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martes, 7 de febrero de 2017

Crítica de "Hasta el último hombre" (2016)


Año: 2016. Título original: Hacksaw Ridge. Director: Mel Gibson (“La pasión de Cristo”). Intérpretes: Andrew Garfield (“The Amazing Spider-Man”… ver crítica), Vince Vaughn (en la segunda temporada de “True Detective”), Sam Worthington (“Avatar”), Luke Bracey (“Point Break”), Hugo Weaving (el agente Smith de “Matrix”), Teresa Palmer (“No apagues la luz”). Presupuesto: 40 millones de dólares. Recaudación: 163 millones. Premios: entre otros, ha recibido 6 nominaciones a los Oscar, incluyendo Mejor Película, Director y Actor Principal.

Sinopsis: en 1942, en plena II Guerra Mundial, Desmond Doss se alista para servir en el ejército a pesar de haber sido educado como un adventista del séptimo día, religión que le impide coger un rifle y, mucho menos, quitarle la vida a otro hombre. Sometido a un consejo de guerra por este motivo, Desmond consigue finalmente su objetivo de ayudar enla contienda y es enviado a Okinawa, donde pese al recelo de todo el pelotón, se convertirá en un héroe de guerra al ayudar a salvar la vida de 75 compañeros.

Crítica: La guerra siempre es la misma, pero los que mueren en ella tienen rostros distintos. Me encanta el cine, tengo que decir. Sin embargo, confieso que no suelo juzgar una película por los valores que defienda, retrate o (en el peor de lo casos) con los que pretenda aleccionar a su audiencia. Pueden ser, eso sí, un valor añadido, pero no un motivo para juzgarla, por tanto en cuanto a mí lo que me interesa realmente es su calidad artística. Es decir: si veo una película donde el protagonista es un hijodeputa y se dedica a matar a todo lo que encuentre a su paso sin motivo alguno… puede ser que me guste, simpre y cuando me despierta alguna emoción (que puede ser, en esencia, unas cuantas carcajadas). En cambio, un film que apueste por todo lo contrario lo denostaré con ahínco si me produce sopor o hastío. Dicho queda. Ahora bien, y paradójicamente, si me gusta a veces valorar una cinta por la intrahistoria personal que tiene en algunos de sus apartados, y sólo por esto, “Haksaw Ridge” (título original) ya me parecería excelente. Para quien no lo sepa… Mel Gibson siempre ha sido acusado de ser un hombre con muy mal genio. La cosa no pasaría de ahí, sino fuese porque hace unos años comenzaron a aparecer testimonios que daban cuenta de sus problemas con el alcohol, lo que le llevaban a proclamar a grito pelado chorradas antisemitas (llegando incluso a negar el Holocausto), amén de discursos homófobos y sexistas. Y lo peor es que muchos pudieron escucharle con sus propios oídos en un vídeo policial cuando le detuvieron por conducir ebrio y unas conversaciones telefónicas que filtró una ex novia. ¿Resultado? Pues que el antiguo mito en esto del cine que había alcanzado la cumbre con “Braveheart” caía en la desgracia más absoluta, lo que ligado además al inevitable paso del tiempo le condenó a malvivir en producciones de dudosa calidad y que casi nunca conseguían el favor ni del público ni de la crítica. Vamos, que estaba acabado y con medio cuerpo ya en la tumba, para muchos. Y hete aquí que el tío se saca de la manga una película brillante a sus 60 tacos, expiatoria en más de un sentido, emocionante hasta el punto de hacerte soltar alguna lágrima, hermoso en y crudo a la vez en su forma de plasmar la violencia y reivindicable por todo lo apuntado anteriormente pero también por las convicciones que defiende. Todo ello, además, con la connivencia de un actor en estado de gracia (otro al que, por cierto, también daban ya por perdido muchos).Porque si Anjélica Huston se enamoró en su día de la mirada de Juan José Ballesta, lo mismo me ha pasado a mí en este film con esa sonrisa inocente, que te dice mucho del personaje sin necesidad de que pronuncie una palabra. Sólo por él ya merece la pena toda la primera parte de la película, que podría haber sido bastante peor sin su presencia, pero que con él se convierte en entrañable, tierna y edificante, a posteriori. Una lástima que por lógica desaparezca el papel de Teresa Palmer, porque la química entre ellos es pura como un manantial de agua virgen. Lo que tenemos después es un derroche y destrucción bélica que no habíamos visto en pantalla grande desde “Salvar al soldado Ryan” (“Saving prívate Ryan”, 1998, Steven Spielberg). Siendo éste uno de los puntos fuertes del Gibson director desde “Braveheart” y pasando por “Apocalypto”, cualquiera diría que su estética, planificación narrativa o gusto por los detalles macabros ya habrían quedado un tanto polvorientos y superado tras una década sin ejercer de maestro de ceremonias, pero las escenas de acción siguen siendo tan vibrantes como en las dos anteriormente citadas, lo que viene a demostrar que el talento, no sólo sigue estando ahí, sino que lo hemos perdido durante todos estos años por “crucificarle” en su día, con o sin motivo. Una imagen alegórica, por cierto, la de la crucifixión, muy recurrente en su filmografía como realizador, y que aquí también nos regala un plano precioso al final del metraje, más justificado si cabe que en otras ocasiones.

Resumiendo: llega la temporada de premios, que a la par es mi época favorita y tediosa del año. Me lo paso como un crío viendo lo mejor que nos ha dejado el año en cuanto a cine se refiere (que cada vez más, se esperan a estrenar en el último tercio, los muy cabrones), pero es tedioso e injusto el tener que elegir siempre “la mejor” y que, nos guste o no, tras cada entrega de galardones siempre quede una señalada como “triunfadora” y el resto como “perdedoras”. ¿De qué lado caerá la suerte para “Hasta el último hombre”? Pues ni lo sí ni me importa. Desde luego, es de lo mejorcito que he visto en los últimos meses, y eso que todo lo que veo últimamente tiene muchos quilates, como os decía. Su mera existencia, como acto reivindicativo de un cineasta que nunca se fue (sino que lo apartamos) ya justifica su existencia. Pero es que, además, es muy buena.

Memorable: en un biopic (que a fin de cuentas, es lo que no deja de ser) hay ciertos tramos del metraje que resultan pesados y lastran otros méritos del film, por el simple hecho de estar supeditados a ser fieles al original que retratan. Aquí, y si entendemos las distintas partes de la historia a modo de “set pieces”, todas interesan por igual, sustentadas sobre todo en un elenco de actores que rayan a la perfección, no sólo un Garfiel que está de Oscar.

Mejorable: aunque para mí sería un punto a destacar en lo positivo, tengo que reconocer que hay algunas ideas muy “gore” a la hora de plasmar la realidad de la guerra. El simple hecho de ver a los soldados avanzando mientras pisan un terreno alfombrado de cadáveres ya impresiona, pero es que… cuando empiezan ráfagas de balas y uno de los protagonistas utiliza el cuerpo mutilado de un cadáver como escudo para abrirse paso… Brutal.


Parafraseando: al hilo de la sonrisa del protagonista a la que anteriormente hacía referencia, y aunque el film está cuajado de grandes diálogos, utilizaré las propias palabras del auténtico Desmond Doss, en unas imágenes de un documental que son utilizadas al final del metraje, a costa de un episodio retratado en la película, cuando le limpia la cara dubierta de sangre a un compañero que creía haberse quedado ciego: “Si sólo hubiese conseguido aquella sonrisa que me regaló, ya me habría dado por satisfecho”.

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