Año: 2014. Título original: A Million Ways to
Die in the West. Director, guionista y protagonista: Seth MacFarlane
(“Ted”... ver crítica). Intérpretes: Charlize Theron (“Monster”), Liam Neeson (“La amenaza
fantasma”(, Amanda Seyfried (“In Time”), Neil Patrick Harris (“Cómo conocí a
vuestra madre”), Giovanni Ribisi (“60 segundos”), Sarah Silverman (“Escuela de
rock”). Cameos: Christopher Lloyd, Jamie Foxx, Ewan McGregor, Ryan Reynolds.
Presupuesto: 40 millones de dólares. Recaudación: 86 millones.
Sinopsis: en
1882, Albert es un granjero que cría ovejas y se siente aturdido por el hecho
de vivir en un lugar tan inhóspito como el Lejano Oeste. El poco sentido que
tenía su vida se viene abajo cuando su novia le deja por el dependiente de una
“moustachería”. Pero el bueno de Albert no se dará por vencido e intentará
recuperarla de nuevo dándole celos con una recién llegada que, sin él saberlo,
es la esposa del malvado pistolero Clinch Leatherwood.
Crítica: volvemos
de nuevo a la eterna pregunta de: ¿qué es más difícil… hacer reír o hacer
llorar? Y como todas las preguntas recurrentes, no tienen una respuesta fácil.
En realidad, depende del público al que intentes sonsacar una carcajada o una
lágrima. Por ejemplo, a mí Adam Sandler me cae mal; sus payasadas no me hacen
ninguna gracia y las únicas películas suyas que he disfrutado son aquellas
donde se limitaba a seguir órdenes, como en la “Embriagado de amor” de Paul
Thomas Anderson. Lo mismo le pasa a Santiago Segura, a quien, por el contrario,
yo idolatro. Esto hace que, cuando en su saga “torrentiana” aparezca el chiste
recurrente de “¿Nos hacemos unas pajillas?”, yo ya esté desternillándome de la
risa, mientras que otros digan: “¿Otra vez esto?”. Pues lo mismo pasa con Seth
MacFarlane, un tipo que ha ido cogiendo protagonismo en los últimos años, una
vez asentado su “Padre de Familia” y que, como todos los cómicos, despierta
entusiasmo y antipatía, con lo que hay mucha gente esperándole para “vengarse”.
De ésta, su última incursión en la comedia, he escuchado todo tipo de críticas
sobre lo flojo de la propuesta, su manida premisa argumental y su discutible
elección de erigirse, encima, como protagonista. No obstante, yo soy un
ferviente seguidor de “Family Guy”, y su canción sobre las actrices que han
enseñado sus encantos en las películas, durante la pasada entrega de los Oscar,
me pareció de lo más hilarante visto en años. Por eso, ver trasladado desde los
dibujos animados al celuloide ese tipo de humor tan personal y absurdo, en un
contexto original y poco transitado por la comedia, donde se nota el esfuerzo
del autor por contrastar ambos mundos (pasado y presente), con algunos gags de
lo más ingeniosos (impagable y soez todo lo que tiene que ver sobre la relación
entre la puta de burdel y el mejor amigo de Albert)… a mí me ha encantado. Pero
también entiendo que a otras personas les parezca una pérdida de tiempo. Es lo
que tiene la comedia: o eres un genio… o un payaso. Depende de a quién le
preguntes. Para otro día dejaremos la reflexión sobre Liam Neeson, un tipo por
el que parece que no pasen los años, y tras reconvertirse en héroe de acción,
ahora se preste a todo tipo de bromas, como en la que nos ocupa o también
prestándole su voz al poli bueno(poli malo de “La LEGOpelícula”.
Resumiendo: no es muy común ver una comedia ambientada en el
Oeste. Alguna hay, como “Sillas de montar calientes” (Mel Brooks, 1974) o “Venge
a ligar al Oeste” (Pedró Lazaga, 1972), si bien esta última no es un western
como tal si no que tiene unos decorados ambientados en eso que en Estados
Unidos es su género clásico por excelencia, que quizás es el motivo principal
de que no se prodiguen mucho las risas en algo que para ellos es casi
intocable. Ya sólo por ello, la cinta que yo reseñamos es original y dudo mucho
que haya quien consiga reprimirse un puñado de risotadas durante su visionado,
que es lo mínimo que se le puede pedir a una producción de este talante y que,
aún así, no siempre se consigue. Por todo ello, me sorprende mucho que haya
pasado tan desapercibida y desde aquí la postulo como una de esas cintas
reivindicables que siempre está bien “descubrir” de tanto en tano.
Memorable: el
cameo de Christopher Lloyd, repitiendo su rol de Doc Brown, escondiendo el
Delorean y sonando los acordes de “Back to the future”… Es una coña muy del
estilo “Padre de Familia” pero que, visto en pantalla grande, se convierte en
uno de los mejores cameos de la historia del cine.
Mejorable: la
comedia, muchas veces, depende también del factor sorpresa. Y si bien es cierto
que muchos gags la tienen (el flamígero peligro de hacerse una foto, la
estampida en la feria, el perro que recoge un inesperado hueso…) la historia de
amor principal es bastante previsible.
Parafraseando: en
otro de esos momentos para la posteridad, Jamie Foxx repite su papel de “Django
desencadenado” (justo antes de los títulos de crédito… y también después de
estos) para ajustar cuentas con el humor… “negro”: “En la feria, muere gente”.
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