Año: 2015. Título
original: The Gallows. Escrita y dirigida por: Travis Cluff y Chris Lofing. Intérpretes: Reese Mishler, Pfeifer Brown, Ryan Shoos, Cassidy Gifford,
Price T. Morgan, Jesse Cross. Presupuesto: 100.000 dólares. Recaudación:
8 millones de dólares.
Sinopsis: Veinte
años después de un accidente en el que falleció el protagonista de una obra de
teatro de instituto, los ESTUDIANTES de este centro situado en un pequeño
pueblo deciden resucitar la fallida producción teatral con la intención de
rendir un homenaje en el aniversario de la tragedia, pero al final descubren
que habría sido mejor dejar las cosas como estaban.
Crítica: ¿habéis
visto ese monólogo que habla sobre las pelis de miedo? Un grupo de chavales de
instituto dicen un día: “Eh, ¿a que molaría colarse en esa casa encantada donde
dicen que hay un fantasma que mata a todo aquel que entra?”. Es divertido.
Igual que esa leyenda viral viejísima (ya lo era cuando estrenaron “Candyman”)
que ha surgido este verano y según la cual, si pronuncias tres veces el nombre
de “Charlie”, éste se aparece… y no con la intención de ser tu amigo,
precisamente. El Rubius, el “youtuber” con más seguidores de España, hizo un
vídeo de coña al respecto. No sé si los artífices de este “revival” han sido
los responsables de esta película o simplemente la “bula” surgió en Estados
Unidos antes que aquí y se aprovecharon de ello, pero el caso es que el ente
fantasmagórico que aterrorizará a nuestros queridos “carne de cañón” se llama
Charlie y durante la historia se nos deja constancia de que no es aconsejable
pronunciar su nombre… y mucho menos tres veces seguidas. Y, aunque no lo
creáis, todo esto que acabo de contar tiene que ver con la película que nos
toca. ¿Por qué? Porque durante su primer tercio de metraje, yo no paraba de
“escribir” mentalmente esta reseña, “pajeándome” yo sólo con la cantidad de
referencias y alegorías que iba a emplear para decir que “La horca” es una
mierda. Treinta minutos de presentación de estereotipos tan manidos que parecen
llevar un cartel en la frente con su destino escrito. ¿El bromista que se burla
en público de los “nerds”? Muerto. ¿La “cheerleader” superficial con las tetas
operadas? Muerta. Y todo esto, claro, con la técnica del “found footage”, que
muchos dilapidan por no considerarlo como “cine serio”, pero que a mí me hace
gracia y que considero que, en este tipo de productos, funciona a las mil
maravillas teniendo en cuenta la audiencia a la que va dirigido. ¿No
pasamoshoras y horas en internet viendo lo que cualquier pirado ha colgado
desde la otra punta del mundo? ¿No nos divirte? Pues eso. Y, a nivel personal,
esa discusión tonta sobre si es verosímil la excusa de guión utilizada para
justificar la propuesta visual (esto es: que haya alguien grabándolo todo
continuamente)… pues me la pela. Además, aquí se le da un uso algo más original
que en otras ocasiones. Bueno, pues con todo esto, retomo mi argumentación del
principio, donde ya habréis dado por hecho que estaba sacando de antemano todo
mi arsenal para lapidar esta producción eminentemente veraniega y para
adolescentes pajilleros que a mí, a estas alturas, ya no me decía nada. Pues
un… ¡zas, en toda la boca!... para mí, por favor, porque “La horca” va de menos
a más, y cuando le toca arremangarse e ir al lío (uséase, a meter el miedo en
el cuerpo del personal) lo consigue en dos o tres ocasiones. Y sí, es cierto
que lo hace de la manera más previsible que uno pueda imaginar, con subidas de
audio, giros de cámara donde aparece “algo” que antes no estaba, etc, etc.,
pero sigue siendo efectivo y, además, tiene un final mucho más interesante de
lo que podríamos esperar en un principio y que realmente te deja la piel de
gallina sin efectismos baratos. Claro, tampoco me voy a tirar aquí el rollo
prometiendo que va a ser lo mejor que hayas visto nunca, pero en esencia,
cumple con lo que promete y, al igual que en otras ocasiones juzgamos a una
comedia por un par de momentos inspirados que nos arranquen una carcajada, pues
con “La horca” pasa igual pero arrancándonos un grito en su lugar.
Resumiendo: las
limitaciones de este tipo de propuestas ya se vieron cuando se estrenó hace
años aquel boom que fue “El proyecto de la bruja de Blair”. Su efectividad, y
lo rentable de su realización (poco presupuesto y un amplio margen de
beneficios) también quedaron contrastados con aquella y con otras del tipo
“Paranormal Activity” que se han encargado de explotar la fórmula hasta
quemarla. “La horca” viene a sumarse a esta lista sin mayores pretensiones y
consciente de que ya no tiene nada nuevo que descubrir, pero quizás esa misma
auto-conciencia se convierte en su mejor baza para entretener al espectador
que, a fin de cuentas, es de lo que se trata.
Memorable:
Cassidy Gifford, la rubia que interpreta a… Cassidy (me encanta eso de que el
nombre de los actores se corresponda con el de sus personajes en la peli). Con
esos pantaloncitos tipo “short” y ese escotazo… ese panecito está que cruje.
Mejorable: la
premisa argumental da pie a que, por circunstancias, los personajes se vean
obligados a repetir el diálogo de la obra y a hacerlo “bien”, cuando
previamente les habíamos visto hacerlo “muy mal” durante un ensayo. Bueno, pues
no sabría decir cuándo están más sobreactuados.
Parafraseando: lo
malo de este tipo de pelis es que los diálogos no suelen ir muy allá y se les
da cancha a los actores para que improvisen, lo que da un aire más de
“autenticidad” a la historia. Afortunadamente, hay un chascarrillo que se
produce cuando llegan a la casa del guaperas para recogerle y el amigo
graciosete deja a su novia en el coche esperando. “Que sea entrar y salir, ¿vale?”
“Eso es lo mismo que me dices en la cama”.
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