Año: 2015. Director:
Peyton Reed (“Abajo el amor”). Intérpretes: Paul Rudd (“Romeo + Julieta”),
Michael Douglas (“Wall Street”), Evangeline Lilly (“El Hobbit: La batalla de
los cinco ejércitos”), Judy Greer (“El amanecer del planeta de los simios”),
Michael Peña (“Corazones de acero”), Bobby Cannavale (“Blue Jasmine”), Corey
Stoll (“Midnight in Paris”), Bobby Cannavalle (protagonista de la efímera serie
de HBO “Vinyl”). Presupuesto: 130 millones de dólares. Recaudación: 519 millones.
Premios: entre otros, fue nominada a un premio BAFTA a los Mejores Efectos
Visuales.
Franquicia: esta
duodécima película de Marvel Studios tiene ya una secuela confirmada, con el
mismo equipo técnico y artístico, fijada para julio del próximo 2018, bajo el
título de “Ant-Man y la Avispa”. Por otro lado, fiel a su mecánica de “arropar”
a los personajes de la compañía, Rudd ha repetido ya como Hombre Hormiga en la
cinta de “Capitán América: Civil War”, y volverá hacerlo en la próxima entrega de “Los
Vengadores”, que será una completa reunión de superhéroes, con la presencia
confirmada también de Doctor Extraño y Los Guardianes de la Galaxia..
Sinopsis: Armado
con la asombrosa capacidad de reducir su tamaño a la vez que aumenta su fuerza,
el estafador Scott Lang (Paul Rudd) debe sacar a relucir al héroe que lleva
dentro y ayudar a su mentor, el Dr. Hank Pym (Michael Douglas), a proteger de
una nueva generación de amenazas el secreto que se esconde tras el espectacular
traje de Ant-Man. A pesar de los obstáculos aparentemente insuperables que les
acechan, Pym y Lang deben planear y llevar a cabo un atraco que salvará al
mundo
Crítica: “Soy
prescindible. Por eso yo llevo el traje y tú no”. He de reconocer que tengo
sentimientos encontrados con la última apuesta de Marvel Studios. Por un lado,
soy lector de cómics desde hace más de veinte años, así que muchas de las
super-espectaculares producciones que se han hecho con mis personajes de la
infancia me han dejado bastante indiferente. Y no porque sea uno de esos fans
recalcitrantes que se rasgan las vestiduras con cualquier chorrada. Cuando voy
a ver una película, quiero entretenerme. Me da igual si son fieles o no al
material original. Cuando quiera fidelidad… cogeré los cómics. Es así de claro.
Por eso, la primera mitad de “Ant-Man” me hizo sestear bastante. ¿Cuántas veces
vamos a tener que tragarnos el origen de un superhéroe, teniendo en cuenta que
todos son bastante parecidos? El héroe un tanto “nerd” pero de buen corazón que
adquiere los poderes, debe aprender a usarlos, se presenta la amenaza, etc. Si
fuera por mí, desde el primer plano ya aparecerían con el traje puesto y que el
público se suba al tren en marcha. Sobre todo, cuando lo que han querido
presentar aquí es una especie de “Spider-Man” cuarentón, con un enemigo
bastante pobre y con una misión que cumplir bastante cutre. Por ello digo que
tengo sentimientos encontrados, ya que cuando vi “Los Vengadores: La era de
Ultrón”, sentí que la película era tan “grande” (digo “grande”, no “buena”) que
se perdía en su majestuosidad hasta el punto de que nada de lo que sucediera en
pantalla te importaba demasiado. Esta “pequeña” cinta (en concordancia con su
héroe) tiene mucho más control sobre sí misma, con un universo propio más
reducido que, a pesar de tener lazos unidos al resto de Marvel Studios (la
aparición sorpresa de El Halcón, las referencias a Los Vengadores e Hydra,
etc), le permiten cierta autonomía que uno a estas alturas agradece. Se nota en
ese tono desenfadado y ese directo zambullido en la comedia que, aunque sólo lo
consigue a ratos (principalmente, cuando Peña está en la pantalla) hacen que
“Ant-Man” sea la apuesta más familiar de la compañía, en las antípodas de, por
ejemplo, las segundas de el Capi o Thor, que se habían vuelto un tanto oscuras
para el target más infantil. Si esa era la intención inicial de Marvel, la de
restarle un poco de trascendencia a su universo cinematográfico, se entiende la
elección del Hombre Hormiga, un personaje cuyas habilidades bien es cierto que
podrían dar lugar a una historia tan intrigante como la de “El increíble hombre
menguante” (1957), pero que indudablemente también puede ser un entretenimiento
pasajero del estilo “Cariño, he encogido a los niños” (1989). Así pues, la que
tenemos es quizás la más pequeña de las películas de superhéroes, que bien es
cierto se han perdido un poco en los últimos años, mirándose demasiado al
ombligo tras el éxito de la épica y oscura “The Dark Knight”, de Christopher
Nolan (curiosamente, lo mismo que pasó con la propia industria de los cómics
tras los éxitos de “Born Again” o “Batman: Año Uno”. Pero… ¡un momento! ¿He
dicho “pequeña”? No, amigos. “Ant-Man” tiene un presupuesto de 130 millones de
dólares. Eso es una burrada de dinero puesta en fajos uno encima del otro.
