Año: 2017. Director:
Zhang Yimou (“La casa de las dagas voladoras”).Intérpretes: Matt Damon (“El
indomable Will Hunting”), Jing Tian (“Police Story 2013”), Pedro Pascal (el
detective Javier Peña de la “Narcos” de Netflix), Willem Dafoe (“Platoon”, Andy
Lau (“Los señores de la guerra”). )Presupuesto: 150 millones de dólares. Recaudación:
224 millones (hasta la fecha).
Sinopsis: William
Garin y su amigo Pero Tovar son dos mercenarios trotamundos que no confían en
nadie. Ni siquiera el uno en el otro. Ambos coinciden, no obstante, en que la
forma más fácil de mejorar sus vidas es consiguiendo extraer la mayor cantidad posible
de pólvora negra de la China imperial, por tanto en cuanto la pólvora es un
invento revolucionario que amenaza con cambiar el curso de las batallas en un
futuro cercano. El destino, sin embargo, les tiene reservada otra aventura, ya
que durante su viaje son acosados por una extraña bestia a la que matan. Su hazaña
les lleva hasta las puertas de la Gran Muralla, donde descubren que la
imponente fortaleza es el único bastión que resiste el avance de una horda de
monstruos que aparecen cada sesenta años y que podrían invadir toda la Tierra
si nadie consigue detenerlos.
Crítica: para mi sorpresa, hace un par de años mi padre
(que suele firmar ese viejo axioma de “ya no se hacen las cosas como antes”, lo
que incluye a las películas) me confesó que Matt Damon le gustaba. Que era uno
de esos actores que merecía la pena seguir cada vez que estrenaban una
película. Eso es lo que comúnmente se llama “carisma”, pero que también se
puede explicar como “inteligencia” a la hora de escoger proyectos. Porque te
puede caer mejor o peor, pero desde luego el chaval no es tonto. Más o menos
eso es lo que respondía hace unos años a todos los alarmistas fans del cómic
que se llevaron las manos a la cabeza cuando Walt Disney compró Marvel y
auguraron un apocalipsis cercano en el que veríamos cosas tan bizarras como a
Mickey Mouse uniéndose a “Los Vengadores”. A ver, gente… que no son tontos. Que
a la Disney de hoy en día no le interesa “atontar” a las nuevas generaciones
dulcificando sus cuentos de toda la vida. Lo que le interesa es lo que a todos:
la pasta. Y cuanto más “gansa” mejor. Bueno, pues algo de eso tiene esta
película, por más que en su producción no tenga nada que ver ni Disney ni
Marvel, aunque sí responde a esos agoreros que se preguntaban cómo iban a
cambiar las producciones de Hollywood ante la política aperturista del régimen
chino en los últimos años. Y es que, ya habíamos tenido alguna contestación en
otras producciones, basadas en su mayoría en la simple aportación de capital chino
a según qué películas que todos sabíamos que lo iban a “petar” en taquilla, si
bien “La gran muralla” pasará a la historia por ser la primera co-producción en
todos los sentidos entre ambas potencias mundiales, lo que condiciona mucho lo
que vemos en pantalla. No sólo en la historia, la ambientación y el equipo
técnico y artístico que se encuentran en el proyecto, sino en el tratamiento de
la propuesta en sí misma. Hemos de entender que la oriental es una cultura
donde ver a Jackie Chan dando patadas durante sesenta años o a Son Goku y
Freezer zurrándose durante treinta capítulos es algo que “mola”. “The Great
Wall” pues, tal y como se empecine en vendernos el tortuoso tráiler que en los
últimos días te salta sin que lo pidas en esta última semana cada vez que
quieres ver un vídeo en YouTube, una cinta donde vemos una épica lucha de hora
y media contra un ejército de “orcos”, que bien podría considerarse como un
remake de la batalla en el abismo de Helm de “Las dos torres”. Sólo que,
mientras que en la adaptación del libro de Tolkien llevada a cabo por Peter
Jackson había un trasfondo que sustentaba el film más allá de la susodicha
pelea, aquí… pues… aquí está Matt Damon. Que ambos factores unidos te parezcan
razón suficiente para darle un “aprobado” al resultado final depende mucho de
tus expectativas cinéfilas, pero su justificación es muy sencilla. Se podría
haber hecho una película mejor que “La gran muralla”. Sin duda. Incluso una
película que recuperase en taquilla la bestialidad de millones invertidos en su
producción. Pero la que aquí tenemos no está diseñada para conformarse con eso.
