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martes, 18 de abril de 2017

Crítica de "TESIS" (1996)


Año: 1996. Dirigida por: Alejandro Amenábar (en su debut como realizador). Guión: el propio Amenábar junto a su amigo Mateo Gil. Producida por: José Luis Cuerda (también director de, por ejemplo, “La lengua de las mariposas”). Música: también Amenábar. Intérpretes: Ana Torrent (“El espíritu de la colmena”), Fele Martínez (“El arte de morir”), Eduardo Noriega (“Nadie conoce a nadie”… ver crítica), Xabier Elorriaga (“Acantilado”), Nieves Herranz (los cortos “Himenóptero” y “Luna”), Miguel Picazo (también director, por ejemplo, de “La tía Tula”). Presupuesto: 116 millones (de las antiguas pesetas).


Premios: arrasó en los Goya, consiguiendo 7 de los ocho galardones a los que estaba nominada, incluyendo Mejor Película, Director Novel, Guión Original y Actor Revelación (Martínez). El único que no se llevó a casa fue el de Actriz Protagonista, para Torrent, que acabó en manos de Emma Suárez por “El perro del hortelano”.


Sinopsis: preparando su tesis de final de carrera, Ángela le pide ayuda a uno de sus profesores para conseguir películas que, por su crudeza visual, no hayan llegado a emitirse por televisión. Al día siguiente, la joven encuentra al susodicho muerto como consecuencia de un grave ataque de asma, y da por hecho que fue por una cinta que estaba visionando. De esta manera, Ángela se queda la cinta y acaba pidiendo consejo a Chema, un compañero de clase con gustos raros y un poco antisocial. Juntos, descubren que el vídeo es una grabación snuff donde se ve cómo torturan y matan a Vanesa, una estudiante desaparecida dos años atrás. ¿El principal sospechoso? Es Bosco, un misterioso chico del que Ángela no podrá evitar enamorarse.


Crítica: “Me llamo Ángela y me van a matar”. Qué buena es esta puta película. Uno de los indicios más claros sobre el inexorable paso del tiempo es ver cómo algunas de tus películas preferidas van cumpliendo años. En el caso de “Tesis” con ni más ni menos que 21. El cine, como arte, es uno de los que más se devalúan con este pasar del tiempo, pero no es, ni de lejos, el caso de la que nos ocupa, que he podido disfrutar una docena de veces desde que la descubrí y siempre con a misma intensidad. Y digo bien: “descubrí”. Cuando se estrenó en cines, yo apenas tenía quince años. Ya por entonces era un cinéfilo, pero tendía a pensar (como por desgracia lo siguen haciendo muchos hoy en día) que no había nada realmente interesante en nuestra producción autóctona. Unos amigos fueron al cine a ver “Abre los ojos”, el segundo largometraje de Amenábar, y salieron de la proyección extasiados, repitiéndome una y otra vez que tenía que ver esa cinta. Tuve que esperar, no obstante, a que la editasen meses después para su alquiler en videoclubs, y aún recuerdo las pocas expectativas con las que la vi. En otro momento, me explayaré más sobre aquella, pero sólo apuntar que “Abre los ojos” fue la película que me terminó de convencer para dedicarme profesionalmente a la interpretación. Literalmente, me cambió la vida. Los mismos amigos me insistieron para que viese “Tesis”, película anterior del director de la que ni siquiera había oído hablar. No tardé ni 24 horas en hacerlo. Me quedé sin palabras. Era tan buena que casi me hizo llorar. Era vibrante, ingeniosa, jugaba sus cartas como pocas y, en líneas generales, era una perfecta maquinaria bien engrasada, con un domino del “tempo” narrativo encomiable y unos diálogos inteligentes y naturales. En muchos aspectos, “Tesis” no sólo cambió mi vida, sino también gran parte de la mal llamada “industria” patria, que vio claramente que no sólo podían emular lo que importábamos por mera displicencia… sino que había un público dispuesto a consumir esas historias. Significativo es el discurso que el propio Amenábar hace a este respecto en boca de uno de sus personajes, toda una bofetada sin manos al “ombliguismo” en el que habíamos sucumbido. Sin duda, el debut más esperanzador y arrollador de nuestra cinematografía. Reivindicable, empero, no sólo por todo lo anteriormente apuntado, sino también como simple entretenimiento porque… a fe que lo es. “Una palabra más… y me estrello”.


