. No es que “El último samurái” sea una mala película, ni mucho menos, pero sus ganas de agradar la acaban relegando a un estrato mucho menor del que aspiraba, sea eso o no irónico (que casi nunca lo es). Una verdadera lástima, por tanto en cuanto lo tenía todo a su favor para convertirse realmente en la gran película que quiere ser. Especialmente, un protagonista en plan estrella y entregado completamente a la causa de conseguir un Oscar. Y es que estamos hablando de la época donde Cruise formó parte del elenco de “Jerry Maguire”, “Eyes Wide Shut”, “Magnolia” o “Collateral”; cintas todas ellas notables y que perseguían un único objetivo que nunca llegó (y hasta la fecha). Significativo es que, para el año en que se estrenó esta epopeya, apenas habían aparecido en la cartelera un par de “Misiones Imposibles”. De entonces acá… estamos esperando la sexta. Todas ellas, por otro lado, mucho mejores y disfrutables que otras imitadores que le han salido en el camino, pero creo que se entiende la reflexión que quería compartir con vosotros. Podríamos concluir diciendo que “El último samurái” es una correcta película de aventuras, con un entorno poco explotado en Hollywood, pero que termina sonando a algo ya visto en el pasado.


Curiosidades: pese a que acabó ayudando en el guión y la producción, Zwick no fue el principal impulsor del proyecto, ni tan siquiera la primera opción de los responsables para ejercer como director, ya que se pensaba en Francis Ford Coppola para dichas tareas. Años más tarde, Zwick y Tom Cruise, por petición expresa de éste último, trabajarían de nuevo en la secuela de “Jack Reacher”. Destaquemos por último que, pese a haber sido elogiada por su fiel recreación del Japón de la Era Meiji, la película apenas cuenta con escenas rodadas en el país del Sol Naciente, ya que sus localizaciónes reales se ubican en Nueva Zelanda.


Memorable: la analogía que se establece entre los indios y los japoneses, y el camino de redención por el que transita el personaje de Cruise, si bien los “flashback” en torno a sus fantasmas personales no están narrados de la manera cruda y visceral en que debiesen para entender realmente el efecto que le provocaron. Por otro lado, las dos escenas de lucha en que se ve su capacidad de resiliencia son todo un ejercicio de definición de personajes sin pronunciar una sola palabra.


Mejorable: la relación entre el personaje de Cruise y una campesina a la que ha dejado viuda, si bien en un principio parece interesante, acaba convirtiéndose en un innecesario apósito que sospechosamente parece “incrustado” en la historia para subrayar la orientación sexual del militar yanqui, ya que la auténtica relación de la historia es la que se establece entre el susodicho y el líder de la revuelta (relación de amistad, respeto y honor, ojo). Y… bueno, ya sabéis lo que siempre se ha dicho en la rumorología de Hollywood acerca de este punto en concreto y concerniente a nuestro protagonista.
                     

Parafraseando: Algren deja las cosas muy claritas a su “empleador” y oficial superior, a quien nunca perdonará el haberle ordenado capitanear una matanza contra un grupo de indígenas inocentes e indefensos: “¿Quiere que mate a japoneses” Mataré a japoneses. ¿Quiere que mate a los enemigos de los japoneses? Mataré a los enemigos de los japoneses. Japoneses, sioux, cheyennes… Por quinientos pavos al mes, mataré a quien usted me pida. Pero tenga una cosa muy presente: a usted le mataría por nada”.

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