Año: 2008. Título original:
Gong fu guan lan. Director: Kevin Chu. Intérpretes: Jay Chou, Wilson Chen,
Charlene Choi, Wang Gang, Ng Man-Tat,
Baron Chen, Leung Kar-Yan,
Kenneth Tsang, Eddy Ko, Shaun Tam,
Jacky Wu, Wong Yat-Fei.
El artista: tal y
como pasa con la mayoría de las estrellas orientales, que son iconos de la
cultura multi-disciplinares, Jay Chu es también un reputado músico, que ha
vendido más de 30 millones de copias de sus discos y hecho varias giras a nivel
mundial. Además, se le ha podido ver en películas de Hollywood como “El avispón
verde” o “Ahora me ves 2”. En un principio, parecía estar dispuesto a realizar
una secuela de “Kung Fu Basket” junto al resto del equipo artístico y técnico,
si bien hasta día de hoy no hemos vuelto a saber nada del proyecto.
Sinopsis: un bebé
es encontrado en un descampado, abandonado sin duda por su padres, y junto a un
libro que supuestamente revela las claves para rehacer el universo a su antojo.
El pequeño huérfano es criado en una escuela de kung-fu, y años después se
meterá en problemas cuando descubre a un “caza-talentos” que le anima a
explotar el suyo uniéndose a un equipo de baloncesto. El único problema será
que sus máximos rivales también son artistas marciales de gran nivel, y además
están financiados por un capo de la mafia local.
Crítica: hace
muchos años, cuando internet estaba prácticamente en pañales y las películas
descargadas a través de la red llevaban días o incluso semanas en “bajarse” a
tu equipo (para luego descubrir, en muchas ocasiones, que lo que te habías
descargado era porno u otra cinta que no tenía nada que ver), comenzó a rular
entre muchos grupos de amigos una comedia de acción titulada “Shaolin Soccer”
(Stephen Chow, 2001), que era lo más friki, brutal y divertido que habíamos
visto nunca. Era como “Campeones: Oliver y Benji” (el manga y anime de “Captain
Tsubasa” de Yoichi Takahashi), pero en imagen real y con un sosias de Jackie
Chan y Jet Li dando mandobles a diestro y siniestro. Incluso recuerdo que la
llegué a ver dos veces, una en versión original con subtítulos que alguien se
había animado a incrustarle al vídeo “artesanalmente”, y otra con doblaje en “Latino”,
pues cuando las distribuidoras quisieron darse cuenta de lo que estaba pasando,
ya la había visto la gente suficiente como para que no resultara rentable el
traerla “legalmente” a nuestros cines y videoclubs. En la misma línea, y década
y media después, descubro esta “Kung Fu Basket” o “Kung Fu Dunk” (como suele ocurrir
con el cine oriental, llega a occidente con varias traducciones dependiendo del
país), que claramente remite al manga y anime “Slam Dunk”, de Takehiko Inoue. Y
al igual que ocurriese con “Shaolin Soccer”, la valoración depende de las
apetencias de quien la vea. ¿Es una gran película? No. ¿La espectacularidad del
kung-fu funciona igual de bien con el baloncesto que con el fútbol? Tampoco.
Pero… ¿es divertida? En sumo grado. No creo que la vuelva a ver, pero al menos
he pasado un rato muy entretenido viendo una producción que en ningún momento
se toma en serio a sí misma y que sólo pretende llevar un género tan manido y
repetitivo a otros ámbitos donde pueda suponer un aliciente. Si por mí fuese,
podrían hacer un “Kung Fu Tenis”, “Kung Fu Béisbol” o incluso un “Kung Fu
Petanca”. De todo tiene que haber en esta vida, a fin de cuentas. ¿O no?
Curiosidades: más
allá de ser un plagio de la película de artes marciales y el manga deportivo
citados en la sección anterior, “Kung Fu Basket” era también una manera de
posicionar el baloncesto en China, que por aquel entonces era todo un valor en
alza gracias al jugador de la NBA, Yao Ming, quien en el momento del estreno de
la que nos ocupa era una de las personalidades más importantes de su país
merced a la selección como número uno del “draft” por parte de los Houston
Rockets, quienes gracias a su presencia consiguieron por fin pasar una ronda
durante las series finales del 2009. Tanto es así que el director Kevin Chu
esperaba que Ming hiciese un cameo en la película, pero las lesiones de pie y
tobillo del jugador se lo impidieron.
Memorable: el
sentido del humor oriental, a veces incomprensible, a veces descacharrante. Atención
a la secuencia de los primeros minutos, donde el protagonista relata su vida
sentimental hasta la fecha. Por otro la caracterización del capitán del equipo
de baloncesto, una atormentada y autodestructiva estrella del pasado, que
intenta aliviar sus fantasmas emborrachándose con su petaca en medio del
partido… es antológica.
Mejorable: la
narrativa caótica que siempre acompaña a este tipo de cine. No es que no se
entienda lo que pase en un momento en concreto, sino que la acción da saltos
gigantescos y a veces parece no conducir a ningún lado. Por otra parte, cuando
aparecen los títulos de crédito, a uno le queda la impresión de que han
explotado poco el material que tenían entre manos. Un guionista con un mínimo
de criterio habría pulido el libreto hasta presentar una auténtica joya del
género.
Parafraseando:
con semejante declaración de intenciones comienza la película. No hay mejor
carta de presentación: “Quien controla el rebote, gana el partido. Es
como tener un gancho capaz de mover un tanque. Aún así… no hay nada mejor que
un buen mate. Al menos, para las personas de buen corazón”.
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