Año: 2016. Dirigida,
coescrita y coproducida por: Nate Parker (hasta la vista actor visto en cintas
como “Red Tails”). Intérpretes: Nate Parker (“Non Stop: Sin escalas”), Armie
Hammer (“El llanero solitario”), Mark Boone Junior (el Bobby “Elvis” Munson de la
serie “Hijos de la Anarquía”), Aunjanue Ellis (Miranda Shaw en la serie de ABC “Quantico”),
Penélope Ann Miller (“Atrapado por su pasado”), Jackie Earle Haley (conocido
por ser el Rorschach de “Watchmen” o el Freddy Krueger del remke de 2010, “Pesadilla
en Elm Street”). Presupuesto: 8 millones de dólares. Recaudación: 16,5 millones
(hasta la fecha). Premios: entre otros, consiguió el Premio del Público y de
Mejor Película en el último Festival de Sundance.
Curiosidades: de
manera intencionada, el título de la película (“The birth of a nation”, en el
original) es el mismo que el de la cinta de 1915 de DW Griffith, técnicamente
muy superior a las de su época y que en muchos sentidos se considera como
catedralicia del posterior cine clásico, pero también muy polémica por su
apología del racismo, su historia que apoya sin ambigüedades la supremacía de
la raza blanca y su forma de representar como héroes épicos a los miembros del
Klu Klux Klan.
Sinopsis: en
1831, el joven Nat Turner, que trabaja como esclavo en una plantación de algodón
de Southampton, encuentra una manera más útil de servir a su amo al erigirse
como predicador en otras plantaciones vecinas, lo que ayuda a adoctrinar a los
esclavos y calmar sus actos de rebeldía ante el temor de la condenación eterna.
Sin embargo, y tras ver y sufrir todo tipo de abusos, el propio Nat iniciará
una revuelta de dos días que levantará en armas a sus congéneres y acabará
desembocando poco después en el estallido de la Guerra de Secesión.
Crítica: como
podréis imaginar, dado mi condición de cinéfilo empedernido, sigo la actualidad
de las taquillas internacionales y en especial de la estadounidense, que a fin
de cuentas es la que más va a influir en la nuestra tarde, temprano, o a la
par. Sin embargo, cuando se estrenó “El nacimiento de una nación” en USA (que
en este caso, fue hace varios meses) constaté cómo los medios de aquí se
preguntaban cómo era posible que el film pasase prácticamente sin pena ni
gloria, después de haber arrasado en el Festival de Sundance, y haber batido el
récord en acuerdo de distribución para una cinta independiente, que hasta la
fecha poseía ·Pequeña Miss Sunshine”, con más de 17 millones de dólares que
pagó FOX Searchlight, después de haber conseguido congraciar tanto a público
como a crítica. Además, estaba aún reciente la polémica con el boicot a la
pasada edición de los Oscar y etc, y se antojaba que el debut en la dirección
de Nate Parker podía ser cabeza de lanza del nuevo cine afroamericano. Esa misma
esperanza es lo que hizo que la distribuidora española demorase su llegada a
nuestras pantallas hasta casi terminado febrero, con la esperanza de que el
aluvión de nominaciones que presumiblemente le iban a caer ayudase a su
comercialización en un país donde el conflicto racial (todavía) no es algo que
nos toque de manera tan directa. Y, bueno… pues resulta que tampoco ha tenido
ninguna nominación, y no sólo eso, sino que desde que la película se abrió al
mercado mayoritario, las críticas de los medios especializados la han vapuleado
hasta el extremo de resumirla como una especie de “Braveheart para negros”. Y es
que, una vez más, nos encontramos en una de esas ocasiones donde ha pesado más
en la conciencia del público lo que no tiene nada que ver con lo meramente
cinematográfico. Me explico. Al margen de lo apuntado sobre el golazo por la
escuadra que le metieron a la distribuidora (que ya de por sí es una losa, dado
que hay cierto ánimo de revanchismo entre muchos críticos de demostrar que son
más listos que nadie y burlarse del monarca al que se la han envainado con un
