Año: 1996.
Productora: Dimension Films. Director: Wes Craven (“Pesadilla en Elm Street”).
Guión: Kevin Williamson (creador de series como “Dawson Crece”). Intérpretes:
Neve Campbell (“Tango para tres”), David Arquette (“Arac Attack”), Courtney Cox
(la Mónica Geller de “Friends”), Drew Barrymore (“E.T., el extraterrestre”),
Skeet Ulrich (“Cabalgando con el diablo”), Matthew Lillard (“Scooby Doo”), Rose
McGowan (“Planet Terror”). Presupuesto: 15 millones de dólares. Recaudación:
173 millones.
Franquicia: hasta
la fecha, la cinta original ha dado lugar a tres secuelas, estrenadas en 1997,
2000 y 2011, y una serie de televisión emitida por MTV desde 2015. Además, se
convirtió en referente generacional, dando lugar a todo tipo de homenajes,
plagios y parodias. Sin ir más lejos, toda la franquicia de “spoof movies”
tituladas “Scary Movie”, tienen su origen en el estreno de esta película.
Sinopsis: en la pequeña
localidad de Woodsboro, en California, la tragedia asaltará de nuevo un año
después del asesinato aún no resuelto de la madre de la joven Sidney Prescott.
En esta ocasión, será el brutal crimen de una aluma del instituto y su novio a
manos de un psicópata misterioso disfrazado de Ghostface quien pondrán en
alerta al ayudante del sheriff, Dewey Riley, y llamará la atención de la
periodista Gale Weathers. La propia Sidney parece ser el objetivo del asesino,
y su novio Billie Loomin, uno de los principales sospechosos, aunque todo su
círculo cercano pueden ser los culpables… y nadie está a salvo de una puñalada mortal.
Crítica: “Yo no
ncecesito ningún motivo. ¿Tenía Norman Bates algún motivo? ¿Descubrieron por
qué Hannibal Lecter se comía a la gente? Resulta más escalofriante cuando no se
tiene ningún motivo”. Muere Wes Craven, y con él uno de esos maestros que
consagró su carrera al noble arte de hacérnoslo pasar mal en una pantalla
grande (al igual que Hitchcock lo hiciese para con el suspense, Mel Brooks para
la comedia o Michael Bay para los blockbuster hiper-vitaminados, para citar
otros ejemplos de otros géneros). Momento tan bueno como cualquier otro para
revisionar “Scream”, una de esas películas de culto que hemos visto cientos de
veces y que podemos volver a ver sin prejuicio de “desgastarla”. En esta
ocasión, el mérito de Craven fue prestarse al juego de las meta-referencias
propuesto por el guionista Kevin Williamson, en una simbiosis que hacía décadas
no se producía en Hellywood, desde aquellos gloriosos años donde realizador y
dramaturgo trabajaban codo a codo en la máquina de escribir. A lo largo de todo
el metraje hay chistes referidos al cine de Craven (al que incluso una d elas
actrices llama “Wes Carpenter”, fusionando su nombre con el de otro genio del
terror, John Carpenter), actualizando y dando una vuelta al género del
“slasher”, con los protagonistas siendo conscientes de su condición de
“clichés” dentro de la historia (lo que suscita otra novedad para las cintas de
este tipo: el humor) y llevando hasta el extremo ese “juego del gato y el
ratón” que siempre se establece entre los responsables del producto y el
público que lo consume, que gran parte del metraje se lo pasan elucubrando
sobre quién será realmente el asesino, lo que Craven y Williamson aprovechan
para despistar constantemente con “pistas falsas”, personajes que desaparecen
misteriosamente, otros con un pasado más que dudoso y etc. Williamson se
destapa así como una de esas criaturas cinéfilas surgidas de la generación que consumía
ávidamente todo lo que hubiera en los video-clubs y las reposiciones
televisivas, en una educación enciclopédica del séptimo arte y la cultura
popular equiparable, por ejemplo, a la de Quentin Tarantino. Esta primera
entrega de “Scream” no sólo fue el inicio de su propia franquicia, sino el
resurgir de todo el fenómeno “slasher”, con copias más o menos declaradas (“Sé
lo que hicisteis el último verano”), y no sólo en Estados Unidos, sino en todo
el mundo (en España, por ejemplo, “El arte de morir”, “Tuno negro”… o “Deep in
the Woods” en Francia), e incluso parodias (toda la saga “Scary Movie”, título
que curiosamente fue el primero que Williamson le dio al libreto de “Scream”,
aunque los hermanos Weinstein lo cambiaron posteriormente). La mayoría de esas
películas, no obstante, cayeron en el olvido (¿o es que acaso alguien tiene
como preferidas a “Leyenda urbana” o “Un San Valentín de muerte”?), porque no
conocían las “reglas” del cine de terror. Algo que sí era conocimiento de Wes
Craven, de Kevin Williamson… y de los propios protagonistas de la película.
“Ciertas reglas deben seguirse para poder sobrevivir con éxito en una película
de terror. Por ejemplo, número uno: no practicar el sexo”.
Resumiendo: una
de las primeras cosas que se aprenden cuando intestas escribir algo (da igual
lo que sea) es que tienes que saber de lo que estás hablando. No puedes
escribir sobre cómo es la vida de una mujer en Japón si nunca has vivido allí
ni usas sujetador (esto tampoco quiere decir que no puedas hacerlo, pero
necesitas “informarte”… sobre todo en lo de los sujetadores). Este axioma es
frecuentemente ninguneado por los ejecutivos de Hollywood, que alegremente
presumen de producir películas para adolescentes… sin saber lo que eso
significa. Craven, con cincuenta tacos ya cumplidos, supo valerse de un
talentoso Williamson que venía con ideas frescas para poder “hablar” de tú a tú
con los chavales de la Mtv y el periodismo sensacionalista. Esos chavales que
enseguida encuentran la única explicación lógica (para ellos) del por qué Jamie
Lee Curtis no enseñó las tetas hasta ser famosa: “Hasta entonces no podía
pagarse unas decentes”. Y es que en el fondo, todo es cuestión de tetas. Puede
parecer estúpido, pero esta serie de chascarrillos pensados más desde el punto
de vista femenino, ayudaron a acercar a dicho público el “slasher”, un género
que por su violencia y escenas de desnudo gratuitas se había convertido en un
reducto “de chicos”.
Memorable: el
golpe de efecto perfecto con el que empieza todo es el prólogo de Drew
Barrymore, una de las muertes más famosas de la historia del cine.”¿Te gustan
las películas de miedo?”. Ah, bueno, y el cameo de Freddy Krueger como conserje
de instituto. Tronchante.
Mejorable: que
con el paso de los años se la haya metido en “el mismo saco” que alguna de esas
otras producciones de serie B que mencionaba en el apartado de “Crítica”.
Parafraseando:
otro de sos chistes escritos expresamente para su target, a costa de la
“enchufada” de “Beverly Hills 90210: Sensación de vivir”: “Eh Sidney, si hacen una película
sobre ti… ¿quién te interpretaría?” “Tiemblo sólo de pensarlo” “Te veo como una
joven Meg Ryan, personalmente” “Gracias. Con mi suerte le darían el papel a
Tori Spelling”.
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