Año: 2014. Título original: The Hobbit – The battle of the Five Armies. Dirección: Peter Jackson (“The Lovely Bones”).
Intérpretes: Ian McKellen (Magneto en “X-Men”), Martin Freeman (el doctor
Watson en la serie británica “Sherlock”), Cate Blanchett (“El aviador”),
Orlando Bloom (“Piratas del Caribe”), Ian Holm (“Alien, el octavo pasajero”),
Christopher Lee (el conde Duku en la segunda trilogía de “Star Wars”),Hugo
Weaving (el agente Smith de “Matrix”), Elijah Wood (“Sin City”), Andy Serkis
(César en “El orígen del planeta de los simios”), Benedict Cumberbatch (“Doctor
Extraño”). Richard Armitage (la serie “Robin Hood”)., Presupuesto: 250 millones.
Recaudación: 956 millones. Premios: entre otros, fue nominada a un premio Oscar
a la Mejor Edición de Sonido y un Premio BAFTA a los Mejores Efectos Visuales.
Franquicia: es el
cierre de la trilogía de “El Hobbit” realizada por Peter Jackson iniciada con “Un
viaje inesperado” (ver crítica) de
2012 y “La desolación de Smaug” (vercrítica) de 2013, que a su vez actúan como precuelas de la trilogía
precedente de “El señor de los anillos”. Con ello, además (y en principio, que
luego todo se sabe) se pone punto y final a las adaptaciones en pantalla grande
de la obra de Tolkien. Esto último, claro, si no tenemos en cuenta la saga de
videojuegos que Warner Bros inició con “Sombras de Mordor” y este año continuó
con “Sombras de Guerra”, que están situadas cronológicamente entre ambas
trilogías.
Sinopsis: tras la
muerte de Smaug, los enanos consiguen por fin recuperar su antiguo reino bajo
la montaña, pero quizás en su victoria se encierre también su caída en
desgracia, pues el tesoro conlleva una maldición a la que no tardarán en
sucumbir. Todo ello, mientras el poder de Sauron va creciendo y tanto elfos
como humanos reclaman su parte del botín. ¿Y qué hace en medio de semejante
batalla un simple hobbit? Pues quizás salvar a la Tierra Media.
Crítica: “Elijo
guerra”. Los que me hayan leído con anterioridad saben que soy un defensor de
esta trilogía de “El Hobbit”, a pesar de las críticas que había recibido en sus
dos antecesoras. Pero llega un punto en que es imposible defender lo
indefendible y hay que claudicar, cual rey destronado: “La batalla de los cinco
ejércitos” no sólo es la peor de la trilogía, sino también de toda la
franquicia Tolkien, innecesaria en el mejor de los casos y grotescamente pagada
de sí misma, desnudando sin pudor los defectos de toda la serie de la peor
forma posible. Hubo un tiempo, cuando el proyecto empezó a despegar y Guillermo
del Toro iba a ser el director, con Jackson como productor ejecutivo, en que la
idea de adaptar el libro original se resumía en dos películas. Dos. Y me gusta
creer que fue más bien la presión de Warner la que tomó al neozelandés por
banda y le dijo: “¿Por qué vamos a perder la oportunidad de ganar otros mil
millones de pavos?” (una pregunta retórica a la que yo, por cierto, tampoco
habría sabido contestar). Y digo que quiero creerlo así, que los males de esta
cinta son por indicaciones del estudio, porque algo del mejor Jackson queda
todavía en “El Hobbit 3”. Por ejemplo, a los que se quejaban del “coitus
interruptus” con que terminaba la anterior, hay que decirles que, muy
acertadamente, el director reservó el desenlace para el prólogo de ésta porque…
sencillamente, es lo mejor de la película (por otro lado… ¿cómo “no” iba a
serlo? Joder, es la lucha entre un dragón escupe-fuego y un simple arquero). Lo
que hay entre medias de eso, hasta el epílogo que lo cierra todo y lo une con
“El señor de los anillos” es un mero relleno que se hace pesado, sobre todo la
inclusión de un personaje rastrero destinado a darle algo de humor a la
historia (y que desearías que le amputasen la cabeza en algún momento) y una
historia de amor sin consumar que saca la (peor) vena ñoña del bueno de Peter.
Pero insisto: algo sique habiendo entre ese barrullo digital vacío de sentido y
de épica en que se convierte el eje principal de este final de franquicia; por
ejemplo, en esa calma tensa de Azok buceando bajo el hielo mientras Thorin le
sigue con la mirada esperando a ver si se muere de una vez o ese águila
gigantesca que suelta un oso en mitad de la batalla para que se meriende a
cuanto orco pille por delante. El preámbulo a todo esto, sin embargo, se cae
como un castillo de naipes, pues la corrupción psicológica que trae consigo el
exceso de poder era un tema ya arduamente tratado en la trilogía anterior con
el rollo del anillo, con lo que verlo aquí suena a “autoplagio”. No me gustaría
terminar haciendo pensar al lector que no haya visto todavía el film que es una
pérdida total de tiempo. Por muchos motivos, empezando su espectacularidad conocida,
“La batalla de los cinco ejércitos” merece la pena de pagar una entrada de
cine. Pero quizás te siente mucho mejor… si esa entrada es del “día del
espectador”. Por que esa espectacularidad, como digo, es “conocida”… y ya no
sorprende.
Resumen: si las
dos anteriores entregas eran de lo más recomendable, no tanto por su fidelidad,
sino por su acierto a la hora de arrojarse directamente al lado más aventurero
y simpático del relato, con pinceladas de acertada épica, en “La batalla de los
cinco ejércitos” se produce un cambio radical y la épica trascendental deja
paso a muy poca aventura y simpatía. Y encima, descubrimos que su épica es tan
artificial como sus efectos especiales.
Mejorable: a la
mayoría les ha hecho mucha gracia esa escena final después de la batalla, con
Bilbo y Gandalf, donde el mago se fuma su pipa después de llorar a los
compañeros caídos. Pues diremos eso.
Mejorable: al
igual que en otras muchas producciones hollywodenses, “El Hobbit 3” cae en el
error de parecerse más a un videojuego que a una película de cine. Por un lado,
ese duelo al estilo “Final Fantasy” del “dream team” contra los nigromantes.
Por el otro, si antes ya habíamos señalado el “complejo Ethan Hunt” de Legolás…
¿qué decir ahora cuando le ves haciendo de “Super Mario”?
Parafraseando: el
bueno del señor Freeman le quiere tomar el pelo al viejo diablo de McKellen
haciéndole creer que perdió el anillo durante la batalla, a lo que éste
contesta: “Eres un buen hombre, señor Bolsón. Y te aprecio mucho. Pero sólo eres
un ser muy pequeño… en un mundo muy grande”.
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