Sí, amigos, más de 25 años desde que este arcade apareció en
los salones recreativos, así que si conoces el juego debes estar ya en la
treintena. ¡No somos nadie! Este beat em up de factura más clásica imposible fue
el título número setenta producido por Capcom, y posteriormente se exportó a
otras plataformas. El personaje principal, Capitán Comando, era un portavoz
ficticio que la compañía usaba para dirigirse a los jugadores en las cajas y
publicidades de sus primeros juegos. En muchos sentidos, tiene lazos de unión
con “Final Fight”, pues la aventura se desarrolla en una futurista Metro City,
escenario de aquel.
Aparte del Capitán,
otros tres personajes podían ser usados: Mack the knife (en clara referencia a
la canción de Frank Sinatra, un tipo larguirucho y con pinta de momia que lleva
dos cuchillos en las manos); Ginzu el ninja (sobra toda explicación al
respecto) y Baby Head (el que más gustaba a la mayoría, un bebé subido en un
robot, aunque también era el peor para jugar en velocidad y fuerza). Como decía
al principio, el juego es un beat em up con scroll horizontal, dando de hostias
a todo lo que se moviese, recoger comida que aumentaba la barra de vida, hacer
lo propio con algunas armas (pistolas láser, metralletas, lanza-granadas) y
enfrentarte a los típicos jefes finales. La particularidad en este caso es que
podías subirte en ocasiones a una especie de exo-esqueleto (como el de
Sigourney Weaver en “Aliens.El regreso”) que aumentaba tu capacidad para dar de
leches.
Aparte de su animación típica de Capcom (en cuanto a
caracterización y colores, del estilo “Cadillacs & Dinosaurs”) el juego se
hizo muy popular porque era bastante sencillo (cosa que en un videojuego de
consola te echa para atrás, pero cuando te cuesta 25 pesetas la partida se
agradece). Los momentos más difíciles de superar eran cuando se juntaban muchos
enemigos en la misma pantalla, pero lo cierto es que la mayoría de ellos se
quedaba esperando a que le pegases. No hacían nada. Lo cual incluye a los jefes
de final de fase, para los que ni siquiera había trucos que usar. Con “salto y
patada” (cambiando la patada por “lanzallamas” en caso del Captain Commando) te
podías pasar todos los niveles sin muchos “insert coin”.
Además, la falta de
coherencia narrativa daba lugar a enemigos de todo tipo, desde ninjas hasta
trogloditas, pasando por aberraciones mutadas, tipas con mucha electricidad y
malas pulgas, lanzadores de fuego, gigantonas… Vamos, de todo. En resumen: uno
de esos juegos que toda una generación recuerda con nostalgia, y a los que
todavía se les puede sacar alguna partida entretenida para pasar el rato. Ah,
ya me siento como esos abuelitos que cogen el yo-yo o los viejos trenes de
madera y se ponen a pensar en cómo han cambiado los tiempos. ¡Y tú tienes la
culpa, Capitán Comando!
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