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sábado, 11 de marzo de 2017

CRASH BANDICOOT (1996)


Con la salida de PlayStation, Crash Bandicoot se convirtió en la mascota no oficial de la nueva consola, al estilo de lo que Sonic era para Sega o Super Mario para Nintendo. De hecho, el marsupilami mutado tenía bastante que ver con el fontanero aunque no lo pareciese. ¿En qué? Bueno, para empezar, el objetivo final del personaje era recuperar a su novia, Tawna, secuestrada por el científico loco Neo Cortex y su mano derecha, Nitrus Brio. Además, era un juego “blanco”: los enemigos de Crash eran mapaches, tortugas, monos, lagartos, murciélagos, plantas carnívoras… y se deshacía de ellos saltándoles encima o girando sobre sí mismo cual diablo de Tasmania.
Sin embargo, no cabe duda que era precisamente las diferencias de las dos sagas mencionadas anteriormente lo que convirtió al juego desarrollado por Naughty Dog en todo un éxito.  Efectivamente, Crash Bandicoot era un juego de plataformas… pero en un entorno 3D, algo totalmente revolucionario hasta la aparición de “Super Mario 64″. El protagonista se desplazaba “hacia adelante”, en lugar de horizontalmente, pero también podía “perderse” por el escenario (con muchas limitaciones, eso sí) para alcanzar algunas cajas (uno de los objetivos del juego: romper cuantas más cajas mejor) o algunos ítems que permitían el acceso a fases de bonus. Además, el protagonista contaba con la ayuda de una especie de “ídolo maya” que le acompañaba y le protegía de algunos “toques”, pudiendo aumentar su protección con la recogida de otros iconos similares… pero también perdiéndola si te “tocaban” mucho.

 Pero en la variedad está el gusto, y a lo largo de las tres islas (subdivididas en niveles) que componen el juego, había lugar para que Crash también tuviese que saltar hacia niveles superiores, navegar de una hoja flotante a otra en una jungla, sortease trampas en una especie de “templo maldito”, evitase piedras gigantes que corrían detrás de él (en otra clara referencia a Indiana Jones, en este caso, a “El busca del Arca Perdida”) o cabalgase a un jabalí a toda velocidad (en una de las fases más divertidas de todo el juego).
En resumen: todo un clásico por el que no pasan los años y, aunque las sucesivas repeticiones hacen que muchos se lo puedan pasar a día de hoy con 99 vidas (el máximo que permite el juego), en su momento supuso semanas y meses de entretenimiento que hoy en día no quedan tan deslucidos como otros juegos de la época. Sigue estando a la altura y sentó las bases de una franquicia. Nuff said!

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