Año: 2015. Escrita y
dirigida por: Seth MacFarlane (“Mil maneras de morder el polvo”… ver crítica).
Intérpretes: Mark Wahlberg (“Transformers: La era de la extinción”…ver crítica),
Seth MacFarlane (en la V.O., aquí Santi Millán pone voz el protagonista),
Amanda Seyfried (“Pan”), Morgan Freeman (“Million Dollan Baby”), Liam Neeson
(“Venganza”), Giovanni Ribisi (“Salvar al soldado Ryan”) y cameos de Sam J.
Jones, Jay Leno o el quaterback Sam Taylor, entre otros. Presupuesto: 66
millones de dólares. Recaudación: 216 millones. Curiosidades: lógicamente, es
la secuela de la cinta de 2012, “Ted” (ver crítica).
Sinopsis: las
cosas se complican para Ted y “La Vane” cuando, después de casarse, deciden
tener un hijo para superar una crisis. Ante la imposibilidad de concebirlo
biológicamente, Ted intentará encontrar un donante de esperma digno pero,
cuando esto también falla y la adopción se le niega por el hecho de ser
considerado como una “propiedad”, Ted emprenderá una batalla legal por ser
considerado como un “humano”.
Crítica: “Para mí
siempre fuiste de verdad. Incluso cuando no lo eras”. Al igual que hago en
otras ocasiones, voy a empezar escribiendo aquello que todos queréis leer: “Ted
2” es peor que “Ted 1”… a pesar de que seguramente te reirás bastante en el
cine. Ahora ya os podéis largar, porque lo que toca es una disertación
pretenciosamente filosófica sobre una comedia gamberra (¿puede haber algo más
estúpido?). dicen que la fama es la peor droga que hay y que, una vez obtenida,
serías capaz de hacer cualquier cosa para conservarla. Lo vemos todos los días
en la Televisión. En Telecinco, más frecuentemente. Donde “tronistas”,
“trospidos” y demás seres con “T” (de “tetas”) pasan de un reality a otro
intentando hacer que esos quince minutos de fama duren eternamente. Por
desgracia, también lo hemos visto en la “T” de “Ted 2”. Y es que, si hace
apenas un par de días dije que Seth MacFarlne era el nuevo gurú de la comedia
norteamericana (su canción sobre las tetas de las actrices, nombrándolas una
por una, en la gala de los Oscar, es de lo más descacharrante que he visto en
años), el creador de “Family Guy” ha tirado todo su crédito por la borda con
esta secuela, que parece echar a mala leche, enfatizando todo aquello que se le
criticó en la primera entrega. Y, a la vez, uno ve un intento casi desesperado
por parte de MacFarlane de que sea un éxito, “familyguy-rizando” (toma, yo
también sé darle patadas al diccionario) a su obra, consciente de que el
“no-éxito” (pues no fue un fracaso como tal) de su “Mil maneras de morder el
polvo” le dejó grogui, y un segundo tropiezo te manda al limbo en Hollywood. Un
craso error, claro. Porque no tengo nada contra “padre de Familia” (al
contrario, me encanta), pero cuando uno se da cuenta de que no está viendo “Ted
2”, sino “Ted Guy” (o “Family Ted”, lo que más gustéis), parte de la magia se
pierde. E insisto, es un error porque MacFarlane no es un mal cómico. Todo lo
contrario. Y sigue siendo el más irreverente de todos, bien cuando se pone soez
(el gag en la clínica de inseminación), sutil (que suene una canción de Ray
Charles cuando Ted se sienta al volante) o “raro” (la broma recurrente sobre el
parecido de Seyfried con la criatura Gollum).y a los amantes de la incorrección
política, nos seguirá encantando su vena más salvaje, como ver a un osito de
peluche gritando que hace mamadas por tres dólares o los ejemplos lanzados en
el club de “stand up comedy” para que improvisen. El problema es que este buen
humor son gotitas en el mar de esta cinta, donde el grueso lo conforman los
coñas sobre drogas (hasta el punto de llegar a parecer la parodia de “Dos
colgaos muy fumaos”, versión “muppet”) y la concatenación de gags para rellenar
un argumento con poca fuerza para llegar a ser una real sátira de los derechos
humanos, una temática que bien habría podido ser el verdadero “corpus” de la
atracción. No me gustaría terminar sin subrayar que, durante su visionado, me
reí a carcajadas no menos de una docena de veces (cosa que muy pocas películas
consiguen), pese a saber que lo que estaba viendo me hacía gracia porque ya me
la había hecho en la serie que no mencionaré más veces. Es como un chiste que
sigues pidiendo a tu colega el gracioso que te vuelva a contar, a pesar de que
sabes que ya no volverá a ser lo mismo. Y si tuviera a MacFarlane delante,
parafrasearía a su alter ego de la pantalla y le diría: “Yo siempre creí que
eras divertido… incluso cuando no lo eras”. Así que no vuelvas a decepcionarme.
Resumiendo: hay
un mandamiento grabado en piedra en la cinefilia que reza que todas las
secuelas son malas. Lógicamente, no siempre se cumple, y mucho menos ahora, que
lo raro es que haya producción que no goze de la susodicha o incluso de toda
una franquicia para ella solita. Sin embargo, en lo que respecta a las comedias
(sean del tipo que sean y de la nacionalidad que sean… ya me viene a la cabeza:
“Fuga de cerebros 2”) sigue valiendo en casi todos los casos. ¿Por qué? Quizás
porque la mayoría de las comedias parten de un gag o situación supuestamente
hilarante que no da más de sí de lo que se quiere contar en un inicio. “Ted 2”
es el ejemplo más claro de ello: restada de todo encanto o ternura, se queda en
el garabato de un niño que retrata a sus muñecos favoritos follando. Eso ya lo
vimos hace un cuarto de siglo en “Meet the Feebles” (Peter Jackson, 1989).
Memorable: aunque
también te toca un poco las narices el quemado recurso de apelar al target
friki con la New York Comic Con, el placer de ver la batalla entre los
“cosplayers” con Chucky y Predator a la cabeza no nos lo quita nadie.
Mejorable: el
flaco favor que el director y guionista le hace a su amiguete Wahlberg. Su
personaje no sólo llega a desaparecer de la película en muchos instantes, sino
que, mientras en la primera odiábamos el rol de Mila Kunis al tiempo que
pensábamos: “Pero es tan guapa…”, aquí, la abogada que encarna Seyfried se nota
que está simplemente para darle algo que hacer a Marky Mark.
Parafraseando: en
una película que busca hacer reír cueste lo que cueste, es imposible que no te
rías un puñado de veces, sobre todo con cosas que todos hemos hablado alguna
vez (y no, no me refiero a los localismos que esta vez sí me han chirriado como
lo del “león-come-gambas”): “¡Qué pasada, te ha mirado con ojos de
“Fóllame”!” “¿Qué son ojos de “Fóllame”?” “A ver, los ojos de algunas dicen
“Fóllame””. “¿Yo tengo ojos de esos?” “Tus ojos dicen: “El anillo… mi tesoro””.
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