supuesto traje invisible que sólo los tontos no pueden ver), a raíz del éxito
de la cinta salió a la luz en la revista “Variety” un escándalo acontecido en
1999, cuando el director, Nate Parker, y un amigo (que, casualidades de la
vida, es el coguionista del film), donde supuestamente habían violado a una
compañera durante el tiempo que estuvieron en la universidad. Una cuestión ya
de por sí grave, pero que en los EEUU lo es aún más debido a un aumento de las
agresiones sexuales en los campues durante los últimos años que tiene bastante
soliviantada a la conciencia pública. Pero es que, para colmo de males, el
artículo finalizaba revelando que la supuesta víctima de la agresión (de la que
Parker y su colega se fueron prácticamente de rositas) se había quitado la vida
años después, no sabemos si marcada o no por aquel reprobable acto. En fin,
todo un escándalo que mandó a la porra las aspiraciones de una película que,
por otro lado, no tiene nada que ver con lo anteriormente expuesto. Y es que,
efectivamente, “El nacimiento de una nación” no es la “gran esperanza blanca”
(ups, me ha salido un chiste sin querer) que nos quisieron vender en Sundance,
pero desde luego es un film notable que sobre todo denota una puesta en escena
muy sugestiva, a la par que retrata una historia real de esas que siempre digo
que merecen la pena ser filmadas. Es cierto también que cae en demasiados
lugares comunes, y esto también es un lastre debido a que tenemos muy reciente
aquella estupenda “12 años de esclavitud” de hace apenas un par de años, pero
la lapidación pública al más puro estilo bíblico que ha sufrido la cinta en los
últimos meses, me parece, cuanto menos, paradójico.
Resumiendo: si no
hubiese triunfado en Sundance, si no hubiese existido la polémica sobre el
pasado de sus guionistas, si no hubiese batido el récord de acuerdo de
distribución… la misma gente que ningunea la propuesta que hoy nos toca
estarían con las palmas rojas de tanto aplaudir. Pero, desgraciadamente, todo
lo anterior no solamente existe, sino que es indisolubre de la propia película.
Por ejemplo, muchos achacan el egocentrismo de su director, guionista,
productor y principal protagonista, ejemplificándolo con las escenas del
metraje donde la mujer de Nate en la ficción es violada por un grupo de hombres
y el foco de la película se centra más en ver cómo afecta eso al personaje
principal que a la propia mujer en sí. Y claro, con los hechos del pasado que
ya he mencionado en el apartado anterior… En fin, que esto es lo que hay. Que otras
muchas veces se giran las tornas y son los propios críticos los que nos quieren
meter por donde sea un bodrio de épicas proporciones disfrazándolo de obra de
arte sin parangón. Pues esta vez es un poco a la inversa. ¿O es que ahora
resulta que el público y el jurado de Sundance estaban ciegos, sordos y
alelados?
Memorable: aunque
prefiero otras grabaciones del tema más acústicas y ásperas, donde una trompeta
termina de desgarrar el alma que la boz de Billie Holiday empieza a socavar (y
que quizás, empero, le hubiese venido mejor) , la utilización del “Strange
Fruit” en un plano donde vemos una mariposa posada sobre uno de los cuerpos
ahorcados en un árbol, son de esas imágenes poderosas que díficilmente se
olvidan.
Mejorable: si
bien tampoco son muy abusivos, el recurso de los sueños oníricos del
protagonista, que además son bastante pobres e incluso un poco burdos por tanto
en cuanto se juega con el simbolismo de retratarle como una especie de
Jesucristo afroamericano, creo que ya está ampliamente superado en el cine de
hoy en día. También, el epílogo narrado final, donde se nos dice que el cuerpo
de Nat fue desollado y desmembrado, con su piel utilizada para hacer distintas
reliquias y su grasa empleada en la fabricación de grasa para carretas. Es un
poco gore, la verdad.
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