Año: 2017. Director:
Álex de la Iglesia (“Acción mutante”). Guión: De la Iglesia y Jorge
Guerricaechevarría. Intérpretes: Blanca Suárez (“Perdiendo el norte”), Mario
Casas (“Contratiempo”), Jaime Ordóñez (“Las brujas de Zugarramundi”), Secun de
la Rosa (la serie “Aída”), Carmen Machi (“Ocho apellidos vascos”), Terele Pávez
(“Los santos inocentes”), Joaquín Climent (“Los lunes al sol”), entre otros.
Sinopsis: los
parroquianos de un bar cualquiera en el centro de Madrid se convierten de
pronto en víctimas de un francotirador que dispara a todo aquel que salga del
recinto. Así, la lucha por la supervivencia hará que poco a poco vaya saliendo
lo peor de cada uno de ellos.
Crítica:
vilipendiado por “Mi gran noche”, donde quizás su vena “freak” se pasó un poco
de rosca y la narración coral la hacían algo irregular, De la Iglesia vuelve
aquí a la senda de la España cañí, castiga y sazonada con su irreductible humor
negro que tan buenos réditos le dio en, por ejemplo, “La comunidad”, quizás la
cinta de su filmografía que más y mejor pudiera compararse con la que nos
ocupa, por su retrato de una turba que tienen el objetivo común de salvar su
propio pescuezo antes que el de cualquier otro. “El bar”, además, te mete en
faena desde el primer minuto, y aunque pueda parecer meramente anecdótico,
disfruta de haber llegado a las salas sin un tráiler “revienta-metrajes”, por
lo que después de presentar la premisa argumental que todos conocemos antes de
sentarnos ante la butaca, todo lo que acontece es una completa sorpresa y va
desglosando matices mucho más ricos de lo que pudiese parecer en un principio.
La camaradería, además, que se palpa entre los protagonistas (todos ellos
habían trabajado en las últimas películas del director, y algunos como De la
Rosa/Machi o Casas/Suárez también lo habían hecho previamente en series de
televisión u otros largometrajes) traspasa la pantalla de manera viva y
orgánica, tal cual pareciese en muchos momentos que estamos viendo una obra de
teatro en lugar de un largometraje. Destacar, en este último sentido, a un
habitual secundario como Jaime Ordóñez, que pide paso aquí a primera plana a
base de puñetazos, en un personaje que en ocasiones recuerda al abuelo nudista
o su nieto “heavy satánico” de la brillante “El día de la bestia”. En definitiva,
una de las cintas más redondas y completas en la filmografía de su autor, que
no sólo ha cristalizado su forma de ver la vida, sino que encima la ha depurado
para que podamos seguir sintiéndola como “algo nuestro”.
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