Año: 2017. Basada en:
la novela homónima de Stephen King publicada en 1986. Director: And´res
Muschetti (“Mamá”). Intérpretes: Jaeden Lieberher (“St Vincent”), Bill
Skarsgard (la serie de Netflix, “Hemlock Grove”), Sophie Lillis (“37”), Finn
Wolfhard (Mike en “Stranger Things”), Jack Dylan Grazer (“Cuentos de Halloween”),
Chosen Jacobs (la serie “Hawaii 5.0”), o el debutante Jeremy Ray Taylor, entre
otros. Presupuesto: 35 millones de dólares. Recaudación: 404 millones (hasta la
fecha).
El original: una
mini-serie televisiva, estrenada en 1990 con Tim Curry como el payaso
Pennywise, fue la primera adaptación de la obra de King, que no obstante tuvo
varios intentos en décadas sucesivas para convertirse en largometraje, siendo
el precedente más directo un proyecto de Cary Fukunaga, director de la primera
temporada de “True Detective”, y con Will Poulter como la némesis de los niños,
el que estuvo más cerca de llevarse a cabo. Aunque finalmente no cristalizó en
una película como tal, Fukunaga sigue acreditado como guionista de la cinta, y
se mantiene también u idea de dividir la novela original en dos largometrajes.
Sinopsis: algo
pasa en el aparente idílico pueblo de Derry, en el condado de Maine, que asume
con displicencia la reiterada desaparición de muchos de sus niños. Durante un
verano, el grupo de amigos conocido como “Los Perdedores”, que ha vivido de
cerca una de dichas pérdidas, descubrirán el secreto que se esconde tras estos
hechos y combatirán a sus propias pesadillas, al tiempo que sufren en sus
propias carnes los avatares de dejar la niñez y entrar en la vida adulta.
Crítica: “¡Tú
también flotarás!”. Una puta obra maestra. Sin más. recuerdo perfectamente
haber leído la novela original hace más de una década y estar, literalmente, “atrapado”
por la misma durante una semana entera, deseando terminar cualquier otra cosa
que me separase de su lectura más de unas pocas horas. Es difícil, por tanto,
que veas una adaptación de una obra que te marcó de forma semejante y acabes
aplaudiéndola como “digna” de su homólogo literario. Pero “It” lo consigue con
creces, y durante su metraje es una auténtica gozada dejarse transportar a
aquellos días de verano donde uno aún era capaz de asustarse con los miedos
primigenios, independientemente de que hayas leído o no la novela de King. Por cierto,
y una vez más… ¡qué grande es “el maestro del terror”! Sin duda, uno de los
mejores escritores de todos los tiempos, una especie de los “Hermanos Grimm”
versión macabra, que ha hecho más por el imaginario colectivo que ningún otro
ser humano en el mundo. de su mente han salido otras joyitas cinéfilas como “Cadena
perpetua”, “El resplandor”, “La milla verde” o “Cuenta conmigo”, que es sin
duda el principal referente de la que nos ocupa. Si alguien dudaba que “Stranger
Things” le debía mucho a este autor… bueno, pasen y vean. Ya en la propia
novela, King dice algo así como que “ser niño es aprender a vivir… y ser adulto
es aprender a morir”, que vendría a ser
un buen análisis del por qué nos asusta tanto esta película. Al igual que en
muchas otras de sus obras, King coge un miedo ancestral del ser humano y le da
la forma perfecta para convertirse automáticamente en una de tus peores
pesadillas. Es lo que pasa con los “niños perdidos”, un concepto que también
inspiró, en un línea diametralmente opuesta, el “Peter Pan” de J.M. Barrie. Desde
el prólogo de “It”, brillante en pocos minutos en la definición de la relación
entre los dos hermanos, y la pérdida de uno de ellos jugando aparentemente
feliz, un tambor tribal que se remonta al principio de la creación sonará en tu
pecho diciéndote que lo que estás viendo (la pérdida de la inocencia, en suma)
es algo horrible. Cierto es, no obstante, que la concatenación de escenas
terroríficas que se van desglosando posteriormente en la película van mermando,
por simple reiteración, ese escalofrío en la columna vertebral, pero para
entonces ya estarás más que atrapado por su historia, por tanto en cuanto ésta
ofrece mucho más en su visionado. “It” es a ratos nostálgica, entrañable,
cómica y, por supuesto, terrorífica. En definitiva, brillante. Y si no se la
nomina en la categoría de Mejor Película… dejaré de creer en los Oscar. “Esperad…
¿es algo que sólo ven los vírgenes? ¿Por eso yo no he visto una mierda?”.
Curiosidades: la
principal novedad de la película con respecto a la novela es que aquella
ubicaba los hechos de la línea temporal de los niños en la década de 1950. Aquí,
una marquesina de cine anunciando las proyecciones de “Batman” y “Arma Letal 2”,
junto a los guiños a la “boyband” de los “New Kids On The Block” nos sitúan en
el año 1989. Al margen de su marco histórico, la forma de las pesadillas es
otro de los cambios más relevantes, pues en la novela los protagonistas eran
los personajes de las películas de la factoría Hammer como “Drácula” o el “Hombre
Lobo”. Aquí, y en concreto la pesadilla de la mujer sin rostro, está basada en
una pintura de Amedeo Modigliani, que Muschetti odiaba siendo niño y que
colgaba de las paredes de su casa; pintura que también sirvió como referente
para su anterior película, “Mamá”. Otro de los aspectos más significativos que
se han perdido en la translación son las connotaciones sexuales que siempre
suelen pulular en las obras de King, especialmente una donde, al final de la
aventura, Beverly tiene que “consumar” con toda la pandilla en una especie de “orgía
infantil”, para poder hacer frente al payaso.
Memorable: todo
el elenco, tanto infantil como adulto. Desde Bill Skarsgard, cuya mirada desde
las cloacas en su primera aparición te dejará helado, pasando por Jaeden Lieberher
como “Bill”, que soporta gran parte del peso de la historia con entereza, la
adorable Sophie Lillis como “Beverly Mars”, el tierno Jeremy Ray Taylor como el
gordito “Ben”… o el inconmensurable Finn Wolfhard como “Richie”, deudor directo
del Corey Feldman de “Stand By Me”.
Mejorable: por
decir algo, podrían haber enfatizado un poco más el concepto de aventura e
investigación, que en la novela de King pasaba por descubrir los secretos de
toda una comunidad azotada desde que el tiempo es tiempo por una especie de
maldición que había marcado a muchos de sus habitantes pero que, al tiempo, la
habían llegado a aceptar como algo “normal”. Pero vamos… por decir algo.
Parafraseando: en
el momento más crítico de la historia, Bill pide a sus amigos que le abandonen
y le dejan a merced de Pennywise. Su mejor amigo, Richie, parece a dispuesto a
hacerlo: “Te lo dije, Bill. Te lo dije, joder. No quiero morir. Es culpa tuya. Me
has dado un puñetazo… me has metido en aguas llenas de mierda… me has traído a
una puta casa de drogatas… Y ahora… voy a tener que matar a este puto payaso.
¡Bienvenido a los putos “Perdedores”, gilipollas!”.
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