Año: 2013. Estudio:
Walt Disney Animation Studios. Directores: Chris Buck y Jennifer Lee. Basado
en: el cuento “The Snow Queen” (“La reina de nieve”) de Hans Christian
Andersen. Voces de: Kristen Bell, Idina Menzel, Jonathan Groff, Josh Gad,
Santino Fontana. Presupuesto: 150 millones de dólares. Recaudación: 1276
millones. Premios: dos Oscar (Mejor Película de Animación y Mejor Canción
Original por “Let it go”), Mejor Película de Animación en los Globos de Oro y
los BAFTA. Curiosidades: es el film número 53 dentro de los “Clásicos Disney”.
Historia: una de
las anécdotas poco conocidas sobre la película es que en realidad, la historia
de “La reina de hielo” iba a ser el primer largometraje animado de Walt Disney,
en la década de los 40, antes incluso de “Blancanieves y los siete enanitos”. El
proyecto después se reconvirtió en una mezcla de imagen real y animación para
un biopic centrado en la figura de Hans Christan Andersen, donde la factoría
del ratón Mickey haría algunas reinterpretaciones de los cuentos del autor, si
bien el posterior estallido de la II Guerra Mundial llevó a Disney a su
producción de propaganda bélica y el film “Hans Christian Andersen” se estrenó
en 1952 sin la participación del estudio, y como musical de imagen real, que
recibió 6 nominaciones a los Oscar. Un segundo intento tuvo lugar en la década
de los noventa y un tercero una década después, donde Pixar sería la
responsable, hasta que finalmente la producción de la película que hoy todos
conocemos se puso en marcha. En 2015, se anunció oficialmente una secuela con el
mismo director y productor sin que, de momento, se conozca la fecha de estreno.
Sinopsis: Anna y
Elsa son dos princesas marcadas por un terrible destino. Siendo niñas, Elsa
(que posee poderes de hielo) hiere a su hermana mientras juegan, teniendo que
solicitar la ayuda de las criaturas mágicas del bosque para sanarla. Esto hace
que Elsa permanezca encerrada hasta su madurez, sin entrar en contacto con
nadie. Pero el día de su coronación, en su 18 cumpleaños, su hermana Anna la
hace estallar al anunciarle que se ha prometido con Hans, un príncipe al que
apenas conoce. Desvelar sus poderes en público la hacen parecer una especie de
monstruo, por lo que Elsa huye al bosque. Hasta allí la seguirá Anna para
recuperarla, para lo cual contará con la ayuda de Kristoff, un excéntrico
comerciante y Olaff, un muñeco de nieve que posée vida propia.
Crítica: desde
que llegó Pixar a la factoría Disney, las películas más clásicas del estudio
habían pasado a un segundo plano, y sólo “Twisted/Enredados” tuvo un conato de
recuperar ese estilo, aunque el éxito no fue el esperado. Sin embargo, “Frozen”
sí que lo ha conseguido con creces. Es una película de Disney a la vieja
usanza: sus princesas, su adaptación de cuentos clásicos, sus personajes
inanimados que cobran vida y sus canciones cada cinco minutos. Ahora parece que
Disney ha re-inventado la rueda o descubierto la fórmula de la Coca-Cola…
cuando realmente lo que ha hecho es bucear en sus raíces. Pero claro, la
ventaja que tienen es que su audiencia es tan joven que quizás no hayan visto
“La bella durmiente”, “Blancanieves” o “La bella y la Bestia” (o las han visto,
pero estaban deseando recuperar ese estilo). Una buena construcción de
personajes (en esta ocasión, y sorprendentemente, los femeninos), un fino humor
que no parece infantil ni empalagoso, canciones pegadizas que no podrás dejar
de tararear durante semanas y la transmisión de unos valores poco explotados en
este tipo de películas: la relación, a menudo difícil, entre dos hermanas tan
parecidas como diferentes a la par. A este respecto, me parece tronchante la
lectura con connotaciones sexuales (algo, por otro lado, no ajeno a las
producciones animadas de la casa) sobre que Elsa es una representación del
colectivo LGTB, que el personaje en sí mismo supone un intento de “normalización”
de la homosexualidad por parte de Disney y que la canción de “Let It Go” habla
en realidad sobre salir del armario. Una “teoría de la conspiración” que es más
entretenida si cabe que la propia película y que, en el peor de los casos,
siendo cierta… ¿a quién le importa? ¿Se imaginan a un niño/a diciendo el día de
mañana que se “convirtió” (como si fuese cosa de arte de magia) en gay/lesbiana
a raíz de ver “Frozen”? Hombre, no digo yo que el visionado de la cinta en
bucle, como hacen la mayoría de infantes desde que salió el film, no derive con
el tiempo en algún trastorno de cualquier tipo (o más bien para los pobres
padres) que tienen que soportarlo, pero tanto como para eso… En fin.