Resumiendo: “Tesis” fue la llamada a la puerta que nos indicó que los tiempos, como cantaba Dylan, estaban cambiando. ¿No lo hacen constantemente? El buen momento que vive hoy en día nuestro género del thriller quizás empezó con ella. Era el rock and roll necesario y reivindicativo que venía a remover un poco el cotarro y hacer ruido, con el descaro propio de la juventud y la valentía de quien no tiene nada que perder… y en cambio todo por ganar. Si no la has visto, voy a hacerte el mismo favor que en su día hicieron conmigo: “¡Hazlo de una puta vez!”.


Memorable: el descubrimiento de Fele Martínez y su carisma arrollador que traspasa la pantalla. Y eso que éste era su primer trabajo “profesional”. Uno de los ejemplos más claros de cómo convertirse en estrella. Una lástima que en los últimos tiempos parezca más acomodado que otra cosa, concatenando producciones televisivas en los que ejerce como secundario.


Mejorable: por el año en el que se estrenó, muchos quisieron restarle méritos diciendo que era una suerte de “slasher” al uso, como un remedo de la “Scream” de Wes Craven que tanto bien y mal hizo por el género. Nada que ver. Si bien el uso de los golpes de efecto y la banda sonora se pueden considerar similares a los empleados en ese tipo de películas, el resultado final se encuentra en puntos equidistantes.


Curiosidades: Nieves Herranz, que en la película interpreta a la hermana pequeña de la protagonista, era compañera de Amenábar en la facultad de Ciencias de la Información donde ambos estudiaban. Junto habían participado en los dos cortos previos del realizador, “Himenóptero” y “Luna”, donde Eduardo Noriega participó como coprotagonista del segundo. El caso es que el padre de Nieves conocía al realizador José Luis Cuerda y consiguió que éste accediese a ver dichos trabajos. Impresionado por ambos, Cuerda contactó con Amenábar y le preguntó si no tendría ninguna idea para hacer un proyecto más largo. El resto, como suele decirse… es historia.




Parafraseando: hay muchos diálogos que para mí son inolvidables. Pero me voy a quedar con el monólogo final de Noriega (otro que está que se sale en su primer papel importante), recitando con naturalidad lo que está a punto de hacerle a su víctima: “Bueno, te cuento un poco lo que vamos a hacer. Primero te voy a golpear en la cabeza durante un rato. Cuando pierdas el conocimiento dejo que te recuperes. Luego te machaco los brazos y las piernas. Después te mutilo… pero aún no sé el qué. Esas cosas las improviso sobre la marcha. Si por ejemplo te corto una mano, te la puedo poner en la cabeza, como si fuese una diadema. Esas mariconadas dan mucho juego. Puedo hacer que te comas tu propia oreja. Incluso si me lo curro, puedo sacarte las tripas sin que te mueras. Acojona, ¿eh? Ángela, mírame… ¿A que acojona?”.

martes, 21 de febrero de 2017

Crítica de "SCREAM" (1996)


Año: 1996. Productora: Dimension Films. Director: Wes Craven (“Pesadilla en Elm Street”). Guión: Kevin Williamson (creador de series como “Dawson Crece”). Intérpretes: Neve Campbell (“Tango para tres”), David Arquette (“Arac Attack”), Courtney Cox (la Mónica Geller de “Friends”), Drew Barrymore (“E.T., el extraterrestre”), Skeet Ulrich (“Cabalgando con el diablo”), Matthew Lillard (“Scooby Doo”), Rose McGowan (“Planet Terror”). Presupuesto: 15 millones de dólares. Recaudación: 173 millones.

Franquicia: hasta la fecha, la cinta original ha dado lugar a tres secuelas, estrenadas en 1997, 2000 y 2011, y una serie de televisión emitida por MTV desde 2015. Además, se convirtió en referente generacional, dando lugar a todo tipo de homenajes, plagios y parodias. Sin ir más lejos, toda la franquicia de “spoof movies” tituladas “Scary Movie”, tienen su origen en el estreno de esta película.

