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sábado, 11 de febrero de 2017

Crítica de "RINGS" (2017)


Año: 2017. Director: F. Javier Gutiérrez (“Tres días”). Intérpretes: Matilda Lutz (“Summertime”), Alex Roe (la serie “The Fugitives”), Johnny Galecki (Leonard en “The Big Bang Theroy”), Vincent D´Onofrio (el Wilson Fisk del “Daredevil” de Netflix), Aimee Teegarden (Julie Taylor en la serie “Friday Night Lights”). Presupuesto: 25 millones de dólares. Recaudación: 31,8 (hasta la fecha).

Curiosidades: es la tercera entrega de una saga comenzada en 2002 y continuada en 2005, que a su vez era un remake de la cinta original japonesa de 1998. Aquella “The Ring” japonesa era una adaptación de la novela homónima de Koji Suzuki, a su vez basada en un cuento popular chino. También tuvo sus propias secuelas en el país del Sol Naciente. Pero lo más llamativo es que el exitoso remake norteamericano dio pie a toda una ola de adaptaciones de cintas de terror japonesas como “Dark Water”, “The Grudge (El grito)” o “Pulse (Conexión)”.

Sinopsis: Julia y Holt son una pareja de novios que deben separarse cuando el segundo inicia sus estudios en la universidad. Sin embargo, y tras varios días sin tener ninguna noticia suya, Julia decide ir en su busca y es así como descubre que su chico se ha enrolado en una especie de “cadena de muerte” bajo la tutela de un profesor que pretende descubrir la existencia del alma utilizando la maldición de Samara Morgan; la chica que aparece en unas escalofriantes imágenes de un VHS y que, tras su visionado, te llama para avisarte de que tan sólo te quedan siete días de vida. Ahora, la única posibilidad de Julia y Holt para sobrevivir a la maldición será intentar descubrir el pasado de Samara y resolver los misterios que encierra.

Crítica: no recuerdo mucho (más bien nada) de ninguna entrega de “The Ring”, ni de la original ni del remake norteamericano. Ambas las vi en su día y recuerdo que me gustaron, a pesar de que tampoco han sido de esas míticas cintas que se te quedan en la retina con el paso de los años o que te incitan a revisionarlas pasado cierto tiempo. Tanto es así que de la secuela no recordaba ni siquiera si la había visto o no, hasta que un amigo me recordó una secuencia con los protagonistas encerrados en un coche en medio de la carretera y rodeados por ciervos o algún tipo de animal semejante. Por todo ello, esta tercera entrega no me atraía lo más mínimo, pero me parecía sensato hacer una nueva película porque intuía que a muchos les pasaría lo mismo que a mí y ni qué decir tiene que las nuevas generaciones ni siquiera habrían visto las películas a las que hacía mención anteriormente. En cualquier caso, no hace falta haber visto ninguna de ellas para disfrutar de “Rings”, lo que de entrada es un punto a su favor. Te basta con saber que circula por ahí un vídeo que “mata” a quien lo ve al cabo de una semana. Un punto de partida interesante a la par que absurdo y sobre todo obsoleto, por tanto en cuanto los reproductores de vídeo ya sólo sirven para acumular polvo. Sin embargo, y a pesar de todas las críticas negativas que ha recibido la película, la vuelta de tuerca que se introduce aquí, con una especie de culto secreto universitario que va buscando “relevos” para ir salvándose de la maldición (ya que, si haces que otra persona la vea, le traspasas entonces el aciago destino al susodicho) me parece tronchante y muy acertado, pues retrata la naturaleza humana y su costumbre de “pasarle el muerto a otro” (y nunca mejor dicho) de manera magistral. Esto, no obstante, que se nos presenta muy acertadamente como un misterio dentro de otro misterio, puesto que nos iremos enterando a medida que su protagonista vaya en busca de su novio, queda pronto aparcado por la trama principal, donde los protagonistas deberán desandar los pasos de la niña maldita y encontrar su origen para intentar detener sus funestas consecuencias desde la misma fuente. Vamos, un giro de guión convencional que ya hemos visto en otras ocasiones y que reduce la nueva producción a ser un remedo de otras, a la par que también reduce el número de muertos (que es lo que el público mayoritariamente quiere ver en este tipo de películas) al centrar su espectro de acción en la pareja que da lugar a todo.

Resumiendo: como manifesté al principio de la reseña, no tenía ninguna aspiración ante la cinta que nos ocupa. Éstas expectativas del espectador (que puede ser uno cualquiera o el crítico de una publicación) son lo que finalmente dictamina el calado de la propuesta en la persona en cuestión. Son inevitables, habida cuenta de la gran cantidad de información que tenemos sobre una película antes de su estreno, y también al hecho de que cuando pagas una entrada de cine siempre es con la esperanza de encontrar “algo”: terror, risas, amor, dramas lacrimógenos o adrenalina en vena. Lo más sencillo para todos, a la par que lo más justo para cualquier producción, sería que fuésemos al cine con la “mirada limpia” y los oídos sordos a cualquier tipo de comentario al respecto de la cinta que vayamos a visionar. Pero como digo, eso es imposible. Sobre todo cuando lo que aparece en el cartel es un número que identifica a la película como parte de una saga más o menos longeva (aquí han prescindido de titularla “Ring 3”, pero se me entiende). No obstante, las expectativas, al igual que la maldición que retrata esta película también es transferible, y eso afecta en muchas ocasiones la carrera comercial de un título. Precisamente, por no esperar nada de ella, yo la disfruté mucho más de lo que creí en un principio. Quizás, al leer esta reseña, eleve un poco las aspiraciones que tengas puestas en ella y te decepcione. ¡Oh, la maldición del crítico cinéfilo!

Memorable: los tres prólogos que se suceden en los primeros minutos de metraje. El primero, en el avión, el típico “susto!” con el que empiezan este tipo de propuestas;.  El segundo, con el Leonard de “The Big Bang…” intentado dejar de ser Leonard y mostrándonos nuestro pasado “kitsch” de rebuscar en video-clubs en busca de un tesoro inesperado. El tercero, presentando a los protagonistas y planteando el primer gran misterio, situándonos en los ojos de la chica. Parece una tontería pero, concatenados en la pantalla, uno se pregunta: “What the fuck?” y da la impresión de que puede pasar cualquier cosa a continuación.

Mejorable: sin embargo, y a pesar de lo expuesto en el apartado anterior, luego la película cae en ritmo, fuerza y sobre todo, originalidad. En el final, además, hay una secuencia que recuerda mucho a otra producción del género muy reciente: “No respires”, que ya, no sólo es la gota que colma el vaso, sino que además, y como suele decirse… las comparaciones son odiosas.


Parafraseando: nuevamente a pesar de lo dicho en el apartado anterior de esta crítica, lo mejor de la cinta es ver a un Vincent D´Onofrio que realmente abraza su personaje y se lo pasa “de muerte” en un personaje bastante descorazonador: “Ahora escucharme: no hay absolutamente nada en esa niña que deba despertar vuestra curiosidad” “Necesito entenderlo” “¿Por qué? Porque crees que te eligieron para algo especial. Tener una visión no es lo mismo que entender su significado”.

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