Año: 2013. Director:
John Moore (“Tras la línea enemiga”). Intérpretes: Bruce Willis (“G.I. Joe: La
venganza”… ver crítica), Jai Courtney (“Terminator Génesis”… ver crítica),
Sebastian Koch (“El puente de los espías”), Yuliya Snigir (“La isla habitada”),
Sergei Kolesnikov (“Black Sea”), Cole Huser (“Pitch Black”), Mary Elizabeth
Winstead (“Swiss Army Man”… ver crítica), Amaury Nolasco (Fernando Sucre en la
serie de FOX, “Prison Break”), Roman Luknár (“Fair Play”). Presupuesto: 92
millones de dólares. Recaudación: 304 millones.
Franquicia: es la
quinta entrega de la saga “Die Hard”, tras las previamente estrenadas en 1988,
1990, 1995 y 2007. Hay en desarrollo una sexta entrega, que se especula como la
última de Willis interpretando al personaje, y cuyo título provisional es “Die
Hard: Year One”, que serviría además como reinicio de la franquicia, y que
estaría parcialmente inspirada en el cómic del mismo nombre publicado por Boom!
Studios y escrito por Howard Chaykin. Len Wiseman, responsable de la saga “Underworld”,
sería el director de la cinta, y se especula con un posible estreno para el
próximo 2018, cuando se cumplirían 30 años de la icónica película original
dirigida por John McTiernan.
Sinopsis: tras
saber que su hijo, del que hace años que no sabe nada, está metido en serios
apuros, John McClane viaja hasta Rusia con la intención de ayudarle a salir del
atolladero. Allí, no obstante, se ve involucrado en una operación a escala
global para sacar a un preso de la cárcel, descubriendo así que su vástago es
en realidad un agente encubierto de la CIA. Durante la misión, su hijo Jack y
el prisionero liberado quedan completamente a merced de los sicarios que les
persiguen, con todos los operativos norteamericanos cayendo víctima del fuego
enemigo. De esta forma, McClane será el único que quede para salvar el día… una
vez más. y todo ello… a pesar de estar de vacaciones.
Crítica: “Sólo
estoy de vacaciones. Pero mi chaval… va a inflarte a ostias”. Hagamos un
ejercicio de abstracción. Pongamos que esta película se llamase, a secas, “Un
buen día para morir” (en España, ya que el juego de palabras de la original en
inglés incluye el título original de la saga). Bien, lo tenemos, ¿no? Y ahora
supongamos que el personaje de Bruce Willis no se apellida McClane sino… qué sé
yo… “Palotes”. John Palotes, para ser exactos. Bueno, pues entonces estaríamos
hablando de otra película, claro, y el tono de esta reseña sería mucho más
complaciente con la misma. Pero la triste realidad es que la que tenemos aquí,
pese a sus aciertos (que los hay) es la peor película de toda la franquicia,
alejada completamente ya de su añorada primera entrega, con un personaje
completamente desubicado en un guión que, se mire por donde se mire, se
entiende que no fue concebido para ser una secuela de “Die Hard”, sino otra
cinta completamente distinta que ha debido amoldarse a lo que 20th Century Fox
le pedía, al igual que en su día pasó con la tercera entrega, que fue escrita
en un principio como una secuela para la saga “Arma Letal”. Precisamente en
aquella, se jugaba a favor de obra, incluyendo una especie de “sidekick” que
haría las veces de Roger Murtahugh/Danny Glover, y que interpretó un
carismático Samuel L. Jackson. Es innegable que esa misma sintonía ha intentado
repetirse aquí, pero emulando a lo que en su día hicieron Ford y Connery en “Indiana
Jones y la última cruzada”. Sin embargo, mientras que en ambos casos los roles
que acompañaban al héroe eran unos simpáticos “roba-planos” que añadían un
nuevo aspecto al prisma del icono al que seguían, aquí el supuesto hijo de
McClane se convierte en un tedioso Edipo que, realmente, quiere “matar” a su
progenitor solapándole constantemente. Un ejercicio, entiendo, completamente
consciente por parte de los responsables de esta película, con la esperanza de
que el susodicho cayese en gracia a la audiencia y pudiesen continuar la serie
con Jack (en lugar de John) McClane como protagonista de las aventuras, pero
que en ningún momento llega a ser siquiera una sombra de Willis, pese a
encontrarse éste en unas horas bajas de carisma que nunca pensamos llegar a
presenciar. El director John Moore y todos los implicados en este blockbuster
de acción que no deja, por otra parte, de ser todo lo solvente que uno espera
en una producción de este tipo, llevan a su peor versión el concepto de “serie”
de la secuela, facturando lo que bien podría ser un capítulo más (carísimo, eso
sí) de una ficción semanal de clase media, con un guión flojísimo y un
protagonista con el piloto automático encendido.
