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miércoles, 22 de marzo de 2017

Crítica de "SCREAM 2" (1997)


Año: 1997. Director: Wes Craven (“Vuelo nocturno”). Guión: Kevin Williamson (“Secuestrando a la Srta. Tingle”). Música: Marco Beltrami (compositor especializado en el género del terror autor de, por ejemplo, de la B.S.O de “Hellboy”). Intérpretes: Neve Campbell (“Juegos Salvajes”), David Arquette (“Nunca me han besado”), Courtney Cox (la serie “Cougar Town”), Jerry O´Connell (“Misión a Marte”), Sarah Michelle Gellar (“Crueles intenciones”), Liev Schreiber (el Dientes de Sable de “X-Men Orígenes: Lobezno”), Jada Pinkett (“Matrix Reloaded”), Timothy Olyphant (“Hitman”). Presupuesto: 24 millones de dólares. Recaudación: 172 millones. Premios: Neve Campbell ganó un premio MTV a la Mejor Interpretación Femenina.

Franquicia: lógicamente, la que nos ocupa es la secuela de la original “Scream” (ver crítica) de 1996, que sigue siendo a día de hoy la cinta de terror mas taquillera de todos los tiempos en USA. Después llegarían “Scream 3” (2000) y “Scream 4” (2011). Los hermanos Weinstein, productores de toda la franquicia, tenían previsto completar una segunda trilogía, pero la recaudación de la última cinta fue inferior a las expectativas generadas, por lo que la ficción viró hacia un nuevo rumbo con el estreno de una serie de televisión en la cadena MTV, cuyas dos primeras temporadas se emitieron en 2015 y 2016. Una tercera temporada ha sido confirmada para 2017, que constará de 6 nuevos capítulos y servirán de reinicio para la serie.


Sinopsis: Sidney Prescott y Randy Meeks, los supervivientes de la matanza de Woodsboro, intentan pasar página en su nueva vida como universitarios, pero el estreno de una película basada en su historia y el inicio de una serie de crímenes que apuntan a un imitador de “Ghostface” llevan de nuevo a su vida al ayudante del sheriff Dwight Riley y la periodista Gale Weathers, junto al anterior sospechoso puesto en libertad, Cotton Weary, los cuales por supuesto pasan a ser automáticamente posibles víctimas y verdugos en la nueva ola de asesinatos.


Crítica: “Les diré una cosa: será una excelente película”. Una de las cosas que me gustan del hip-hop es esa forma de referirse a su música como “el juego del rap”, por más que seguramente sea el estilo donde los cantantes (o MCs, en este caso) se expongan de manera más personal. Pero en esencia, no deja de ser un espectáculo para los demás. Un “juego”. Extrapolando eso al mundo del cine, los hay que piensan que están reinventando la rueda y los hay que, sencillamente, son conscientes de que forman parte de una maquinaria que lleva girando muchos años antes de que ellos apareciesen. “Scream 2” va un paso más allá en su concepción del “slasher” como una vía de contar su propia historia, y siendo ya artífices de toda una “fiebre revival” sobre el género, las meta-referencias y las autoparodias llegan al paroxismo con el estreno de “Puñalada”, una película dentro de la película que ficciona los supuestos hechos reales del film anterior, donde Tori Spelling acaba finalmente interpretando el papel de Sidney (tal y como la propia Neve Campbell vaticinaba en la cinta original), y la periodista a la que da vida Courtney Cox se ríe de su desnudo en internet asegurando que utilizaron su cabeza sobre una foto del cuerpo de su “friend” Jennifer Aniston, amén de las consabidas coñas sobre lo malas que son las segundas partes y los requisitos que debe tener toda secuela que se precie de serlo para triunfar (en resumidas cuentas: más muertes y más espectaculares). Un axioma que también justificaba “South Park” en su salto a la pantalla grande bajo el epígrafe de “Mejor, más grande y sin cortes”, que la película que nos toca podría firmar punto por punto excepto en lo de “sin cortes”, porque aquí de lo que se trata es precisamente de lo contrario. Craven y Williamson siguen volcando las tintas en la vertiente más “descubre al asesino” de la premisa argumental (lo que hace de la saga un curioso cruce entre “Scooby Doo” y las novelas de Agatha Christie), pero sin olvidar que hay un amplio sector del público sediento de sangre, por lo que ya forman parte también de su particular intra-historia la cruel e irónica muerte sin sentido del prólogo en el cine, y la de una Sarah Michelle Gellar pre-“Buffy” que no deja de ser una trasunta de la de Barrymore en la primera “Scream” pero donde se sustituye la sorpresa por el efectismo en pos de conseguir el mismo resultado.


Resumiendo: siempre que tenemos que hablar de una secuela (o de una tercera o cuarta o… parte de una saga) siempre está esa coletilla de “la primera era la mejor”. Consciente de ello, “Scream 2” ni siquiera se plantea entrar en ese debate y abraza su condición con sangriento descaro, precediendo a la fórmula actual de Hollywood de concebir cualquier estreno como el inicio de una fructífera franquicia. “Scream 2” es, por tanto, como “Scream”. No es “mejor”, pero es “más”. Y con eso lo dice todo.

