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miércoles, 15 de marzo de 2017

Crítica de "INTERSTELLAR" (2014)


Año: 2014. Director: Christopher Nolan (“Origen”). Guión: Jonathan y Christopher Nolan. Intérpretes: Matthew McConaughey (“True Detective”), Anne Hathaway (“Los miserables”), Jessica Chastain (“La noche más oscura”), Michael Caine (“Las normas de la casa de la sidra”), Matt Damon (“The talented Mr Ripley”), Casey Affleck (“La muerte de Jesse James a manos del cobarde Robert Ford”), John Lithgow (Winston Churchill en “The Crown”), Wes Bentley (“American Beauty”), Topher Grace (“Predators”… ver crítica). Presupuesto: 165 millones de dólares. Recaudación: 675 millones. Premios: fue nominada a 5 premios Oscar, cosechando el de Mejores Efectos Visuales.


Curiosidades: el físico teórico Kip Thorne , cuyo trabajo inspiró la película, fue productor ejecutivo y actuó como consultor científico. Más tarde, él también escribió un libro tie-in, “La Ciencia de la Interestelar”. Thorne, que actualmente tiene 77 años, es amigo personal de Stephen Hawking y Carl Sagan, y su estudio intenta aclarar las implicaciones de las astrofísica en la teoría de la relatividad.


Sinopsis: en un futuro cercano, la Tierra ha llegado al colapso ante la falta de alimento, lo que ha llevado a una reconversión total del sistema: todos los habitantes del planeta dedican sus vidas única y exclusivamente al cultivo y recolección para la subsistencia de la especie. En esta anodina existencia se encuentra Cooper, un antiguo piloto de la NASA reconvertido en granjero, que tiene una estrecha relación con su hija Murphy, una chica mucho más inteligente que sus compañeros pero que, paradójicamente, se muestra temerosa de una especie de fantasma que tira los libros de la estantería en su habitación. Pero Cooper se verá obligado a tomar la decisión más difícil de su vida, separarse de Murphy, cuando inesperadamente descubre que el destino de toda la humanidad puede encontrarse en sus manos.


Crítica: “Sentido del humor: 75 por ciento” “Autodestrucción en diez… nueve…”. Salía uno del visionado de “Interestellar” agotado, como si acabase de correr una maratón. Y no es por las tres horas de metraje ni por la vibrante partitura de Hans Zimmer que te hacía saltar en la butaca. La última película de Christopher Nolan es una experiencia épica que exige mucho más de ti que el simple hecho de pagar una entrada y sentarte en la butaca de cine. Su epopeya galáctica te abre la mente, te vuela la cabeza y te la pone del revés, como si fuese un calcetín. El director es de los pocos realizadores que todavía entienden esto de hacer películas como una oportunidad de contar “la historia más grande jamás narrada”; una elección personal a la hora de enfocar su filmografía que bien podría llevarle al fracaso más absoluto (con los presupuestos que maneja, el día que se la pegue será de aúpa), pero que también te puede otorgar el mayor placer para un “cuentacuentos”: el de ver a la gente reír, llorar, encogerse en su asiento y, en resumen, emocionarse con tu propuesta. Y digo esto porque, haciendo una reflexión con un amigo, que salió del cine mucho menos maravillado que yo, la historia de “Interestellar” no deja de ser bastante simple (incluso recurrente, dentro de ese subgénero de la ciencia-ficción que podría considerarse “filosofía-ficción”) a pesar de su desenlace enrevesado. Es cierto, concedamos, que algunos giros de guión supuestamente sorpresas te los ves venir desde el principio (máxime si conoces los anteriores trabajos del autor); y también admitamos que el desenlace y epílogo de la cinta podría habérselos ahorrado y dejar otro donde el espectador pudiera formular sus propias hipótesis sobre lo que pasa al final del viaje (dicho esto porque, al dejarlo todo atado y bien atado, exige una complicidad con el espectador para que acabe claudicando con la peripecia). Todo esto podemos aceptarlo. Pero no deja de sumarle méritos al director. Porque un “cuentacuentos” es bueno… no sólo por las historias que cuenta… sino por “cómo” las cuenta. Y si en algo es maestro Nolan es en desestructurar sus películas para crear la quimera de puxxles complejos pero que no son más que una excusa narrativa para llevarte siempre por el camino que él decida.


En resumen: lo mejor que se puede decir de una cinta tan grandilocuente como ésta es, que después de tragarte sus tres horas de metraje, estarías dispuesto a verla otra vez desde el principio, dejándote con ganas de saber más sobre el complejo universo que despierta tu imaginación como cuando eras niño y jugabas con una caja de cartón. Una actividad, la de jugar, que uno pierde con los años y que nunca está de más que te sacudan para recordarte lo que es soñar.


Lo mejor: lo de los robots militares es una pasada y también esos otros mundos que los exploradores visitan, pero me quedo con ese plano donde el rostro de un McConaughey en estado de gracia va repasando los vídeos de sus hijos… que han crecido 23 años en apenas unos minutos.


Lo peor: hay muchos aspectos de la película que se tocan sólo tangencialmente y de los que a uno le gustaría saber más. Pero eso no tiene por qué ser necesariamente malo.



La frase: muchas veces se dice del cine de Nolan que resulta frío, arrogante, pretencioso y poco empático. Esta frase, en el tramo final de la historia, despertó no pocos sollozos en el pase al que asistí: “Porque mi padre me lo prometió”.

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