Información básica:
reseña del quinto disco en solitario de Enrique Bunbury, lanzado por EMI Music
Spain en octubre de 2008. Producido por el propio cantante zaragozano y Phil
Manzanera, el título hace referencia al nombre de la casa-estudio que el vocalista
tiene en El Puerto de Santa María, donde reside actualmente. La edición básica
del álbum consta de 11 canciones, mientras que la online para iTunes incluía un
bonus track y la edición doble en vinilo se iba hasta los 15 temas, todos
compuestos por el propio Bunbury. Se vendieron más de 160.000 copias siendo
disco de oro en España, México y Argentina.
Crítica: hasta la
salida de su anterior trabajo, “El viaje a ninguna parte” en 2004, lo que hacía
Enrique Bunbury me dejaba bastante indiferente. Ni siquiera había sido fan de
los “Héroes del Silencio”. Pero aquel disco y una actuación en vivo donde pude
presenciar la rotundidad de su “Huracán Ambulante” (la banda que él mismo
disolvió en 2005) me hicieron comprender que con Bunbury no hay medias tintas
que valgan. O te gusta o no te gusta. E, independientemente de cuál sea la
respuesta, si no existiese… habría que inventarlo, porque es el único
“personaje” (sin ofender) que tenemos por estos lares. De hecho, al propio
Enrique le gusta jugar con ese look de cowboy deshubicado, “sola ante el
peligro” frente a la industria musical española, y su propia música bebe mucho
de ese rock sureño y polvoriento que podría sonar en cualquier saloon del Viejo
Oeste. Pero, con todo, “Hellville de Luxe” (al que, por cierto, le viene muy
bien como título independientemente de cómo bautizara a su casa-estudio porque
en las letras de las canciones que componen el tracklist hay mucho de cielo,
infierno y vírgenes… religiosas) no es un trabajo redondo. De hecho, hay una
discordancia entre la música y la letra de muchas de las canciones, como si no
pegasen unas con otras (véase “Bujías para el dolor” o “Canción cruel”,
musicalmente sobresalientes pero cuya letra es desconcertante como poco). Y
claro, esto se puede entender de dos maneras. Por un lado, el esfuerzo del
autor por fabricar piezas de rock poco convencionales huyendo de lo ya
compuesto anteriormente (por él o por otros artistas); y por otro, podría ser
el resultado de su posición dentro de la industria, que le permiten hacer
básicamente lo que le da la gana sin pensar demasiado en el resultado. Eso nos
deja muchos momentos en el disco donde te chirrían los dientes, como en el
siguiente verso de “Doscientos huesos y un collar de calaveras”: “Deja que
pueda traer alivio a tu boca tonight y no desaproveches una buena erección”…
que más allá de que te guste o no, es que no pega ni con cola. Parece que haya
escrito por un lado la música, por otra la letra… y luego si quedan bien juntas
o no… “no es mi problema”. Y ya digo: esto no es ni bueno ni malo y, por lo
menos, resulta original. Sigue siendo de aplaudir ese afán por “disfrazarse”
(como en “Si no fuera por ti”, donde la voz y el tono de ultratumba general de
la canción te recuerdan, salvando las distancias, a un castizo Marilyn Manson),
pero las dos canciones realmente redondas que pueden extraerse del LP son “El
hombre delgado que no flaqueará jamás” y “Hay muy poca gente” que, de hecho,
fueron los dos primeros singles que se lanzaron. En definitiva: que no será su
mejor trabajo, pero sigue fiel a sí mismo… o, por lo menos, a lo que quiera
parecerse. Y eso ya es mucho más de lo que se puede decir de la mayoría.
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