Año: 2012. Título original: The Cabin in the
Woods. Estudio: Mutant Enemy Productions. Director: Drew Goddard
(nominado al Oscar por el guión de “Marte”). Productor: Joss Whedon
(director de “Los Vengadores”). Guión: Whedon y Goddard. Intérpretes:
Kristen Connolly (“El incidente”), Chris Hemsworth (“En el corazón del mar”),
Anna Hutchison (“Pánico en Rock Island”), Franz Kranz (“Mucho ruido y pocas
nueces”), Jesse Williams (“Uno para todas 2”), Richard Jenkins (“Hermanos por
pelotas”), Bradley Whitford (la serie “El ala Oeste de la Casa Blanca”), Sigourney
Weaver (“Avatar”… ver crítica), entre otros. Presupuesto: 30 millones de
dólares. Recaudación: 66 millones.
La larga espera: completada
en 2010, “The Cabin in the Woods” fue guardada en un cajón durante dos años debido
a la amenaza de quiebra de MGM, que se veía incapaz de distribuirla con
solvencia. Un año después, se decidió que esperarían hasta poder “reconvertirla”
al formato 3D, que seguía estando de moda. Finalmente, en 2012 se llegó a un
acuerdo con Lionsgate para su distribución, lo que permitió el estreno en
cines. Goddard declaró entonces que estaba contento de no haber criticado
públicamente a MGM cuando paralizó la exhibición, pues sin duda dicha
publicidad negativa habría afectado al rendimiento comercial de la película.
Sinopsis: cinco
jóvenes que corresponden con los clichés de instituto (el deportista, la tía
buena, la vírgen, el anti social…) se disponen a pasar un fin de semana de
fiesta en una cabaña perdida en el bosque. Vamos, que son carnaza fácil para
cualquier argumento de película de terror. Lo que no saben es que en realidad
se encuentran dentro de un mecanismo milenario que ha sellado su destino para
un sacrificio.
Crítica: Whedon y
Goddard ya habían trabajado antes en las series de “Buffy cazavampiros” y su
spin off, “Angel”. A pesar de ello, si os revelo que escribieron el guión de
esta película en tan sólo tres días estaréis pensando que tiene que ser lo más
flojo de la producción. Sin embargo, hay veces que la rapidez no es mala. Y es
que, precisamente en su originalidad… pero utilizando los arquetipos manidos de
las películas “slasher”, hacen que ésta sea una pequeña joya, futurible
película de culto (siempre y cuando no se desvirtúe en una sucesión de
secuelas, que todavía está por ver). Así pues, lo que podría haber sido una
copia barata de “Evil Dead” o “La matanza de Texas”, se traduce en un
divertimento de casquería y viejos conceptos remozados, no tomándose nunca a sí
misma en serio y teniendo muy presente que su único objetivo es entretener. Y
lo consigue de sobras. En los tiempos del “porno-terror” de la saga “Saw” y sus
muchos imitadores, “La cabaña en el bosque” viene a ser como el soplo cálido de
un vistazo al infierno, al cine de terror de la vieja escuela, pero sin perder
de vista el público objetivo al que se dirige. Como curiosidad, reseñar que
parece que Whedon le ha cogido cariño a su “Thor” de “Los Vengadores”, con el
que volverá a contar en la esperadísima segunda entrega de Los Héroes Más
Poderosos de la Tierra. En resumen: “La cabaña en el bosque” es ideal para
verla en compañía de tus amigos, cualquier día que os de por pasar la noche en
el campo. Un consejo: no se os ocurra leer ningún libro que parezca
confeccionado con piel humana.
Curiosidades:
tres años después de su estreno, el novelista Peter Gallagher presentó una
demanda en California contra los guionistas y la distribuidora de la película,
por considerar que la cinta era un plagio de su obra, “The Little White Trip: A
Night in the Pines”, publicada en 2006, por lo que les reclamaba 10 millones de
dólares en concepto de derechos de autor. Sin embargo, cinco meses después de
iniciarse el proceso, la acusación fue desestimada.
Memorable: la
orgía sangrienta final, con todas las pesadillas desatadas, y sus toques de
comedia, amén de su original propuesta.
Mejorable: te
quedas con ganas de saber más sobre la “versión japonesa” del proyecto, que
también fracasa.
Parafraseando: en
otro cliché muy propio de las pelis de miedo, el grupo de jóvenes paran a echar
gasolina en una estación destartelada y regentada por un tipo siniestro. “Me da que éste trasto no acepta tarjetas
de crédito”. “Yo creo que ni sabe lo que es el dinero. Debe funcionar con
trueques”.
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