Resumiendo: si te
parece que “Up” o “All E” tenían un trasfondo demasiado profundo… “Frozen” es
tu nueva película favorita. Para los demás… pues te parecerá una película
Disney “de las de toda la vida”; simpática pero carente de originalidad. Quizás,
eso sí, sea la primera producción de la factoría que realmente se entiende como
una “evolución” de sus fórmulas tradicionales pero acercándola más al estándar
de calidad que la Pixar de John Lassetter estableció desde la primera “Toy
Story”. No en balde, por algo es el susodicho actualmente el director creativo
de la compañía.
Memorable: sin
duda, el personaje de Olaff, el muñeco de nieve, que tiene los gags más
afortunados del metraje y pide a gritos su propio spin-off. Que, por cierto, el
actor que le pone voz en la V.O., Josh Gad, aparece de carne y hueso en la
nueva versión en imagen real de “La Bella y la Bestia” (ver crítica) como LeFou, un personaje que también ha dado mucho
que hablar por su orientación sexual.
Mejorable: ¿soy
yo… o la princesa Anna es un poco “choni”? Eso de llamar “cañón” a Hans nada
más conocerle y otro tipo de comportamientos más acordes con una poligonera que
con una princesa educada la delatan. Y eso que los responsables explican que
suavizaron el tono de la chica porque en el primer borrador le tiraba los tejos
de primeras a todo lo que se le pusiera por delante… aún después de estar
prometida.
Curiosidades:
bueno, son muchas, así que diré sólo unas pocas. Hablando de cifras, “Frozen”
es la cinta de animación más taquillera de todos los tiempos, así como la
película con más unidades vendidas en el mercado doméstico. Además, fue la
segunda más descargada ilegalmente en 2014 tras “El lobo de Wall Street”. El año
de su lanzamiento, Disney emitió una denuncia por plagio contra la película
canadiense “La leyenda de Sarila”, que tras un estreno sin pena ni gloria con
dicho título, se renombró a “Frozen Land” además de cambiar gran parte de su
estética en la promoción, con el claro objetivo de atraer la atención de los
fans de la cinta de Disney. Por otro lado, la demanda de merchandising fue tan
grande, que la mayoría de países se quedaron sin existencias durante meses, lo
que llevó a que la vente por internet de muñecas oficiales pudiese llegar a los
1000 dólares. Terminamos con la nota amable de los niños, muchos de los cuales
están literalmente enfermos con la película, viéndola una y otra vez y cantando
sus canciones de memoria. Entre los famosos que han confesado tener un vástago
con esta “frozenmanía” están David Cameron (el ex primer ministro británico) y
los actores Ben Affleck, Kevin Costner, Vince Vaughn o la actriz Amy Adams. Por
cierto, que el nombre de “Elsa” es uno de los más escogidos por los padres para
bautizar a sus retoños desde el estreno de la película.
Parafraseando:
normalmente no pondría esto en este apartado, pero tengo que reconocer que
desde que vi la película no paro de repetir: “Hazme un muñeco de nieve… anda
vamos a jugar… ahora ya no te puedo ver, no sé muy bien qué ha podido pasar. Éramos
inseparabales… y ahora ya no… No lo logro comprender… Hazme un muñeco de nieve…
o lo que sea me da igual”… que es un verso de una de las primeras
canciones de la peli. Una melodía tan sencilla como efectiva.
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