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martes, 12 de septiembre de 2017

Crítica de “EL LLANERO SOLITARIO” (2013)


Año: 2013. Título original: The lone ranger. Producida por: Walt Disney Pictures y Jerry Bruckheimer. Director: Gore Verbinski (“Piratas del Caribe: La maldición de la Perla Negra”… ver crítica). Intérpretes: Johnny Depp (“Alicia en el país de las maravillas”), Armie Hammer (“La red social”), Tom Wilkinson (“Batman Begins”), William Fitchner (“Tortugas Ninja”), Ruth Wilson (“Anna Karenina”), James Badge Dale (“Iron Man 3”), Helena Bonham Carter (“El discurso del rey”). Presupuesto: 225 millones de dólares. Recaudación: 260 millones. Premios: fue nominada para 2 Oscar (Mejores Efectos Visuales y Mejor Maquillaje y Peluquería).


El origen: la película se basa en el personaje protagonista de un serial de radio en 1933 y una serie de televisión emitida entre 1949 a 1957. Columbia Pictures desarrolló el proyecto desde el año 2002, con la intención inicial de asemejarla a “La máscara del Zorro”, con lo que se le cambiaría el sexo al indio acompañante del protagonista para ejercer de interés romántico. Posteriormente, Walt Disney entró en escena, considerando en un inicio a Mike Newell como director, quien en ese momento se estaba encargando de la película sobre “Prince of Persia”. Al final, y toda vez que ele studio siempre pensó en Depp como el actor perfecto para hacer de “Toro”, Verbinski entró en la ecuación, esperando la producción hasta el fin de rodaje de la trilogía inicial de “Piratas del Caribe”.


Sinopsis: en una feria de San Francisco de 1933, un joven que idolatra al Llanero Solitario encuentra un maniquí que resulta ser realmente el indio comanche llamado Toro, comenzando a referirle sus aventuras con el héroe. Pasamos así a Colby, Texas, en 1869, cuando el fiscal del distrito John Reid regresa a casa y por azar se ve envuelto en la fuga del asesino de indios Butch Cavendish. John se une así a los Rangers de Texas junto a su hermano mayor para volver a poner al prófugo en prisión, pero caerán en una emboscada y todos serán asesinados. Toro aparecerá entonces y verá cómo un espíritu en forma de caballo blanco se empeña en devolver a la vida al “hermano equivocado”, John. Mientras, en Colby, los planes del magnate del ferrocarril Latham Cole siguen su curso para hacerse con el control de la compañía para la que trabaja.


Crítica: nomino a esta película oficialmente como aspirante a “cinta de culto” de las próximas generaciones. En Hollywood le gustan tanto las estrellas… como los estrellados. Y es por eso que, cuando ven que el presupuesto de un proyecto se dispara de forma escandalosa, afilan los dientes. “The Lone Ranger” fue un fiasco desde el mismo momento de su estreno y uno no llega a saber por qué. Puede que resultara demasiado pretencioso convertir el film en la nueva “Piratas del Caribe”, pero argumentos para haber sido un blockbuster veraniego tiene a raudales. Y si hay algún espectador que se deja llevar por las corrientes de opinión de los “gafapastas” y denosta a la cinta como “entretenimiento menor”… se estará equivocando muy mucho. La filmografía de Verbinski podría considerarse como “cine de autor… para los grandes estudios”, al estilo de Steven Spielberg o George Lucas. Ese globo rojo que se escapa en el cielo y que un niño subido en la noria no consigue atrapar, al inicio de la película, remite directamente al paraguas en medio del naufragio con el que se abría “Piratas…”. Y el resto de “El llanero…”, en su grandilocuencia, tiene guiños a los western clásicos de John Ford, Sam Peckinpah, Sergio Leone… incluso a las piezas emblemáticas del maestro Buster Keaton, con algunos gags que son “marca registrada Verbinski”. Pero si el espectador neófito es ajeno a estos homenajes, nadie puede negar que “Lone Ranger” tiene dos de las mejores escenas de acción de los últimos años, las que transcurren a lomos de un tren de vapor a toda velocidad, al comienzo y al final del film. Ejercicios narrativos que deberían ser estudiados en las escuelas de cine sobre cómo rodar secuencias de acción planificadas al milímetro (sin abusar de las multi-cámaras y los planos cortos, como el amiguete Michael Bay) sin que la tensión decaiga en ningún momento hasta el clímax final inevitable. Para quitarse el sombrero… y nunca mejor dicho. P.D.: entre los admiradores de la cinta se encuentra el director Quentin Tarantino, que la considera una “obra maestra”. Y eso son palabras mayores.


Curiosidades: en total, sumados los costes de promoción, que suman otros 150 millones de dólares al presupuesto, se calcula que la película costó alrededor de 400 millones, con lo que debería haber sumado 650 millones en todo el mundo para no tener gastos (a esos 650 millones habría que restar, lógicamente, el porcentaje que se queda cada sala por la venta de entradas). Vamos, que fue un fracaso estrepitoso. Por este sentido, muchos la compararon con “John Carter”, otra cinta de Disney de gran presupuesto que no funcionó en taquilla, estrenada un año antes. Además, “The Lone Ranger” se suma a una lista negra de “westerns” de gran presupuesto que encontraron la horma de su zapato en el público, como “Wild Wild West”, “Jonah Hex” o “Cowboys & Aliens”.


Memorable: los conejos caníbales del desierto, un chiste propio del director, y ese caballo “Silver” que parece tener alas. Por otro lado, la nostalgia que impregna cada fotograma y la deconstrucción de los mitos fundamentales norteamericanos la dotan de un subtexto que realmente hacen de ella un entretenimiento más adulto de lo que pudiera pensarse.


Mejorable: el triángulo amoroso a lo “Piratas del Caribe” esta vez no funciona porque los sosias de Bloom y Knightley no tienen ni de lejos el mismo carisma (en un principio, se habló de George Clooney interpretando a John Reid. Hubiera sido un film totalmente diferente, claro). Así, Depp y sus excentricidades se convierten a menudo en la única estrella de la función, lo que se traduce en Depp haciendo sus excentricidades: Depp dando de comer a un pájaro muerto, Depp con la cabeza metida dentro de una jaula, Depp  hablando con un caballo…



Parafraseando: los comanches se marchan para luchar contra el séptimo de caballería y entierran en la arena a Toro y Reid, dejando sus cabezas fuera para que puedan ser devoradas por los escorpiones. Reid intenta disuadirles: “Por favor, no tiene por qué haber una guerra”. “Eso da igual. Ya somos fantasmas”.

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