Sinopsis: en la pequeña localidad de Woodsboro, en California, la tragedia asaltará de nuevo un año después del asesinato aún no resuelto de la madre de la joven Sidney Prescott. En esta ocasión, será el brutal crimen de una aluma del instituto y su novio a manos de un psicópata misterioso disfrazado de Ghostface quien pondrán en alerta al ayudante del sheriff, Dewey Riley, y llamará la atención de la periodista Gale Weathers. La propia Sidney parece ser el objetivo del asesino, y su novio Billie Loomin, uno de los principales sospechosos, aunque todo su círculo cercano pueden ser los culpables… y nadie está  a salvo de una puñalada mortal.

Crítica: “Yo no ncecesito ningún motivo. ¿Tenía Norman Bates algún motivo? ¿Descubrieron por qué Hannibal Lecter se comía a la gente? Resulta más escalofriante cuando no se tiene ningún motivo”. Muere Wes Craven, y con él uno de esos maestros que consagró su carrera al noble arte de hacérnoslo pasar mal en una pantalla grande (al igual que Hitchcock lo hiciese para con el suspense, Mel Brooks para la comedia o Michael Bay para los blockbuster hiper-vitaminados, para citar otros ejemplos de otros géneros). Momento tan bueno como cualquier otro para revisionar “Scream”, una de esas películas de culto que hemos visto cientos de veces y que podemos volver a ver sin prejuicio de “desgastarla”. En esta ocasión, el mérito de Craven fue prestarse al juego de las meta-referencias propuesto por el guionista Kevin Williamson, en una simbiosis que hacía décadas no se producía en Hellywood, desde aquellos gloriosos años donde realizador y dramaturgo trabajaban codo a codo en la máquina de escribir. A lo largo de todo el metraje hay chistes referidos al cine de Craven (al que incluso una d elas actrices llama “Wes Carpenter”, fusionando su nombre con el de otro genio del terror, John Carpenter), actualizando y dando una vuelta al género del “slasher”, con los protagonistas siendo conscientes de su condición de “clichés” dentro de la historia (lo que suscita otra novedad para las cintas de este tipo: el humor) y llevando hasta el extremo ese “juego del gato y el ratón” que siempre se establece entre los responsables del producto y el público que lo consume, que gran parte del metraje se lo pasan elucubrando sobre quién será realmente el asesino, lo que Craven y Williamson aprovechan para despistar constantemente con “pistas falsas”, personajes que desaparecen misteriosamente, otros con un pasado más que dudoso y etc. Williamson se destapa así como una de esas criaturas cinéfilas surgidas de la generación que consumía ávidamente todo lo que hubiera en los video-clubs y las reposiciones televisivas, en una educación enciclopédica del séptimo arte y la cultura popular equiparable, por ejemplo, a la de Quentin Tarantino. Esta primera entrega de “Scream” no sólo fue el inicio de su propia franquicia, sino el resurgir de todo el fenómeno “slasher”, con copias más o menos declaradas (“Sé lo que hicisteis el último verano”), y no sólo en Estados Unidos, sino en todo el mundo (en España, por ejemplo, “El arte de morir”, “Tuno negro”… o “Deep in the Woods” en Francia), e incluso parodias (toda la saga “Scary Movie”, título que curiosamente fue el primero que Williamson le dio al libreto de “Scream”, aunque los hermanos Weinstein lo cambiaron posteriormente). La mayoría de esas películas, no obstante, cayeron en el olvido (¿o es que acaso alguien tiene como preferidas a “Leyenda urbana” o “Un San Valentín de muerte”?), porque no conocían las “reglas” del cine de terror. Algo que sí era conocimiento de Wes Craven, de Kevin Williamson… y de los propios protagonistas de la película. “Ciertas reglas deben seguirse para poder sobrevivir con éxito en una película de terror. Por ejemplo, número uno: no practicar el sexo”.

Resumiendo: una de las primeras cosas que se aprenden cuando intestas escribir algo (da igual lo que sea) es que tienes que saber de lo que estás hablando. No puedes escribir sobre cómo es la vida de una mujer en Japón si nunca has vivido allí ni usas sujetador (esto tampoco quiere decir que no puedas hacerlo, pero necesitas “informarte”… sobre todo en lo de los sujetadores). Este axioma es frecuentemente ninguneado por los ejecutivos de Hollywood, que alegremente presumen de producir películas para adolescentes… sin saber lo que eso significa. Craven, con cincuenta tacos ya cumplidos, supo valerse de un talentoso Williamson que venía con ideas frescas para poder “hablar” de tú a tú con los chavales de la Mtv y el periodismo sensacionalista. Esos chavales que enseguida encuentran la única explicación lógica (para ellos) del por qué Jamie Lee Curtis no enseñó las tetas hasta ser famosa: “Hasta entonces no podía pagarse unas decentes”. Y es que en el fondo, todo es cuestión de tetas. Puede parecer estúpido, pero esta serie de chascarrillos pensados más desde el punto de vista femenino, ayudaron a acercar a dicho público el “slasher”, un género que por su violencia y escenas de desnudo gratuitas se había convertido en un reducto “de chicos”.

