Hace unos días escribí un artículo diciendo que Alonso
Caparrós era la mano que movía la cuna en “GH VIP 5”. Hoy, quiero cambiar esa
frase, con vuestro permiso. Alonso, en todo caso, es la mano “a la que le
gustaría” mover algo (la cuna o lo que sea, a estas alturas). Es patente que
intenta enemistarse con alguien dentro de la casa, porque nunca hay un héroe si
no existe un villano, y la frustración que le produce el hecho de que todos sus
intentos hayan sido infructuosos le están dejando en el límite. A día de hoy,
Alonso es un Daredevil de la vida que va dando palos de ciego allá por donde
pasa, a la espera de que con algunos de esos palazos le caiga algo encima. Por todo
ello, y no por apetencias personales, sabiendo además de que puede parecer
contradictorio, pido que Caparrós se queda al menos una semana más en Guadalix.
Es el único que, mal o bien, está intentando que en la casa pase “algo”. Bueno,
para ser justos… Daniela también está intentando que pase algo dentro de la
casa (en este caso, una “carpeta” con ella como una de las protagonistas), pero
hablaremos de ese tema cuando la Blume esté nominada.
El principal problema que tiene la permanencia de Alonso
dentro del reality es que de momento nadie le ha entrado al trapo en sus
provocaciones. O nadie que él considere apto para erigirse como su némesis. Todo
esto, claro, tras la salida de Toño Sanchís, que sí era, en esencia, el rival
que el presentador esperaba encontrarse en esta edición. El dragón al que poder
cortarle la cabeza, si lo preferís. El único fallo que tuvo ese fantástico plan
de Caparrós (ideado, qué duda cabe, desde antes de entrar en la casa), es que
se le olvidó que aquí el único que corta cabezas es el público (y siempre
metafóricamente, faltaría más), con lo que las medallas de producirle un
supuesto escarmiento al representante que tanto daño le ha hecho a la “princesa
del pueblo” se la quisieron apuntar todos los que llamaron para ponerle de
patitas en la calle. Sin necesidad de ningún Caparrós que les echase una mano.
Desde entonces, Alonso anda completamente perdido por la
casa, y todas sus maquinaciones son tan forzadas y están tan completamente fuera
de lugar que mucho me temo que la audiencia las va a entender más como un
incordio que como algo realmente interesante de seguir viendo cada día a través
de la televisión. Al menos, Caparrós podía tener algo de sentido del humor, con
lo que le veríamos como una especie de “Gremlin” humano o “Jaimito”
trasnochado; un tierno gruñón al que le gusta estar en contra de todo y de
todos. Pero no es el caso. El discurso de Alonso es, de hecho, tan pensado y
rebuscado que carece completamente de gracia, al margen de que muchas veces se
ha extralimitado en sus valoraciones y ha pronunciado según qué términos que
también pueden ser mal entendidos por el respetable.
Lo último, en su larga lista de “me cabreo porque sí”, ha
sido decir que quiere que su departamento de abogados o representantes valoren
si da su consentimiento para la comercialización del tema que compusieron
Alejandro Abad y Tuto Durán. Una pantomima tan absurda que se cae por su propio
peso por el simple hecho de que, como digo, la canción la han compuesto
Alejandro y Tuto. Que Caparrós esté incluida en ella es meramente
circunstancial. “Pasaba por allí”, que diría Aute. Y el propio Alejandro se lo
dejó bien claro: “El que no esté de acuerdo… se le quita su voz y listo”. Fin de
la discusión. No hay más preguntas, señoría.
Pero ese no es, por supuesto, el único palo de ciego que ha
dado Alonso en apenas tres semanas de permanencia en la casa. ¡Ojalá! Lo
tendría mucho más fácil para pedir su salvación. Su retahíla de despropósitos
comenzó con la Lamborgini, a la que puso de vuelta y media (además de
nominarla)… porque la ve como una hija. ¡Tócate los pies! Luego siguió con Irma
Soriano, a la que afeó una expresión mientras estaban discutiendo por la
costumbre de ella de ser una “bienqueda”. La Soriano es, de hecho, la única que
ha ido de cabeza contra él a partir de ese momento, pero creo que Caparrós la
descartó por el hecho de ser mujer y porque, además, tiene mucha facilidad para
llorar. Tanta… que a veces llora y ni siquiera se acuerda del por qué. Ir a
saco a por Irma, según Alonso, le podría echar a los telespectadores encima,
entendiendo que pueden haber muchos que se sientan identificados con ella o que
piensen que está abusando de un enemigo en desventaja, por el hecho de ser
mujer. De lo que no es consciente Caparrós es de que la paciencia del público
se agota, y la sociedad actual ya no es tan mojigata como hace un tiempo. El año
pasado Lozano iba sin cuartel a por Rosa, Raquel, Laura… y todo el que se le
ponía por delante, independientemente de su condición, edad, raza o sexo, y a
todos nos encantaba.
Lo mismo pasó con Emma Ozores, a la que quiso convertir en
una “espía rusa” (como ella misma ha dicho) y luego rectificó echándose a
llorar como un niño, al darse cuenta de que enemistarse con la Ozores es como
hacerlo con un conejito de peluche. Es otro de los hándicaps negativos de
Caparrós: que parece que tiene todos sus pasos muy medidos y estudiados pero
luego recula con demasiada facilidad. Lo mismo con Marco Ferri y la “chapa” de vergüenza
ajena que le dio a Sergio en contra de él. Bueno, no de él… sino de todos los
italianos. Dejando a un lado la cantidad de estupideces que encerraba el
discurso, lo que más me sorprendió del asunto es que Alonso intentase a poner
al concejal en contra de quien, a día de hoy, es su mejor amigo en la casa.
¿Qué esperaba ganar con eso? ¿Realmente creía que iba a influir en la relación
entre estos dos pimpollos? El “doctore amore” es otro que, no sabemos si de
fachado o no, parece no tener mucha maldad, así que el dardo de Alonso en su
buca de dar con un rival digno cayó en el agua. Y van…
Lo mismo podríamos decir de su pataleta cuando Tuto salvó a
Alejandro diciendo que era “injusto”, ya que ambos estaban en ventaja de
salvarse el uno al otro por el hecho de ser amigos. Eh… am… sí, Alonso. Es la
misma ventaja que tiene el resto de la casa para nominar, precisamente, a
Alejandro y Tuto de manera sistemática por el simple hecho de que les conviene
estar en “pandillita” e ir a por los más débiles (numéricamente cuanto menos). De
nuevo, este gesto no es bien entendido por la audiencia y parece una meada
fuera del tiesto. Lo peor de todo esto es que Alonso todavía no ha intentado
nada en contra de Daniela o Aless Gibaja, que son quienes realmente podrían
postularse como sus enemigos acérrimos, máxime cuando ya hacen burlas y chanzas
de él a sus espaldas.
Pero, a pesar de todo lo dicho, pido… qué coño… “exigo”, que
Alonso se queda en Guadalix. Como he señalado en este artículo, y aunque todo
le esté saliendo mal, Alonso es el único que está intentado remover el clima de
hastío que reina en esta edición del VIP. Prefiero mil veces verle metiendo la
pata una vez más que contemplar, por ejemplo, a Ivonne desayunando (que son los
únicos planos de ella que tenemos dentro de la casa) o a Sergio paseando de
fondo en algún vídeo (que ídem de ídem). Ya cometimos el error de expulsar a
Toño la semana pasada. No volvamos a hacerlo. Telecinco amenaza con meter a
Aída Nízar para animar el cotarro. ¿No es eso ya suficiente motivo como para
mantenerle dentro?
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