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viernes, 3 de febrero de 2017

Crítica de "Un monstruo viene a verme" (2016)


Año: 2016. Director: J.A. Bayona (“El orfanato”). Guión: Patrick Ness adaptando su propia novela, “A Monster Calls”). Intérpretes: Lewis MacDougall (“Pan”), Sigourney Weaver (“Alien, el octavo pasajero”), Felicity Jones (“La teoría del todo”… vercrítica), Liam Neeson (“Non Stop”), Toby Kebbell (“Warcraft”), Geraldine Chaplin (“Lo imposible”). Presupuesto: 44 millones de dólares. Recaudación: 41 millones. Premios: es una de las grandes favoritas de cara a los próximos Goya, con 12 nominaciones incluyendo Mejor Película, Director, Actriz de Reparto o Guión adaptado, entre otros.

Sinopsis: Connor es un niño fruto de una familia disfuncional que además afronta el doble peso de sufrir bullying en su colegio y de estar a punto de perder a su madre por una grave enfermedad. Pero hete aquí que un día aparece un monstruo en las inmediaciones de su casa y le advierte que le va a contar tres historias. Después de esto, el propio niño le deberá contar la suya, que será, según dice, “la verdad”.

Crítica: lamentablemente, no puedo hacer una crítica objetiva de esta película. Si hay alguien que se haya quedado a leer lo que sigue después de tal arrebato de sinceridad, intentaré daros los motivos. Acudí muy tarde a ver la cinta en cines, ya que esperaba un momento propicio para acudir al pase junto a mi madre, quien no es muy propensa a esto (creo que la última vez que acudió a un cine fue para ver “La lista de Schindler” de Spielberg, con eso lo digo todo). Me parecía lo más acertado, dado el cariz a priori de la historia y que el propio Bayona había definido el trabajo como el broche a su “trilogía matriarcal”, como él mismo bautizó a sus tres primeras películas. Bueno, todo dispuesto, pues, para pegarse dos horas llorando en el cine, tal y como pronosticó mi madre. En efecto, escuché algunos sollozos entre el patio de butacas, y mi propia progenitora confesó que había echado alguna lagrimita durante el visionado, pero la verdad es que no debió ser muy ostentosa, porque yo no la percibí. Como decía al principio, acudí muy, muy tarde a ver la película, y eso se traduce en que me comí un par de meses de bombardeo publicitario por parte de Mediaset, que me destriparon toda la película y , por ende, me dibujaron en la mente una idea bastante clara de lo que me iba a encontrar en la pantalla grande, eliminando de este modo el factor sorpresa. Siempre he apoyado el uso de las campañas publicitarias en nuestro cine, máxime cuando lo considero una de nuestras grandes asignaturas pendientes, si realmente queremos algún día hacerle mella al producto que importamos de Hollywood. En el caso que nos ocupa, es incluso ejemplarizante. “Un monstruo viene a verme” ha arrasado en la taquilla gracias, sobre todo (y aunque intenten vendernos lo contrario) al respaldo de una cadena privada. En cambio, sin dicho apoyo, la propuesta de Bayona ha sido un estrepitoso fracaso en USA. Y, para quienes lo justifiquen aduciendo que en los “States” se la trae bien floja lo que aquí hagamos, vamos a recordar que el estreno se produjo cuando ya se había hecho oficial la contratación del realizador español para ponerse detrás de las cámaras de “Jurassic World 2” (lo que es, empero, otra forma de publicitar su último trabajo, pues suscitará el interés), y por ende, “Un monstruo…” es la película española menos española de la historia. Ni un solo actor nacional campea por el metraje de la propuesta, a menos que aceptemos que Geraldine Chaplin es patrimonio adoptado. En fin, que el márketing influye mucho en la recaudación de un film, y quien todavía no lo asuma puede dedicarse a otra cosa. No obstante, en según qué casos, puede resultar contraproducente, y esto es lo que ha pasado, a mi juicio, con la cinta que nos ocupa. Telecinco no sólo te atacaba con sucesivos spots, sino que “empujaba” a las figuras más relevantes de su cadena para que hablasen en sus respectivos programas de lo que les había aparecido el visionado de la misma, llegando incluso a meter cámaras en las sesiones para grabarles tirando de Kleenex. En todos los casos, se repetían las advertencias de “Te hará llorar” y presuntas sesudas reflexiones sobre la vida que lo proyectado había fagocitado en los susodichos. Unas “verdades de la vida” de estas que puedes encontrar dentro de una galleta de la suerte china (al menos, en las películas, porque en los restaurantes orientales de aquí, brillan por su ausencia) y que las adolescentes utilizan para forrar su carpeta. Con esto, en efecto, las dos horas de película que vi finalmente eran todo lo que esperaba de ella, y no es una de esas cosas de las que disfrutes aunque conozcas sus vericuetos. A pesar de esto, no puedo decir que lo filmado por J.A. Bayona haya sido una mala película. Pero es que, a mi juicio, el famoso “monstruo”, que es el elemento supuestamente llamativo de la propuesta, directamente me sobra. Es superfluo, predecible en su retórica y acciones y distrae de los elementos verdaderamente importantes de la historia. Todo lo relacionado con el árbol antropomórfico me producía un sopor que me “sacaba” a rachas de la película, con lo que “introducirme” de nuevo en ella me producía un esfuerzo extra que, para cuando llegaba, ya habían pasado las secuencias de mayor peso emocional y volvía a estar Liam Neeson bramando en pantalla grande. Y vuelta a empezar. Interminable.

Resumiendo: he escuchado a otros críticos referencias de Bayona en éste, su último film, pero ninguna alusión a “Big Fish”, que considero su precedente más obvio, no sólo por temático sino por el uso de fantasía como evasión del dolor. Pero mientras que en la de Tim Burton dicha vía de escape era un vehículo para contar una historia con entidad propia, aquí sólo veo un regoedo innecesario y autocomplaciente en el mismo. Aceptando que es un lance de la vida que todos vamos a tener que pasar, ¿por qué ahondar en ello de esta manera? Pero en fin… mi propia madre, protagonista sin quererlo de esta reseña, me ha confesado que en ocasiones repasa fotos antiguas cuando tiene ganas de llorar. Supongo que es el equivalente de escuchar cierto tipo de música en momentos de “bajón”, en mi caso. Vista de este modo, quizás encuentres en “Un monstruo viene a verme” aquella que buscas en su visionado. Porque es lo que te va a dar. Ni más ni menos.

Memorable: el epílogo donde se descubre que el monstruo es… bueno, mejor no lo digo por si acaso. Pero, independientemente de que lo anticipes o no, es el típico recurso que funciona por sí solo, sin necesidad de efectismo barato que redunde en él.

Mejorable: muchos señalan las tres famosas historias que cuenta el monstruo como lo mejor del film, aunque sólo sea por el hecho de pintar un poco de color en un metraje en tonos bastantes oscuros y grises (me refiero ahora a la fotografía, que conste). Sin embargo, a mí me parecieron innecesarios, como ya he señalado, y el hecho de saber desde un principio el número de historias, me hacían revolverme en el asiento cuando sabía lo que aún faltaba para la llegada de los títulos de crédito.


Parafraseando: aunque es de esos momentos hartamente explotados por los tráilers y publicidades, el único pellizco en el corazón que realmente sentí fue cuando acude al hospital tras pelearse en el colegio y la madre le dice: “Es normal que estés enfadado. Yo también lo estoy. Y si tienes que romper cosas… por Dios… rómpelas”.

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