Memorable: el golpe de efecto perfecto con el que empieza todo es el prólogo de Drew Barrymore, una de las muertes más famosas de la historia del cine.”¿Te gustan las películas de miedo?”. Ah, bueno, y el cameo de Freddy Krueger como conserje de instituto. Tronchante.

Mejorable: que con el paso de los años se la haya metido en “el mismo saco” que alguna de esas otras producciones de serie B que mencionaba en el apartado de “Crítica”.


Parafraseando: otro de sos chistes escritos expresamente para su target, a costa de la “enchufada” de “Beverly Hills 90210: Sensación de vivir”: “Eh Sidney, si hacen una película sobre ti… ¿quién te interpretaría?” “Tiemblo sólo de pensarlo” “Te veo como una joven Meg Ryan, personalmente” “Gracias. Con mi suerte le darían el papel a Tori Spelling”.

lunes, 20 de febrero de 2017

Crítica de "Abierto hasta el amanecer" (1996)


Año: 1996. Director: Robert Rodríguez (“Sin City”). Guión: Quentin Tarantino (“Malditos bastardos”). Intérpretes: George Clooney (“ER/Urgencias”), Quentin Tarantino, Harvey Keitel (“Malas calles”), Juliette Lewis (“Asesinos natos”), Salma Hayek (“Frida”), Cheech Marín (“Machete”), Danny Trejo (“Desperado”). Presupuesto: 19 millones de dólares. Recaudación: 25 millones.

Franquicia: la película dio paso al film documental “Full Tilt Boogie” (1997), que seguía el proceso de rodaje de la cinta original, y dos secuelas, “Texas Blood Money” (1998) y “La hija del verdugo” (1999), amén de una serie de televisión emitida desde 2014, y un videojuego. Ninguna de las continuaciones, sin embargo, contaba ya ni con Tarantino ni Clooney, y sólo Rodríguez permanecía como productor ejecutivo. Una cuarta película estuvo en desarrollo en 200, sin que finalmente llegase a ver la luz.

Sinopsis: los hermanos Seth y Richard Gecko han conseguido eludir a la justicia y se dirigen a El Paso, más allá de la frontera mexicana, para disfrutar de su botín. Pero para conseguir cruzar hasta México no tendrán más remedio que retener al pastor Jacob Fuller y sus dos hijos. El particular grupo llega hasta “Teta Enroscada” (“Titty Twisted”), un tugurio de mala muerte en mitad del desierto que, sin ellos saberlo, es un nido de vampiresas.

Entre amigos: desde que se conocieron cuando ambos presentaban en los festivales sus respectivos debuts, Rodríguez y Tarantino se hicieron amigos hasta el punto de que años después rodaron el proyecto conjunto “Grindhouse”. Tarantino se pasó todo el rodaje metiéndose con Clooney, quien previamente había rechazado uno de los papeles principales de “Reservoir Dogs”. En dicho film, ejercía de cabeza de cartel y productor ejecutivo Harvey Keitel, que aquí repite, en este caso como sacerdote renegado. Lewis, por su parte, fue protagonista de los “Asesinos natos” de Oliver Stone, uno de los primeros guiones de Tarantino. Por último, tanto Hayek como Trejo y Marín son habituales de la firlmografía del realizador chicano. Igualmente, el ranger de Texas Earl McGray, al que interpreta Michael Parks, repite en varias películas de ambos directores. La película entera está llena de guiños cinéfilos auto.referenciales.