“The Great Wall” es una bestia gestada para reventar la banca y allanar el
terreno de cara a otras coproducciones entre Estados Unidos y China donde,
dentro de no mucho, será un actor de ojos rasgados el que acudirá a salvarle
los papeles a lo más granado del star system hollywoodense. Y si no, al tiempo.
Resumiendo: en un
marco incomparable, asistimos al titánico de duelo de todo un imperio frente a
las criaturas de El Nido contra las que combaten a veces los “X-Men”. Bolas de
fuego, lluvia de flechas, una chica guapa a la par que valiente y fuerte… y un
héroe sin mácula que se enfrenta al “dragón” cual caballero andante, acompañado
de un “Sancho Panza” a mayor gloria del antiguo arquetipo del cine de
aventuras. Todo ello, con la factura visual que sólo una avalancha de millones
puede pagar (y esa sí que es una hora de “verdes” en pantalla grande). En definitiva,
cine palomitero “Made in China” que, al igual que los bazares que regentan sus
compatriotas en nuestro país, no tienen descaro de “fusilar” propiedades
ajenas, sólo que en esta ocasión el precio de la entrada “cuesta” lo mismo y “valen” lo mismo. Que parece
igual, pero no significa exactamente lo mismo.
Memorable: el
concepto de las “lanceras suicidas”, que hacen “puenting” desde la gran muralla
en plan “picaor” de una corrida de toros, a sabiendas de que en una de esas, la
cuerda que les sujeta regresará de vacío sin su cadáver. Al igual que he
señalado otras referencias durante la reseña, me recuerdan mucho a aquellos “hombres-red”
de “El imperio del fuego”, que directamente hacían caída libre sobre los
dragones. Si bien, y para ser justos, en aquella ocasión el concepto me parecía
muy “manga” en sí mismo. Genial, en definitiva.
Mejorable: la
doble lectura que han intentado hacer algunos medios sobre que el “hombre
blanco” es quien salva a los pobres chinitos. Y peor aún el director
defendiéndose, alegando que de todos los que luchan en la batalla, sólo hay un occidental
y encima es un mercenario sin patria. Me parece tan estúpido como aquella vieja
pelotera de algunos preguntándose si no había un actor español competente para
hacer de “El capitán Alatriste” en lugar del Aragorn de “El señor de los
anillos”. Pues amigos… cuando quieres tener una proyección internacional, se
hacen ese tipo de concesiones. Sin más. Eso sí: todavía no he visto a nadie
quejándose de que con la cantidad de razas que pululaban por la Tierra Media no
existiese la negra. La raza negra, quiero decir. O de color. O afroamericana. O
como lo tenga que decir para no herir la susceptibilidad de algunos. Que de
verdad… a veces nos la cogemos con papel de fumar que da gusto.
Parafraseando: antes
de ser la pareja (cómica) más mal avenida del Imperio, Damon y Pascal formaban
un trío junto con otro tipo que, sin embargo, es herido de gravedad en la
primera escaramuza. Esto empieza a levantar suspicacias entre ambos,
constantemente “picándose” en pos de quien traicionará al otro: “No
vivirá. La herida se infectó. Nos retrasará el cadáver” “Tiene derecho a morir
donde quiera. A mí también me abandonaron dos veces. Qué mala suerte” “¿Para
quién?” “Para los que me abandonaron”.
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