Nuevamente, las contradicciones surgen cuando, con retrospectiva, piensas en lo
que se cuenta en pantalla y llegas a la conclusión de que no debería haber
costado ni la mitad. Por supuesto, las escenas con efectos visuales son lo
mejor d ela función, pero tampoco son nada que no hayamos visto ya. Y aunque el
dinero es de la Disney, a fin de cuentas, un presupuesto holgado acaba
afectando a las expectativas de cualquier fin. Por ello ya hay quien se frota
las manos gritando que éste va a ser el primer gran fracaso de las adaptaciones
marvelitas. No lo va a ser, por supuesto (de hecho, gracias a la taquilla
mundial, ya casi dobla lo invertido en su realización), pero sí que dudo mucho
que veamos de nuevo al bueno de Scott Lang en una aventura en solitario. Y eso,
no habría pasado si la película hubiese optado, al cien por cien, por ser tan
“pequeña” como termina siendo.
Resumiendo: como
amante que soy de los cómics, durante el visionado de “Ant-Man” y sabiendo ya
que sus esperanzas de ser un “rompe-taquillas” se han esfumado en apenas una
semana, no dejaba de pensar en cómo podrían hacer que Hank Pym y el resto
siguieran dando guerra en producciones Marvel. Y en la cabeza me venía una y
otra vez la idea de una serie de televisión. Y el hecho de que tuviese tiempo
en el cine para pensar en esto (cuando hubiese debido estar “embobado” con lo
que acontecía, me lleva a la conclusión de que, efectivamente, “Ant-Man”
equivocó su formato y hubiese debido conformarse con la “pequeña” pantalla.
Esta aventura en solitario, sin ser una pérdida de tiempo, se le queda grande.
Memorable: la
pandilla de pringados ladrones que acompañan al héroe, una especie de
“apandagolfos” de carne y hueso que roban cada escena en la que se presentan y
que se echan de menos durante el consabido entrenamiento de Scott Lang.
Mejorable: por
más que nos de la oportunidad de ver al mítico “Chaqueta Amarilla” y que el
duelo final en el tren de juguete sea de lo mejor de la propuesta, el villano
al que retrata Corey Stoll tiene poco “fuste”, algo que no es nuevo en muchas
de las producciones de Marvel. Y no por culpa del actor (se nota que le pone
ganas) sino porque carece del carisma o desarrollo necesarios para representar
una amenaza real. Y ya sabés: la grandeza de un héroe se mide también por la de
sus enemigos.
Curiosidades: en
la película se menciona varias veces la franquicia “Baskin Robbins”, bastante
desconocida por aquí y que seguramente habrán desembolsado su buen dinero por
la publicidad. Se trata de una franquicia de heladerías con casi 6000
establecimientos en todo el mundo en más de 30 países, fundada en 1953 por dos
cuñados que tenían sus propios negocios de heladerías y que actualmente, tras
varias ventas, pertenece al mismo grupo que también posée “Dunkin Donuts”.
·Baskin Robbins”, que también tiene una oferta de tartas heladas, batidos de
leche y café, son famosos por su slogan de 31 sabores distintos de helado, uno
por cada día que tiene un mes.
El cómic: la
primera aparición de un “Ant-Man” en los cómics Marvel fue en “Tales to
Astonish”, número 27 (1962), como el alter ego de Hank Pym. Este personaje fue
el que se unió a la primera encarnación de “Los Vengadores” originales. No obstante,
a lo largo de la historia, otros personajes como Scott Lang o Eric O´Grady han
utilizado este alias. En “Jóvenes Vengadores”, la hija de Lang, Cassidy,
heredaba los poderes de su padre de cambiar de tamaño, uniéndose a esta
alienación de “sidekicks”.
Parafraseando:
tras permitirle entrar en su casa para que le robe como si fuese una especie de
“prueba”, Hank Pym le pregunta al ladronzuelo Lang si está dispuesto a cambiar
de vida y convertirse en un superhéroe: “Por supuesto que sí. Mis días de colarme en
sitios y robar cosas han terminado. ¿Qué quiere que haga?” “Pues… quiero que
entres en un sitio… y obes una cosa”.
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