Año: 2004. Basada en:
las historias del personaje creadas por Mike Mignola para el sello “Legend” de
Dark Horse, especialmente “Semilla de destrucción”.Director: Guillermo del Toro
(“El espinazo del diablo”). Intérpretes:
Ron Perlman (Clay Morrow en “Hijos de la Anarquía”), John Hurt (“Alien, el
octavo pasajero”), Selma Blair (“Crueles intenciones”), Rupert Evans (“Ágora”),
Karel Roden (“RocknRolla”), Jeffrey Tambor (la serie “Transparente”), Doug
Jones (el Silver Surfer de “Los 4 Fantásticos”). Presupuesto: 66 millones de
dólares. Recaudación: 99,3 millones.
Franquicia: en
2008, los mismos responsables (pero con cambio de productora, eso sí),
estrenaron “El ejército dorado”, la segunda parte de una trilogía que Guillermo
del Toro siempre ha soñado con cerrar. Perlman, además, volvió a aparecer en
una cinta del realizador mexicano, con un breve papel en “Pacific Rim”. La negativa
de Del Toro a dirigir la secuela de aquella, que ya está en pleno rodaje, nos
hicieron pensar a todos que había optado por poner en marcha definitivamente “Hellboy
3”, pero en unas declaraciones recientes aseguró que se había reunido con Mike
Mignola para plantear las bases de un final cinematográfico y no llegaron a un
acuerdo, de manera que tendremos que seguir esperando.
Sinopsis: en
1944, el futuro profesor Trevor Bruttenholm y un grupo de aliados consiguen
frustrar los planes de Rasputín y el ejército nazi, quienes pretenden abrir un
portal a otra dimensión demoníaca. Sin embargo, la brecha permanece abierta
para que se cuele un pequeño ser del otro lado: un demonio-bebé con una mano de
piedra. Éste sería el origen de una organización secreta del gobierno de
Estados Unidos encargada de investigar y detener sucesos paranormales, con el
bautizado y ya crecido Hellboy como brazo ejecutor. Pero a menudo, las
travesuras de éste para escaparse y ver a su amor, la pirotécnica Liz Sherman,
sacan de quicio al FBI, por lo que decidirán buscar a un joven agente que haga
las veces de “niñera”.
Crítica: “Tu dios
opta por el silencio… el mío vive dentro de mí”. Oscura, divertida y brillante,
Guillermo del Toro realizó una de las mejores adaptaciones de cómic de lo que
llevamos de género, consiguiendo algo que pocas veces se ha dado en éste: no
sólo fidelizar el original, sino superarlo. O, cuanto menos, rescatar sólo lo
mejor del homónimo en viñetas, pues Mignola pronto vio que lo que tenía entre
manos era su gallina de los huevos de oro y se dedicó a perpetuarlo repitiendo
la fórmula del “Chico Demonio vs Monstruo de H.P. Lovecraft”. Su gusto por el
detalle, mezclando lo barroco, lo “pulp” y el clasicismo estético en un entorno
fantástico hacen de sus universos, organismos complejos que pueden gustar (o
no) en mayor o menor medida, pero que sin duda dan fe de su implicación
personal y emocional con cada proyecto, siendo éste uno que llevaba gestando
desde hacía casi una década antes de que pudiera finalmente llevarlo a cabo
gracias al mencionado “boom” del cine en viñetas. Y es que, si bien en otras
ocasiones hemos aplaudido los intentos de algunos autores por
“desencasillarse”, también considero que hay un término medio entre lo de
“apoltronarse” y el “suicidio profesional” (se me viene a la mente “Big Eyes”
de Tim Burton, aunque no sea desde luego una cinta completamente prescindible).
“Hellboy” es, por el contrario, uno de esos proyectos que le vienen como anillo
al dedo a su realizador, y a día de hoy es imposible imaginar la adaptación del
personaje, pues inclusive otras obras del mexicano como “El laberinto del
fauno” parecen co-existir en el mismo imaginario, creando una mitología propia
y universal que queda sólo al alcance de muy pocos, como lo que Hitchcock
hiciese en su día con el suspense. Una película que hace bello lo grotesco y
que consigue emocionar a pesar del cariz surrealista de sus protagonistas, con
un Ron Perlman en estado de gracia estableciendo relaciones profundas y
creíbles con el resto del elenco, sin necesidad de largos diálogos y monólogos:
con el simple y simpático detalle de esconderse el puro al ver a su “padre”, o
que el prota tenga puesta de fondo el “Let´s stay together” de Al Green
mientras escribe una carta de amor. Y es que la grandeza del “Hellboy” de Del
Toro está en los pequeños detalles, como la divertida línea de díalogo donde se
da a entender que Hitler murió en 1958 (13 años después de lo que es comúnmente
creído) o lo absurdo de crear tensión intentando salvar una caja llena de
gatitos en medio de una holocáustica batalla. Hasta el cameo de Santiago Segura
como conductor del metro tiene su gracia y no “estorba”. Porque cuando las
cosas se hacen con amor y respeto, el resultado final funciona como un
mecanismo de reloj suizo. Reloj que, por cierto, bien puede ocupar el lugar de
un corazón en la bizarra mente de su realizador.
Resumiendo: puede
que no sea ese personaje que todos soñábamos por ver en pantalla grande e
incluso puede suscitar cierto rechazo por el simple hecho de suponer un
exponente más del quemado género del cómic llevado al cine, pero desde su
oscuro y esclarecedor prólogo en plena II Guerra Mundial, pasando por sus
divertidos títulos de crédito y el magnífico clímax final, “Hellboy” demuestra
precisamente que no ers “una más”.
Memorable: los
personajes del anfibio enciclopédico Abe Sapien y el silencioso asesino nazi
Karl Ruprechf Kroenen, secundarios de lujo que quitan peso sobre los hombros
del protagonista.
Mejorable: a
pesar de su entretenida puesta en escena, sí que es cierto que por momentos el
ritmo decae dándote la impresión de que el metraje avanza sin que ocurra nada
relevante en pantalla. “Qué cagarro”, en palabras del propio “Hellboy”.
Parafraseando:
con la dulce y épica al mismo tiempo, banda sonora de Marco Beltrami, antes del
beso final, el bueno de “HB” suelta su último chascarrillo lapidario: “En la oscuridad… he oído tu voz… ¿Qué has
dicho?” “He dicho: “Oye tú, el del otro lado… suéltala. Porque entraré ahí a
buscarla… y te arrepentirás””.
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