Crítica: “¿Qué es esto?” “Se llama puñetazo”. Rodríguez, en realidad, siempre quiso ser un realizador de serie B o Z. idolatraba al John Carpenter de “Asalto a la comisaría del distrito 13” o “Rescate en Nueva York” y quizás el éxito de su película casera, “El mariachi”, elevó demasiado las expectativas de las “majors” de Hollywood. Consciente de ello, de que su segunda película podía hacerle caer de un golpetazo desde el pedestal al que le habían subido, se apresuró a comprometerse en varios proyectos que incluían la secuela “Desperado”, un episodio de la película a cuatro manos “Four Rooms” y la que hoy nos ocupa. Ésta “From Dusk Till Down”, aunque muchos no lo saben, fue una petición expresa de la empresa que realizó los efectos visuales, ya que querían darse a conocer en Hollywood. Tarantino les escribió el guión y Rodríguez dijo: “¿Por qué no?”. De ahí viene la parte más criticada del film, que parece romperse (y caer en la casquería más vulgar) en su tramo final, que venía impusto por contrato. Pero “Abierto hasta el amanecer” es una película lapidaria que se ha convertido en objeto de culto con el paso de los años, desde el tatuaje tribal de Clooney hasta el baile erótico con la boa que tanto han repetido las strippers de todo el mundo. Prueba, además, de la energía con la que desembarcaron Rodríguez & Tarantino, con ese demoledor prólogo marca de la casa y el travelling posterior con el coche en movimiento con una imagen insertada donde descubrimos a la cajera de supermercado metida en el maletero. Todo ello, con un Clooney en plan estrella, jugándosela con este regreso al cine tras haber protagonizado algunos bodrios en su juventud, previos a su éxito televisivo. Para otro día dejaremos el análisis de la productora Dimension Films, que sobre todo durante los noventa, se especializó en subproductos que dieron más de un braguetazo en la taquilla. “Bienvenido a la esclavitud” “No, gracias… Ya he estado casado”.

Resumiendo: en el largo tiempo que transcurrió entre la realización de “Jackie Brown” y “Kill Bill”, Tarantino se dedicó a ver muchas películas de todas las partes del mundo, engancharse a series de televisión y escribir distintos borradores. Él justificaba su inactividad aduciendo que quería “mantenerse fresco” y que cada película fuese realmente un acontecimiento. Una frescura que muchos se atrevieron a decir que había perdido tras el visionado de la mencionada adaptación de la novela de Elmore Leonard. ¡Qué ilusos! “Abierto hasta el manecer”, no obstante, se encuentra dentro de sus primeros trabajos como profesional en Hollywood y habla mucho de esa “frescura” a la que hace alusión el cineasta: está llena de momentos brillantes, originales, contundentes… y también algo inmaduros, por qué no decirlo. Sin ser “perfecta”, hoy en día es una cinta de culto imperecedera. Que ya es decir.

Memorable: una banda sonora con temas sensuales y contundentes. Lo del grupo Tito & Tarántula convertidos en vampiros y tocando una guitarra fabricada con un cuerpo humano… muy friki.

Mejorable: ¿qué más se recuerda de esta película que todavía no se haya mencionado? En efecto, el monólogo de Cheech sobre los tipos de chochos que podrán encontrarse en el local. Eso, y algunos diálogos un tanto racistas sobre los retrasados mentales o los asiáticos.


Parafraseando: huérfana de toda su familia, al final de la aventura Kate pregunta a Seth si puede acompañarle hasta El Paso. Éste se niega, rotundo, soltando uno de esos chascarrillos que te hacen pasar a la historia del cine y convierten a tu personaje en un icono: “Puede que sea un cabrón… pero no soy un puto cabrón”.

miércoles, 1 de febrero de 2017

Crítica de "SLEEPERS" (1996)


Año: 1996. Escrita, producida y dirigida por: Barry Levinson (“Rain Man”). Basada en: la novela homónima de Lorenzo Carcaterra. Música: John Williams. Intérpretes: Jason Patric (“Speed 2”), Brad Pitt (“Seven”), Billy Cudrup (“Casi famosos”), Robert De Niro (“Toro salvaje”), Dustin Hoffman (“El graduado”), Kevin Bacon (“El ultimo escalón”), Minnie Driver (“El indomable Will Hunting”), Brad Renfro (“El cliente”), Vittorio Gassman (“La escapada”), Jeffrey Donovan (“J. Edgar”). Presupuesto: 44 millones de dólares. Recaudación: 165 millones.

