Año: 2016. Director: Pablo Larrain
(“El club”). Intérpretes: Natalie Portman (“Cisne negro”), Peter Sarsgaard (“Los
7 magníficos”), Greta Gerwig (“A Roma con amor”), Billy Crudup (“Casi famosos”),
John Hurt (“Alien, el octavos pasajero”), Max Csella (la serie de televisión “Los
Soprano”). Presupuesto: 9 millones de dólares. Recaudación: 18 millones (hasta
la fecha). Premios: ha sido nominada a 3 Oscar: Mejor Actriz Protagonista,
Mejor Banda Sonora Original (compuesta por Mica Levi) y Mejor Vestuario.
Sinopsis: en los
días posteriores al asesinato en Texas de John Fitzgerald Kennedy en la calle
Elm Street de Texas, en noviembre de 1963, la que fuera su esposa, Jackie
Kennedy, intenta aportar su granito de arena al legado de su marido,
planificando un funeral de estado a ala altura del que tuviese en su día
Abraham Lincoln, y asistiendo entre impotente y sedada, a la cadena de acciones
que invariablemente se llevaron a cabo: el nombramiento de Lyndon B. Johnson,
su mudanza de la Casa Blanca, el asesinato de Oswald… Todo ello acompañada por
su cuñado Robert y por una intensa búsqueda de encontrarle algún sentido a lo
ocurrido, aunque sólo sea para mitificar el nombre de su esposo en las páginas
de historia.
Crítica: “Hay dos
tipos de mujeres: las que quieren tener poder en el mundo y las que quieren
tener poder en la cama”. Seguimos al coche presidencial que prácticamente vuele
sobre una carretera despejada, intentando de manera un tanto estéril llegar
cuanto antes al hospital, por si algún médico puede obrar el milagro. Instantes
después, vemos el primerísimo rostro de Portman, con la cara cubierta de sangre
y llorando cual magdalena, en un plano que se recrea durante casi un minuto en
esa agonía, en un ejercicio interpretativo que pocas actrices habrían
soportado. Si tomásemos al pie de la letra la frase extraída del metraje con la
que he comenzado esta reseña, deberíamos concluir pues que la Portman es del
tipo de mujeres qu buscan tener poder en el mundo. En el suyo, al menos, que es
el cine. Lo de la cama intuimos que también, pero por desgracia no creo que
lleguemos a constatarlo. Porque “Jackie” es un producto en el más puro sentido
de la palabra, un vehículo de lucimiento fabricado expresamente a la medida de
su estrella protagonista. Vamos, un caramelito envuelto en el papel dorado con
el que se envolvería un Oscar, si no fuese porque hay cierta sensación en el
aire de que “La La Land” arrasará con casi todo, lo que incluye la estatuilla
para una adorable Emma Stone (por cierto, casi nadie ha destacado que Meryl
Streep vuelve a estar otra vez entre la terna de candidatas. ¿Por qué no le
cambian el nombre a la categoría por el de “premio a la Mejor Meryl Streep
Protagonista”?). ¿Qué significa esto en lo concerniente a la película como un “todo”
global? Bueno, pues básicamente en que lo que encontramos es un conjunto de
luches y sombras, las mismas que iluminan o ensombrecen la leyenda que la
propia Jacqueline estaba tan preocupada en alimentar. “Jackie” no es un biopic
al uso. Está tan ceñido al momento de la historia que narra que difícilmente
puedes hacerte una idea de cómo era la susodicha realmente, por más que durante
el metraje se den pinceladas en ese sentido, y entendiendo siempre que la
muerte de su marido, que ella además vivió de forma directa, fue un momento tan
determinante en su vida que sin duda la marcó para el resto. Sólo la recreación
de la famosa entrevista para la CBS y que muestran a una mujer un tanto sexy un
tanto tonta, mitigan un poco el “shock” perpetuo por el que Natalie se arrastra
en pantalla el resto del metraje, apoyada además en una banda sonora de Mica
Levi muy poco común en este tipo de películas, con un “leit motiv” principal
que son de los que tienen identidad propia dentro de los valores añadidos de
una producción. No obstante, se han estrenado ya tantas películas y series que
versan en torno a la figura del presidente más mediático en la historia de los
Estados Unidos (a la espera de que Donald Trump le desbanque), de forma directa
(“JFK”, “13 días”) o indirecta (la reciente serie “22/11/63·”), que corre el
riesgo de convertirse en una subcategoría propia de la que muchos empiecen a
retirarse, como lo que ocurre en España con las cintas ambientadas en la guerra
civil. Más allá de que esté mejor o peor retratada la personalidad de Jackie
Kennedy, lo mejor y más novedoso que aporta la cinta es el mencionado viaje en
el coche, que es algo en lo que casi nadie habíamos pensado cuando se habla del
asesinato del presidente, y que aquí queda claro que tuvo que ser interminable,
difuso y gélido como un invierno en Nebraska. Lamentablemente, no sabemos si de
forma intencionada o no, la sensación que te deja su visionado es un poco
parecida.