Curiosidades: ya antes de que se le comprase el primer guión, Kevin Williamson había abocetado unos borradores de cinco páginas cada uno para dos secuelas, pensando que esto incrementaría sus opciones de que comprasen el primer guión, pues no estarían adquiriendo sólo una película, sino una posible franquicia. Ante el éxito de la original, Dimension Films dio luz verde a la secuela que hoy nos ocupa, pero con menos de un año entre el estreno de ambas, hubo un serio contratiempo cuando el guión entero se filtró por internet, lo que obligó a Williamson ha hacer constantes revisiones, e incluso el propio Craven tuvo que rodar algunas escenas tomando sus propias decisiones sobre lo que pasaba en la historia. En la secuencia inicial en el cine, hubo tantos extras que a los pocos días de su rodaje también lo que acontecía en la apertura del film se divulgó por las redes. Todo ello llevó a una nueva política de los estuios en general, y de “Scream 2” en particular, a firmar cláusulas de confidencialidad, amén de otro tipo de medidas como imprimir el guión en otro color para evitar ser fotocopiado, destruirlo después de haberlo usado, limitar el acceso del equipo al mismo o darle las separatas a los actores el mismo día de rodaje.


Memorable: la persecución a Gale y Dewey en la sala de cine y la tensión en el accidente de tráfico, cuando Sidney se ve obligada a pasar por encima de “Ghostface”, que puede despertarse en cualquier momento. Toda una lección que nos dejó el maestro, ya desaparecido, Wes Craven, de cómo hacerte estremecer sin necesidad de abusar de los ganchos de efecto o la sangre falsa.


Mejorable: el numerito de Jerry O´Connell (alias, el ex niño gordito de “Cuenta Conmigo”), cantando a lo Tom Cruise en “Top Gun” y que da más vergüenza ajena que otra cosa. Por cierto… ¿dónde demonios se ha vuelto a meter? Por aquella época O´Connell estuvo implicado en algunas producciones importantes como “Jerry Maguire” o “Misión a Marte”, pero lo cierto es que le he perdido la pista.



Parafraseando: todos pensamos lo mismo, pero afortunadamente están las “cheerladers” de la fraternidad para sacarnos de nuestro error: “Todos creen que las hermandades femeninas son centros de felación, pero no es cierto” “Sólo promocionamos el sexo seguro con condones. Vamos de amor, respeto y responsabilidad” “Aunque el estilo armónica se acepta, ¿verdad?”.

martes, 21 de febrero de 2017

Crítica de "SCREAM" (1996)


Año: 1996. Productora: Dimension Films. Director: Wes Craven (“Pesadilla en Elm Street”). Guión: Kevin Williamson (creador de series como “Dawson Crece”). Intérpretes: Neve Campbell (“Tango para tres”), David Arquette (“Arac Attack”), Courtney Cox (la Mónica Geller de “Friends”), Drew Barrymore (“E.T., el extraterrestre”), Skeet Ulrich (“Cabalgando con el diablo”), Matthew Lillard (“Scooby Doo”), Rose McGowan (“Planet Terror”). Presupuesto: 15 millones de dólares. Recaudación: 173 millones.

Franquicia: hasta la fecha, la cinta original ha dado lugar a tres secuelas, estrenadas en 1997, 2000 y 2011, y una serie de televisión emitida por MTV desde 2015. Además, se convirtió en referente generacional, dando lugar a todo tipo de homenajes, plagios y parodias. Sin ir más lejos, toda la franquicia de “spoof movies” tituladas “Scary Movie”, tienen su origen en el estreno de esta película.

Sinopsis: en la pequeña localidad de Woodsboro, en California, la tragedia asaltará de nuevo un año después del asesinato aún no resuelto de la madre de la joven Sidney Prescott. En esta ocasión, será el brutal crimen de una aluma del instituto y su novio a manos de un psicópata misterioso disfrazado de Ghostface quien pondrán en alerta al ayudante del sheriff, Dewey Riley, y llamará la atención de la periodista Gale Weathers. La propia Sidney parece ser el objetivo del asesino, y su novio Billie Loomin, uno de los principales sospechosos, aunque todo su círculo cercano pueden ser los culpables… y nadie está  a salvo de una puñalada mortal.