Resumiendo: si
conseguimos olvidarnos que teóricamente estamos viendo una película de la saga
(que sí, ya sé que es mucho pedir), y asumimos la suspensión de la credibilidad
como un mal menor, podremos disfrutar en cierto grado de esta propuesta, aunque
sólo sea por unos efectos especiales que realmente mantienen la tensión de lo
que ocurre en pantalla, toda vez que en esta ocasión, y sin que sirva de
precedente, la socarrona sonrisa de Bruce Willis no es suficiente. Eso sí…
escucharle repetir una y otra vez que su personaje está de vacaciones, como si
fuese una especie de chiste privado que en ningún momento tiene gracia, te
llevan a pensar si realmente el actor se tomó esta producción como un tiempo de
asueto en vez de cómo un trabajo (más o menos) “serio”. Vale que el fuerte de
McClane para salvarse de los problemas siempre ha sido tomar por idiotas a los
terroristas con los que se enfrenta. Pero que nos tome por tales al público y
fans de la saga… es harina de otro costal.
Memorable: si
bien el trabajo de Moore y el trabajo de una “steady” que nunca consigue
mantener el pulso firme, ni siquiera filmando una simple conversación entre dos
personajes, tesacan a veces de quicio, cierto es que las persecuciones,
tiroteos, explosiones y demás (que, a fin de cuentas, es lo que uno espera de
una nueva entrega de “La jungla de cristal”) están a la altura de las
circunstancias.
Mejorable: pues
básicamente, que falta el alma de la serie y, en especial, de la cinta
original. McClane siempre fue un “looser” sobrepasado por la situación, que se
salvaba por los pelos (no, no era un intento de mal chiste) de los problemas
que venían a buscarle. Aquí, no obstante, a pesar de acabar tan magullado como
siempre, el factor riesgo prácticamente no existe, y uno contempla todo lo que
acontece con la convicción de que saldrá airoso del envite. No sólo porque es
una obviedad a estas alturas de la película, sino porque el rol está pasado de
vueltas y actúa con una jactancia que ya no es una armadura para controlar el
miedo… sino arrogancia pura y dura.
Curiosidades: a
pesar de que Mary Elizabeth Winstead aparece en los créditos repitiendo como la
hija de McClane, Lucy, tras hacer lo propio en la cuarta entrega, todas sus
escenas fueron suprimidas del montaje final. El director, John Moore, editó una
versión especial para el lanzamiento en Blu-Ray, que sin embargo tampoco
contaba con dichas secuencias suprimidas. Por las imágenes que se pueden ver
del proceso de rodaje, parece que Lucy acompañaba a su padre al aeropuerto y
poco más, sin embargo no hay confirmación oficial a este respecto, ni tampoco
explicación acerca de la supresión de dicho papel. Por otro lado, tras
coincidir en el elenco de “Alpha Dogs”, Willis afirmó que Justin Timberlake
podría ser un buen candidato para hacer de su hijo, finalmente, Liam Hemsworth
fue también considerado para el papel antes de la elección de Courtney.
Parafraseando: la
frase más celebrada de la película, que levantó una ovación en el pase al que
acudí en su día y que realmente nos recordaron al cínico McClane al que todos
amamos. Qué lástima que llegue cuando faltan treinta segundos para que
aparezcan los títulos de crédito finales: “No irá a salirnos un tercer brazo ni nada”.“No.
Como mucho… se te caerá el pelo” “¡Ja! El pelo… Como no sea el de los huevos…”.
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