Buscar este blog

domingo, 12 de febrero de 2017

Crítica de "Passengeres" (2016)


Año: 2016. Director: Morten Tyldum (nominado al Oscar por “Descifrando enigmas”). Guión: Jon Spaihts (co-autor también del libreto de “Doctor Strange”). Intérpretes: Chris Pratt (Peter Quill en “Guardianes de la galaxia”… ver crítica), Jennifer Lawrence (ganadora del Oscar por “El lado bueno de las cosas”), Michael Sheen (la serie “Master of sex”), Laurence Fishburne (Morfeo en la trilogía de “Matrix”), Andy García (nominado al Oscar por “El padrino III”). Presupuesto: 110 millones de dólares. Recaudación: 293 millones. Premios: ha sido nominada a 2 premios Oscar, correspondientes a Mejor Diseño de Producción y Mejor Banda Sonora Original para Thomas Newman.

Sinopsis: Jim Preston es uno de los cinco mil tripulantes de la nave estelar “Avalón”, cuyo destino es un planeta colonizable al que han bautizado como “Homestead II”. El problema de Jim es que su cápsula de hibernación se ha roto y le ha despertado 90 años antes de lo que debería, con lo que es el único hombre vivo de la inmensa embarcación y su sino, toda vez que no puede volver a quedar en animación suspendida ni contactar con nadie, es morir allí completamente solo. Sin embargo, un año después de pasearse arriba y abajo del “Avalón”, se le ocurre la feliz idea de “despertar” a Aurora Lane, otra tripulante de la nave de la que se ha ido enamorando platónicamente. Así lo hace, pero Jim decide no contarle que ha sido él el responsable, haciéndolo pasar como un fallo mecánico similar al suyo. De esta manera, tienen todo el tiempo del mundo para enamorarse.

Crítica: ¿A quién te llevarías a una isla desierta? O mejor dicho: si pudieses estar el resto de tu vida a solas con Jennifer Lawrence… ¿lo harías? Ya me imagino la respuesta. “Passengers” es una bonita peliculita al uso, una superproducción de Hollywood confeccionada para agradar a un público mayoritario, que quizás lastrada por su enorme presupuesto se queda a años luz de lo que podría haber sido, sin dejar de ser por ello un entretenimiento ligero y disfrutable en varios momentos. Sin embargo, los amantes de la ciencia-ficción más pura deberán abstenerse de su visionado en caso de no estar acompañados por su respectiva pareja, pues más allá de su ambientación, la que nos ocupa es una comedia romántica del estilo de, por ejemplo, “Y de repente tú” (“Trainwreck”, Judd Apatow, 2015), pero con un envoltorio que jamás en la vida hubiese tenido de no ser por la presencia estelar de Chris Pratt y, sobre todo, Jennifer Lawrence. Eso sí, la chica no es tonta y pidió 20 millones de dólares y un 30% del beneficio de taquilla, consciente de que no sólo iba a ser el principal reclamo para quienes comprasen una entrada de cine, sino que luego una vez empezase el metraje, iba a tener que poner toda la carne en el asador (y lo digo en más de un sentido, habida cuenta de que uno de los supuestos valores añadidos con los que se ha vendido el film es por contar con la primera escena de sexo en la filmografía de la muchacha). Para reforzar lo anteriormente expuesto, sólo añadiré que el t´ítulo provisional del proyecto fue durante muchos meses “Love in space”. Creo que eso lo dice todo. Ahora bien, como reseñaba también al principio de la crítica, esto no quiere decir que nos encontremos ante un producto infumable. Simplemente, hay un malentendido muy grande en torno a su concepción o a la hora de vendértelo, prometiéndote una cosa que no es. Paradójicamente, además, los primeros minutos de metraje, donde Lawrence hace mutis por el foro, son de lo más entretenido de la película, con un Pratt en estado de gracia que nos remite al protagonista de la excelente sitcom “The last mano n earth”, cuyo visionado os animo a devorar desde aquí. Más o menos hasta la mitad de la película, “Passengers” es de hecho notable y rozando el sobresaliente, planteándote un problema de inicio mucho más grande de lo que a priori puede asumir el protagonista, y más tarde enfrentándote a un dilema moral de connotaciones bastante más profundas de lo que podría parecer en un principio. Todo ello, además, salpicado con una puesta en escena que para sí hubiese querido el Kubrick de “2001: Odisea en el espacio”, y algunas ideas que sí están directamente extraídas de los mejores referentes de la sci-fi como el hecho de que la humanidad se aventure a la conquista del espacio, las implicaciones personales de quienes deciden asumir el reto de viajar a varios  miles de millones de años luz con la consiguiente pérdida de todo su entorno familiar, el hecho de que existan distintas clases sociales dentro de los tripulantes ateniéndose a su posicionamiento social o adquisitivo, etc. Después, como digo, la obligación de atenerse a una historia más convencional que permita hacer rentable la inversión acaban por difuminarlo todo y hacer de la película un vehículo muy previsible, habida cuenta de que lo único que pueden hacer los protagonistas es enamorarse y ser felices con lo que les toca. ¡A ver si la Lawrence hubiese estado tan contenta si el que la hubiese despertado hubiese sido, por ejemplo, Jonah Hill!

Resumiendo: no nos calentemos la cabeza. “Passengers” es lo que es. Y punto. Por muchos factores, era imposible que fuese mejor de lo que es. De igual modo que nunca veremos una película de James Bond dirigida por Quentin Tarantino,  aunque éste fantasease en algunas entrevistas con dicha posibilidad. Y, en el caso de que le dejasen hacerla, el resultado final sería tan convencional como cabría esperarse, por mucho Tarantino que sea. Tu nivel de auto-determinación para jugar con los millones de los ejecutivos de los grandes estudios es directamente proporcional al número de ceros que aparezcan en el presupuesto. Los experimentos, como se suele decir, mejor con gaseosa. O, en lo que atañe a Hollywood, con el cine independiente. Pregúntale a tu chica si le hubiese gustado que al final de la peli los dos protagonistas no acaben juntos, en una especie de jacuzzi gigante y con una panorámica de cielo estrellado que ríete tú de las lágrimas de San Lorenzo. Pues eso.

Memorable: el papel de Michael Sheen, que también remite a otros films del mencionado Kubrick. ¿No recuerda ese bar anacrónico al de “El resplandor”? Al margen de ello, hay que decir que los más de cien millones el presupuesto están bien invertidos. Los adorables rototitos aspiradora que semejan ser una especie de ratas o perritos que se comen todo lo que vas tirando son prueba de ello. También la espectacular escena de la piscina en gravedad cero.

Mejorable: lo de la inclusión en el elenco de Andy García es para mear y no echar gota. ¡Tiene un puto plano en todo el metraje! Su aportación sólo puede justificarse por los motivos siguientes. Uno: pasaba por allí el día de rodaje y al director le hizo gracia que hiciese un cameo. Dos: ha habido varios tijeretazos en la sala de montaje que afectan a su rol en la historia. Tres: los rumores que circulan por internet sobre una posible “Passengers 2” son ciertos (secuela, por otro lado, a todas luces incongruente).


Parafraseando: Pratt y Lawrence mantienen un roneo más o menos inocente hasta que pasada una semana, el chico se arma de valor y le pide una cita (que manda cojones. ¿Acaso crees que te va a decir que no? Tío, eres el único hombre vivo del universo, prácticamente): “Has tardado en pedírmelo” “Es que quería darte tu espacio” “Agh… “espacio”… eso es precisamente lo que sobra aquí”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario