Año: 2015. Director:
James Wan (“Expediente Warren”). Intérpretes: Vin Diesel (“Riddick”), Paul
Walker (“Carrera infernal”), Dwayne Johnson (“San Andres”), Jason Statham
(“Transporter”), Michelle Rodríguez (“Avatar”), Tyrese Gibson (“Transformers”),
Kurt Russell (“1997: Rescate en New York”), Djimon Hounsou (“Diamantes de
sangre”), Jordana Brewster (“La matanza de Texas”), Tony Jaa (“Ong Bak”), Chris
Bridges (aka Ludacris, rapero visto en anteriores entregas y films como “Hustle
& Flow”). Presupuesto: 190 millones de dólares. Recaudación: 1468 millones.
Curiosidades: a
pesar de ser la séptima entrega, dentro de la continuidad de la serie es la
secuela de la tercera: “Tokyo Drift”, ya que de la cuarta a la sexta se
establecieron como precuelas pues “revivían” al personaje de Hang, interpretado
por Sung King, quien moría al final de la mencionada “Tokyo Drift”.
Sinopsis: esta
vez, en lugar de acudir a los problemas… los problemas acuden a Dominic
Toretto, Brian O´Conner y el resto de la troupe, en la forma de Deckard Shaw,
hermano mayor de su anterior enemigo, quien tras darle una paliza al agente
Hogbbs se dedica a perseguirles reclamando su personal vendetta. Así, Dom y
Brian deberán aparcar nuevamente sus “retiros espirituales” para encontrar una
manera “imposible” de salir del atolladero.
Crítica: “¿Qué
vas a hacer con él cuando le encuentres?” “Todavía no han inventado un nombre
para eso”. Hay ocasiones en que una película trasciende más allá del celuloide
por aspectos asociados a ella que multiplican sus intereses más allá de cómo
meros entretenimientos (haciendo lo propio, de paso, con su taquilla). Y no es
algo nuevo. Ya ocurrió con “Ciudadano Kane”(y la pelea entre el director y el
magnate de la comunicación al que se retrataba), en “Sr y Sra Smith” (y el romance
extramatrimonial entre Brad Pitt y Angelina Jolie), en “The Interview” (y el
pirateo a Sony) o en el caso más parecido al que nos ocupa, “El caballero
oscuro” (y la muerte de su co-protagonista, Heath Ledger), por citar sólo unos
pocos ejemplos. Eso pasa en esta nueva entrega de los ladrones de coches, una
entrega que ha mutado hasta ser uno de los referentes más claros del actual
“género superheróico”, a pesar de no estar basado en ningún cómic. La muerte en
la vida real de Paul Walker sobrevuela toda la película y, teniendo en cuenta
sus escenas de acción, uno contempla el film con ese “plus” de saber “cuándo” y
“cómo” se le da carpetazo a su rol en pantalla. Mientras tanto, una suerte de
piruetas circenses entretienen el cotarro, y los comentarios de “¡Venga ya!” o
“Sí hombre… ¿y qué más?”, se dejan oír entre la platea cada vez con mayor
asiduidad, aunque de forma complaciente y menos notorias que las risas que
salpica también su guión, especialmente merced al personaje de Tyrese Gibson;
un aspecto éste que podría ser meramente anecdótico si no fuese porque en
realidad, ese tipo de gags (como preguntar si puede consultar su correo
electrónico cuando están poniendo a prueba el programa informático más potente
del mundo) son los que crean el indispensable gancho con el espectador, que
entiende así que no debe tomarse demasiado en serio lo que está ocurriendo en
pantalla. De otra manera, y a pesar de su innegable espectacularidad, las
“fantasmadas” de los “coches paracaídas” o los “coches voladores” (¿qué será lo
próximo? ¿Coches espaciales? ¿Coches submarinos?) harían que más de uno se
levantase de la butaca antes de tiempo. Ése es, realmente, el principal riesgo
de una serie como la que nos ocupa (sí, he dicho… “serie”): la necesidad de
presentar siempre algo aún más sorprendente que lo ya visto, al tiempo que
también se van introduciendo más personajes que sirvan de nuevos alicientes,
todos los cuales (sumados a los ya existentes) reclaman su parcela de planos y
momentos de lucimiento. Todo ello, no cabe duda, es un peso considerable en la
mochila de”Furious 7”, pero la cinta consigue sortearlos tan hábilmente como
los coches que presenta y consigue que, cosas tan absurdas y básicas como el
“macguffin” del que parte (un programa capaz de encontrar al villano allí donde
esté… aunque éste, en realidad… ¡esté en todas partes!) se pasen por alto
gracias, precisamente, a que todo es un divertimento… y no hay que tomárselo en
serio. ¿Y Walker? Pues sin hacer SPOILER, digamos que James Wan (quien, por
cierto, se limita a “mimetizarse” con Justin Lin sin que podamos apreciar su
mano en ningún sentido, ni para bien ni para mal) también esquiva la paradójica
muerte del actor, quien murió en la vida real tal y como podría haberlo hecho
su pesonaje en esta saga, y le brinda un homenaje que, a la vez, va muy en la
línea del espíritu de la franquicia y su concepto de “familia”.
Resumiendo: esta
nueva “misión imposible” en que ha derivado “A todo gas” sigue rápida y furiosa
en su objetivo de dejar su sello dentro de la historia del cine, quizás no como
la saga con más méritos para figurar en ella, pero sí como una de las más
longevas y exitosas, gracias precisamente a no caer en “trascendentalismos” que
minaron a otras como “Star Wars” o “Matrix”. Ningún fan de la franquicia se
sentirá decepcionado con esta nueva propuesta (más bien al contrario). Y todos
aquellos que se suban a la noria por el morbo de la muerte de Walker… también
terminarán siendo adeptos. Hoy en día, son sin duda el “coche ganador” de
Hollywood.
Memorable: sin
duda, por lo que pasará a la historia esta entrega y será recordada en el
futuro, es por la secuencia de las torres de Dubai. ¿Se puede ser, a la vez,
estúpido y brutalmente impactante= Pasen y vean.
Mejorable: esa
escena, hacia el final, donde Diesel “parece morir” y su amada llora junto a su
cuerpo gritándole que tiene que seguir vivo… porque ella le quiere. No sólo es
que lo hemos visto ya muchas veces… sino que cada vez da más vergüenza ajena.
Parafraseando:
cuando parece que la película ha terminado, llega el “in memorian” a Walker,
con un bonito plano aéreo alegórico y la voz en off de Diesel: “Hace
tiempo, yo medía mi vida de medio kilómetro en medio kilómetro. Por eso éramos
hermanos: porque tú vivías igual”.
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