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viernes, 1 de septiembre de 2017

Crítica de "KUNG FU BASKET" (2008)


Año: 2008. Título original: Gong fu guan lan. Director: Kevin Chu. Intérpretes: Jay Chou,  Wilson Chen,  Charlene Choi,  Wang Gang,  Ng Man-Tat,  Baron Chen, Leung Kar-Yan,  Kenneth Tsang,  Eddy Ko,  Shaun Tam,  Jacky Wu,  Wong Yat-Fei.


El artista: tal y como pasa con la mayoría de las estrellas orientales, que son iconos de la cultura multi-disciplinares, Jay Chu es también un reputado músico, que ha vendido más de 30 millones de copias de sus discos y hecho varias giras a nivel mundial. Además, se le ha podido ver en películas de Hollywood como “El avispón verde” o “Ahora me ves 2”. En un principio, parecía estar dispuesto a realizar una secuela de “Kung Fu Basket” junto al resto del equipo artístico y técnico, si bien hasta día de hoy no hemos vuelto a saber nada del proyecto.


Sinopsis: un bebé es encontrado en un descampado, abandonado sin duda por su padres, y junto a un libro que supuestamente revela las claves para rehacer el universo a su antojo. El pequeño huérfano es criado en una escuela de kung-fu, y años después se meterá en problemas cuando descubre a un “caza-talentos” que le anima a explotar el suyo uniéndose a un equipo de baloncesto. El único problema será que sus máximos rivales también son artistas marciales de gran nivel, y además están financiados por un capo de la mafia local.


Crítica: hace muchos años, cuando internet estaba prácticamente en pañales y las películas descargadas a través de la red llevaban días o incluso semanas en “bajarse” a tu equipo (para luego descubrir, en muchas ocasiones, que lo que te habías descargado era porno u otra cinta que no tenía nada que ver), comenzó a rular entre muchos grupos de amigos una comedia de acción titulada “Shaolin Soccer” (Stephen Chow, 2001), que era lo más friki, brutal y divertido que habíamos visto nunca. Era como “Campeones: Oliver y Benji” (el manga y anime de “Captain Tsubasa” de Yoichi Takahashi), pero en imagen real y con un sosias de Jackie Chan y Jet Li dando mandobles a diestro y siniestro. Incluso recuerdo que la llegué a ver dos veces, una en versión original con subtítulos que alguien se había animado a incrustarle al vídeo “artesanalmente”, y otra con doblaje en “Latino”, pues cuando las distribuidoras quisieron darse cuenta de lo que estaba pasando, ya la había visto la gente suficiente como para que no resultara rentable el traerla “legalmente” a nuestros cines y videoclubs. En la misma línea, y década y media después, descubro esta “Kung Fu Basket” o “Kung Fu Dunk” (como suele ocurrir con el cine oriental, llega a occidente con varias traducciones dependiendo del país), que claramente remite al manga y anime “Slam Dunk”, de Takehiko Inoue. Y al igual que ocurriese con “Shaolin Soccer”, la valoración depende de las apetencias de quien la vea. ¿Es una gran película? No. ¿La espectacularidad del kung-fu funciona igual de bien con el baloncesto que con el fútbol? Tampoco. Pero… ¿es divertida? En sumo grado. No creo que la vuelva a ver, pero al menos he pasado un rato muy entretenido viendo una producción que en ningún momento se toma en serio a sí misma y que sólo pretende llevar un género tan manido y repetitivo a otros ámbitos donde pueda suponer un aliciente. Si por mí fuese, podrían hacer un “Kung Fu Tenis”, “Kung Fu Béisbol” o incluso un “Kung Fu Petanca”. De todo tiene que haber en esta vida, a fin de cuentas. ¿O no?


Curiosidades: más allá de ser un plagio de la película de artes marciales y el manga deportivo citados en la sección anterior, “Kung Fu Basket” era también una manera de posicionar el baloncesto en China, que por aquel entonces era todo un valor en alza gracias al jugador de la NBA, Yao Ming, quien en el momento del estreno de la que nos ocupa era una de las personalidades más importantes de su país merced a la selección como número uno del “draft” por parte de los Houston Rockets, quienes gracias a su presencia consiguieron por fin pasar una ronda durante las series finales del 2009. Tanto es así que el director Kevin Chu esperaba que Ming hiciese un cameo en la película, pero las lesiones de pie y tobillo del jugador se lo impidieron.


Memorable: el sentido del humor oriental, a veces incomprensible, a veces descacharrante. Atención a la secuencia de los primeros minutos, donde el protagonista relata su vida sentimental hasta la fecha. Por otro la caracterización del capitán del equipo de baloncesto, una atormentada y autodestructiva estrella del pasado, que intenta aliviar sus fantasmas emborrachándose con su petaca en medio del partido… es antológica.


Mejorable: la narrativa caótica que siempre acompaña a este tipo de cine. No es que no se entienda lo que pase en un momento en concreto, sino que la acción da saltos gigantescos y a veces parece no conducir a ningún lado. Por otra parte, cuando aparecen los títulos de crédito, a uno le queda la impresión de que han explotado poco el material que tenían entre manos. Un guionista con un mínimo de criterio habría pulido el libreto hasta presentar una auténtica joya del género.



Parafraseando: con semejante declaración de intenciones comienza la película. No hay mejor carta de presentación: “Quien controla el rebote, gana el partido. Es como tener un gancho capaz de mover un tanque. Aún así… no hay nada mejor que un buen mate. Al menos, para las personas de buen corazón”.

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