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jueves, 16 de febrero de 2017

Crítica de "TED 2" (2015)


Año: 2015. Escrita y dirigida por: Seth MacFarlane (“Mil maneras de morder el polvo”… ver crítica). Intérpretes: Mark Wahlberg (“Transformers: La era de la extinción”…ver crítica), Seth MacFarlane (en la V.O., aquí Santi Millán pone voz el protagonista), Amanda Seyfried (“Pan”), Morgan Freeman (“Million Dollan Baby”), Liam Neeson (“Venganza”), Giovanni Ribisi (“Salvar al soldado Ryan”) y cameos de Sam J. Jones, Jay Leno o el quaterback Sam Taylor, entre otros. Presupuesto: 66 millones de dólares. Recaudación: 216 millones. Curiosidades: lógicamente, es la secuela de la cinta de 2012, “Ted” (ver crítica).

Sinopsis: las cosas se complican para Ted y “La Vane” cuando, después de casarse, deciden tener un hijo para superar una crisis. Ante la imposibilidad de concebirlo biológicamente, Ted intentará encontrar un donante de esperma digno pero, cuando esto también falla y la adopción se le niega por el hecho de ser considerado como una “propiedad”, Ted emprenderá una batalla legal por ser considerado como un “humano”.

Crítica: “Para mí siempre fuiste de verdad. Incluso cuando no lo eras”. Al igual que hago en otras ocasiones, voy a empezar escribiendo aquello que todos queréis leer: “Ted 2” es peor que “Ted 1”… a pesar de que seguramente te reirás bastante en el cine. Ahora ya os podéis largar, porque lo que toca es una disertación pretenciosamente filosófica sobre una comedia gamberra (¿puede haber algo más estúpido?). dicen que la fama es la peor droga que hay y que, una vez obtenida, serías capaz de hacer cualquier cosa para conservarla. Lo vemos todos los días en la Televisión. En Telecinco, más frecuentemente. Donde “tronistas”, “trospidos” y demás seres con “T” (de “tetas”) pasan de un reality a otro intentando hacer que esos quince minutos de fama duren eternamente. Por desgracia, también lo hemos visto en la “T” de “Ted 2”. Y es que, si hace apenas un par de días dije que Seth MacFarlne era el nuevo gurú de la comedia norteamericana (su canción sobre las tetas de las actrices, nombrándolas una por una, en la gala de los Oscar, es de lo más descacharrante que he visto en años), el creador de “Family Guy” ha tirado todo su crédito por la borda con esta secuela, que parece echar a mala leche, enfatizando todo aquello que se le criticó en la primera entrega. Y, a la vez, uno ve un intento casi desesperado por parte de MacFarlane de que sea un éxito, “familyguy-rizando” (toma, yo también sé darle patadas al diccionario) a su obra, consciente de que el “no-éxito” (pues no fue un fracaso como tal) de su “Mil maneras de morder el polvo” le dejó grogui, y un segundo tropiezo te manda al limbo en Hollywood. Un craso error, claro. Porque no tengo nada contra “padre de Familia” (al contrario, me encanta), pero cuando uno se da cuenta de que no está viendo “Ted 2”, sino “Ted Guy” (o “Family Ted”, lo que más gustéis), parte de la magia se pierde. E insisto, es un error porque MacFarlane no es un mal cómico. Todo lo contrario. Y sigue siendo el más irreverente de todos, bien cuando se pone soez (el gag en la clínica de inseminación), sutil (que suene una canción de Ray Charles cuando Ted se sienta al volante) o “raro” (la broma recurrente sobre el parecido de Seyfried con la criatura Gollum).y a los amantes de la incorrección política, nos seguirá encantando su vena más salvaje, como ver a un osito de peluche gritando que hace mamadas por tres dólares o los ejemplos lanzados en el club de “stand up comedy” para que improvisen. El problema es que este buen humor son gotitas en el mar de esta cinta, donde el grueso lo conforman los coñas sobre drogas (hasta el punto de llegar a parecer la parodia de “Dos colgaos muy fumaos”, versión “muppet”) y la concatenación de gags para rellenar un argumento con poca fuerza para llegar a ser una real sátira de los derechos humanos, una temática que bien habría podido ser el verdadero “corpus” de la atracción. No me gustaría terminar sin subrayar que, durante su visionado, me reí a carcajadas no menos de una docena de veces (cosa que muy pocas películas consiguen), pese a saber que lo que estaba viendo me hacía gracia porque ya me la había hecho en la serie que no mencionaré más veces. Es como un chiste que sigues pidiendo a tu colega el gracioso que te vuelva a contar, a pesar de que sabes que ya no volverá a ser lo mismo. Y si tuviera a MacFarlane delante, parafrasearía a su alter ego de la pantalla y le diría: “Yo siempre creí que eras divertido… incluso cuando no lo eras”. Así que no vuelvas a decepcionarme.

Resumiendo: hay un mandamiento grabado en piedra en la cinefilia que reza que todas las secuelas son malas. Lógicamente, no siempre se cumple, y mucho menos ahora, que lo raro es que haya producción que no goze de la susodicha o incluso de toda una franquicia para ella solita. Sin embargo, en lo que respecta a las comedias (sean del tipo que sean y de la nacionalidad que sean… ya me viene a la cabeza: “Fuga de cerebros 2”) sigue valiendo en casi todos los casos. ¿Por qué? Quizás porque la mayoría de las comedias parten de un gag o situación supuestamente hilarante que no da más de sí de lo que se quiere contar en un inicio. “Ted 2” es el ejemplo más claro de ello: restada de todo encanto o ternura, se queda en el garabato de un niño que retrata a sus muñecos favoritos follando. Eso ya lo vimos hace un cuarto de siglo en “Meet the Feebles” (Peter Jackson, 1989).

Memorable: aunque también te toca un poco las narices el quemado recurso de apelar al target friki con la New York Comic Con, el placer de ver la batalla entre los “cosplayers” con Chucky y Predator a la cabeza no nos lo quita nadie.

Mejorable: el flaco favor que el director y guionista le hace a su amiguete Wahlberg. Su personaje no sólo llega a desaparecer de la película en muchos instantes, sino que, mientras en la primera odiábamos el rol de Mila Kunis al tiempo que pensábamos: “Pero es tan guapa…”, aquí, la abogada que encarna Seyfried se nota que está simplemente para darle algo que hacer a Marky Mark.


Parafraseando: en una película que busca hacer reír cueste lo que cueste, es imposible que no te rías un puñado de veces, sobre todo con cosas que todos hemos hablado alguna vez (y no, no me refiero a los localismos que esta vez sí me han chirriado como lo del “león-come-gambas”): “¡Qué pasada, te ha mirado con ojos de “Fóllame”!” “¿Qué son ojos de “Fóllame”?” “A ver, los ojos de algunas dicen “Fóllame””. “¿Yo tengo ojos de esos?” “Tus ojos dicen: “El anillo… mi tesoro””.

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