Crítica: “Yo no ncecesito ningún motivo. ¿Tenía Norman Bates algún motivo? ¿Descubrieron por qué Hannibal Lecter se comía a la gente? Resulta más escalofriante cuando no se tiene ningún motivo”. Muere Wes Craven, y con él uno de esos maestros que consagró su carrera al noble arte de hacérnoslo pasar mal en una pantalla grande (al igual que Hitchcock lo hiciese para con el suspense, Mel Brooks para la comedia o Michael Bay para los blockbuster hiper-vitaminados, para citar otros ejemplos de otros géneros). Momento tan bueno como cualquier otro para revisionar “Scream”, una de esas películas de culto que hemos visto cientos de veces y que podemos volver a ver sin prejuicio de “desgastarla”. En esta ocasión, el mérito de Craven fue prestarse al juego de las meta-referencias propuesto por el guionista Kevin Williamson, en una simbiosis que hacía décadas no se producía en Hellywood, desde aquellos gloriosos años donde realizador y dramaturgo trabajaban codo a codo en la máquina de escribir. A lo largo de todo el metraje hay chistes referidos al cine de Craven (al que incluso una d elas actrices llama “Wes Carpenter”, fusionando su nombre con el de otro genio del terror, John Carpenter), actualizando y dando una vuelta al género del “slasher”, con los protagonistas siendo conscientes de su condición de “clichés” dentro de la historia (lo que suscita otra novedad para las cintas de este tipo: el humor) y llevando hasta el extremo ese “juego del gato y el ratón” que siempre se establece entre los responsables del producto y el público que lo consume, que gran parte del metraje se lo pasan elucubrando sobre quién será realmente el asesino, lo que Craven y Williamson aprovechan para despistar constantemente con “pistas falsas”, personajes que desaparecen misteriosamente, otros con un pasado más que dudoso y etc. Williamson se destapa así como una de esas criaturas cinéfilas surgidas de la generación que consumía ávidamente todo lo que hubiera en los video-clubs y las reposiciones televisivas, en una educación enciclopédica del séptimo arte y la cultura popular equiparable, por ejemplo, a la de Quentin Tarantino. Esta primera entrega de “Scream” no sólo fue el inicio de su propia franquicia, sino el resurgir de todo el fenómeno “slasher”, con copias más o menos declaradas (“Sé lo que hicisteis el último verano”), y no sólo en Estados Unidos, sino en todo el mundo (en España, por ejemplo, “El arte de morir”, “Tuno negro”… o “Deep in the Woods” en Francia), e incluso parodias (toda la saga “Scary Movie”, título que curiosamente fue el primero que Williamson le dio al libreto de “Scream”, aunque los hermanos Weinstein lo cambiaron posteriormente). La mayoría de esas películas, no obstante, cayeron en el olvido (¿o es que acaso alguien tiene como preferidas a “Leyenda urbana” o “Un San Valentín de muerte”?), porque no conocían las “reglas” del cine de terror. Algo que sí era conocimiento de Wes Craven, de Kevin Williamson… y de los propios protagonistas de la película. “Ciertas reglas deben seguirse para poder sobrevivir con éxito en una película de terror. Por ejemplo, número uno: no practicar el sexo”.

Resumiendo: una de las primeras cosas que se aprenden cuando intestas escribir algo (da igual lo que sea) es que tienes que saber de lo que estás hablando. No puedes escribir sobre cómo es la vida de una mujer en Japón si nunca has vivido allí ni usas sujetador (esto tampoco quiere decir que no puedas hacerlo, pero necesitas “informarte”… sobre todo en lo de los sujetadores). Este axioma es frecuentemente ninguneado por los ejecutivos de Hollywood, que alegremente presumen de producir películas para adolescentes… sin saber lo que eso significa. Craven, con cincuenta tacos ya cumplidos, supo valerse de un talentoso Williamson que venía con ideas frescas para poder “hablar” de tú a tú con los chavales de la Mtv y el periodismo sensacionalista. Esos chavales que enseguida encuentran la única explicación lógica (para ellos) del por qué Jamie Lee Curtis no enseñó las tetas hasta ser famosa: “Hasta entonces no podía pagarse unas decentes”. Y es que en el fondo, todo es cuestión de tetas. Puede parecer estúpido, pero esta serie de chascarrillos pensados más desde el punto de vista femenino, ayudaron a acercar a dicho público el “slasher”, un género que por su violencia y escenas de desnudo gratuitas se había convertido en un reducto “de chicos”.

Memorable: el golpe de efecto perfecto con el que empieza todo es el prólogo de Drew Barrymore, una de las muertes más famosas de la historia del cine.”¿Te gustan las películas de miedo?”. Ah, bueno, y el cameo de Freddy Krueger como conserje de instituto. Tronchante.

Mejorable: que con el paso de los años se la haya metido en “el mismo saco” que alguna de esas otras producciones de serie B que mencionaba en el apartado de “Crítica”.


Parafraseando: otro de sos chistes escritos expresamente para su target, a costa de la “enchufada” de “Beverly Hills 90210: Sensación de vivir”: “Eh Sidney, si hacen una película sobre ti… ¿quién te interpretaría?” “Tiemblo sólo de pensarlo” “Te veo como una joven Meg Ryan, personalmente” “Gracias. Con mi suerte le darían el papel a Tori Spelling”.