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martes, 7 de febrero de 2017

Crítica de "Cincuenta sombras de Grey" (2015)


Año: 2015. Basada en: adaptación de la primera novela homónima de la trilogía escrita por E.L. James.Director: Sam Taylor Johnson.  Intérpretes: Jamie Dornan (el sheriff de “Érase una vez”), Dakota Johnson (“Need for Speed”), Jennifer Ehle (“El falsificador”), Max Martini (“Capitán Phillips”), Marcia Gay Harden (“Mystic River”), Eloise Mumford (“Peligrosamente infiltrada”). Presupuesto: 40 millones de dólares. Recaudación: 569 millones. Curiosidades: la novela ha vendido más de 70 millones de ejemplares en todo el mundo.

Sinopsis: Cuando la estudiante de Literatura Anastasia Steele recibe el encargo de entrevistar al exitoso y joven empresario Christian Grey, queda impresionada al encontrarse ante un hombre atractivo, seductor y también muy intimidante. La inexperta e inocente Ana intenta olvidarle, pero pronto comprende cuánto le desea. Cuando la pareja por fin inicia una apasionada relación, Ana se sorprende por las peculiares prácticas eróticas de Grey, al tiempo que descubre los límites de sus propios y más oscuros deseos...

Crítica: había una línea de diálogo en la meliflua “Alguien como tú” (“She´s All That”, Richard Iscove, 1999) donde la protagonista, Rachel Leigh, decía: “Me siento como Julia Roberts en “Pretty Woman”… excepto en lo de ser puta, claro”, que bien podría aplicarse a este esperpento sin sentido glosado a perpetuar ese estereotipo de que a las mujeres les gusta que les metan caña y, a la par, están convencidas de que “pueden cambiar” a su pareja. Sin haber leído la novela original, dudaba que pudiese encontrar una propuesta que me sacara más de quicio en su historia de amor que lo que hizo conmigo la saga “Crepúsculo”, pero mira tú por dónde… lo han conseguido. El personaje de Dakota se pasa toda la película (aparte de dejándose quitar el vestido… es increíble, incluso varias veces en menos de cinco minutos) preguntándole a su enamorado por qué quiere atarla, azotarla, golpearla y, en definitiva, convertirla en un “punching ball” sexual, y él no cesa de repetirle que él es así y, si le quiere y quiere estar con él, tendrá que aceptarlo. La otra patalea, pone ojitos y se tumba en la cama a llorar para que él vaya corriendo a su lado y uno se pregunta si realmente el público femenino se siente identificado con ese cliché. Me gustaría pensar que las mujeres de hoy en día serían más del tipo: “Ah, ¿con que te gusta pegar? Pues pásame el látigo, amigo”, en lugar de esa “mosquita muerta” que parece que no ha roto un plato pero, de manera sibilina, va consiguiendo el propósito de hacer de su novio un pelele que renuncie a lo que hace feliz (independientemente de que claudique o no con sus gustos sexuales). Ya con eso, la adaptación del último boom literario me tiene perdido como entusiasta seguidor, pero es que encima el resto de la propuesta no tiene ningún interés. Los personajes se conocen y ya en el primer plano quedan prendados el uno del otro sin justificación posible (máxime cuando lo primero que vemos de las oficinas del millonario es a una azafata rubia que le da mil vueltas a la modosita Dakota), y todo es un tira y afloja donde no sabemos nada más de las vidas de los personajes o de los secundarios y, sinceramente, tampoco nos interesa. De tanto en tano aparecen algunas películas que pretenden llamar la atención por sus altas dosis de sexo… “políticamente correcto” (pienso en “Instinto básico” o “Showgirls”, ambas de Paul Verhoeven), y todas acaban produciendo esa especie de “coitus interruptus” porque nunca llegan a proporcionar lo mismo que cualquier cinta porno que, para más inri, hoy en día están al alcance de un solo “click”. Puedo llegar a entender que el original literario produzca cierta “emoción pajera” en según qué mujeres, al estilo de cómo lo hacían antes las novelas de Danielle Steel, aunque sólo sea porque nuestra imaginación rellena los huecos que dejan las palabras, pero poner eso en pantalla grande me parece casi un insulto a la inteligencia de cualquiera. No le veo ningún sentido… y mucho menos que de para otras dos entregas.

Resumiendo: intuyo que muchas parejas habrán acudido al cine como una forma de sustituir los “preámbulos” de un posterior “polvete”, y quizás así estas “Cincuenta sombras…” tienen algún sentido. Pero verla con la intención de encontrar un entretenimiento con cierto sentido “desnuda” (y nunca mejor dicho) sin tapujos lo absurdo de su puesta en escena “provocativamente estilizada” o lo infantil de sus diálogos. A todas luces innecesaria… e insatisfactoria.

Memorable: por decir algo, algunos de los temas de la banda sonora con los que se acompañan los escarceos de la pareja, destacando un “Crazy in love” susurrado por la Beyoncé que le da realmente un aire nuevo a uno de sus temas más conocidos. Y el “Earnet id” de The Weekend que debió ganar el Oscar, pues si había un tema que realmente acompañaba a su película era éste.

Mejorable: lo asquerosamente convencional de su trasfondo. Si querían realmente “provocar”, “trasgredir” o “romper barreras”… ¿por qué no es él al que le mola que le “dominen”? No, claro, eso rompería el estereotipo del “macho viril”. Venga, hombre, dos horas de metraje para ver si ella consiente en recibir unos azotes en el culo. A todas las chicas les mola eso cuando hacen “el perrito”.


Parafraseando: la virginal Anastasia pregunta en su primera cita real a Grey si van a “intimar”: “¿Esta noche me vas a hacer el amor?” “En primer lugar… yo no hago el amor. Yo follo”.

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