Sinopsis: cuatro adolescentes del neoyorquino barrio de Hell´s Kitchen son llevados a un correccional en la década de 1960 tras cometer una travesura que termina fatalmente. Allí, sufrirán maltratos tanto física como mental y sexualmente. Años después, dos de los chicos, convertidos en matones de la mafia, encontrarán al cabecilla de los guardias que abusaron de ellos siendo niños, y le asesinarán a sangre fría en un restaurante. A priori, tras ser detenidos, se les presenta un juicio rápido que dará con sus huesos en la cárcel o en la silla eléctrica. Pero sus otros dos amigos verán la oportunidad perfecta para vengarse por lo sucedido en el pasado.

Crítica: hay ocasiones en las que, simplemente, los elementos artísticos y técnicos de una película confluyen para dar un resultado brillante. No sé si definirla como una “película generacional”, pero para mí desde luego lo es, quizás porque cuando la vi por primera vez tenía más o menos la edad de los protagonistas en las secuencias ambientadas en los sesenta, y sobre todo lo narrado en dicha parte del metraje me sobrecogió de manera directa. Desde entonces, la he visto media docena de veces, y siempre me deja ese regusto agridulce en mi paladar cinéfilo: “agrio” por lo crudo de lo que cuenta pero “dulce” por haber asistido a una exhibición de cine en mayúsculas. Sorprendentemente, a día de hoy (veinte años después de su estreno, amigos) está bastante olvidada e incluso ninguneada, con una serie de críticas que he ojeado por la red bastante negativas y que subrayan comúnmente los siguientes defectos: la sosa interpretación de Jason Patric, la narrativa lenta y la inconveniencia de un (para algunos) “happy ending”, a tenor de lo que acontece en la historia. También señalan la discutible veracidad de los hechos que supuestamente retrata, algo que ni siquiera me planteo cuestionar porque no creo que tenga incidencia en su meritoria artística, igual que no me cuestiono si el futuro será algún día el que hemos visto en la saga de “Terminator”. Muchas veces, cuando te dedicas a esto de reseñar una propuesta de entretenimiento, llegas a la conclusión de que el veredicto sólo debería contestar a si el objeto de la crítica cumple su cometido de despertar tu atención o fracasa estrepitosamente. No creo que haya nadie, en el caso de “Sleepers”, que sienta desapego a lo que está sucediendo en pantalla. Cuanto menos, quieres saber cómo acaba todo. La dirección sobria de Levinson consigue sin estridencias que todas las escenas en el reformatorio sean escalofriantes (en especial, esos “travelling outs” adentrándonos en el lóbrego sótano), con esa paleta monocromática en la fotografía, tan azul como la gélida mirada de un Kevin Bacon que está, sencillamente, en el mejor papel de su carrera; un villano de sonrisa torcida al que deseas, literalmente, la muerte. Y cuando esta se produce, te hace saltar de la silla y aplaudir de un modo tal que sólo recuerdo con el Michael Madsen de “Reservoir Dogs” (Quentin Tarantino, 1992). Si a eso le sumas la excelente dirección de actores (con un Hoffman patéticamente perfecto, un Gassman que seduce a la cámara y un De Niro que aún no había tirado la toalla), y el retrato de la Cocina del Infierno, similar al reflejado precisamente por “el padre Bobby” en “Una historia del Bronx” (“A Brox Tale”, 1993), creo que poco más se puede decir. Salvo, por supuesto… que pasen, vean… y juzguen por ustedes mismos.

Memorable: la banda sonora de John Williams (nominado por su desempeño para los Oscar), acompañada a su vez por una selección de temas musicales de la década de los 60 que te sitúan en el contexto de manera automática.

Mejorable: nunca he entendido la inquina contra Jason Patric. Vale, sí… el tipo no va a pasar a la historia en esto del séptimo arte. Pero, si tan sólo esto no es ya suficiente castigo… os recuerdo que salió con Julia Roberts. “Quitándosela”, además, a uno de sus mejores amigos, Kiefer Sutherland. Hay que entenderle.


Parafraseando: aunque no es antológico el duelo interpretativo que podría haber sido tener a De Niro y Hoffman juntos en escena, lo de Gassman y Dustin en plan ·roba-escenas” es de traca: “¿Qué quiere que haga?” “Escuche: le van a dar las preguntas. Y las respuestas. Lo único que tiene que hacer es leer. Sabe leer, ¿verdad?” “A veces” “Procure no cambiarlo. No beba. Y sobre todo no pierda” “¿Y qué pasa si pierdo?” “Que irá directo a una larga siesta”