Resumiendo: es
por todos sabido que a los yanquis les flipa la monarquía británica. Bastante paradójico,
todo sea dicho de paso, teniendo en cuenta la historia secular del propio país.
Sólo hay que ver la reverencia con la que tratan películas como “The Queen” o
la reciente y aclamada serie “The Crown”, de Netflix. Para ellos, lo más
parecido que tienen, obviamente, son los habitantes de su despacho oval. Y entre
todos ellos, el más “monárquico” de todos fue el matrimonio de John y Jackie
Kennedy. No es de extrañar el paralelismo que se hace con el musical de “Camelot”,
al margen de que sea fidedigno o no con la realidad. Por todo ello, si eres fan
de la historia, te gustará esta película. Si eres entusiasta de la Portman,
también, por supuesto. Pero también es cierto que su apego y respeto hacia la
figura de la pareja no consigue hacer que el film despegue, quedándose en un territorio
mucho más modesto de lo que hubiésemos querido.
Memorable: aunque
breve, la cinta supone la última oportunidad (salvo reestrenos, vaya) de ver en
pantalla grande a la leyenda del cine John Hurt, que nos dejó hace apenas unas
semanas. Un papel breve pero tan intenso como siempre. Uno de esos intérpretes
que a pesar de que nunca ganaron el Oscar, siempre estaba impecable en todos
sus papeles. Hasta el último día. Como suele ocurrir en este tipo de casos,
adquieren sin pretenderlo otro significado algunas de sus últimas líneas de
diálogo: “Yo he tenido una vida plena. Pero aún así, antes de apagar la luz
para acostarme cada noche, me pregunto: “¿Es esto todo lo que existe?””.
Mejorable: aunque
a mi juicio, es del todo imprescindible ya que satisface el placer morboso de
muchos de los que vemos una película tan contextualizada como la que nos ocupa,
puedo imaginar que a otras muchas personas les resultará desagradable e incluso
innecesario la recreación final del tiroteo en Texas, con un primer plano de la
cabeza de JFK reventando y salpicando de sangre y sesos la pantalla. Apenas dura
un segundo, por supuesto, pero lo suficiente para que sea una de las
instantáneas más poderosas del film que de seguro se quede en tu retina.
Parafraseando: la
película se estructura en base a una entrevista que la propia Jacqueline
concedió a un periodista, con la intención de dar su versión de lo ocurrido
durante aquellos días. Será con él con quien mantenga la siguiente
conversación: “La mayoría de los escritores quieren ser famosos” “¿Y usted quiere ser
famoso?” “No. Estoy muy bien como estoy, gracias” “Pues debería prepararse. Este
artículo va a llamar bastante la atención” “¿Y tiene algún consejo para mí?” “Sí.
No se case con el presidente·”.
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