Año: 2016. Título original: The Jungle Book. Productora: Walt Disney Pictures. Director:
Jon Fabreau (“Iron Man”). Basada en: la novela de Rudyard Kipling y la
película de animación homónima de 1967. Intérpretes (voces en la V.O.): Bill
Murray (“Los Cazafantasmas”), Ben Kingsley (“El juego de Ender”), Idris Elba (“Pacific
Rim”), Lupita Nyong´o (“12 años de esclavitud”), Scarlett Johansson (la Viuda
Negra de “Los Vengadores”), Christopher Walken (“Atrápame si puedes”),
Giancarlo Esposito (“Haz lo que debas”), Sam Raimi (director de películas como “Evil
Dead” o “Spider-Man”), y el joven debutante Neel Sethi. Presupuesto: 175
millones de dólares. Recaudación: 966 millones en todo el mundo. Premios: ganó el Oscar a los Mejores Efectos
Visuales.
Secuela: desde
los primeros compases de su estreno, Walt Disney ya confirmó una secuela de
esta cinta, en principio para 2018, con Jon Fabreau y Justin Marks repitiendo
como realizador y guionista, respectivamente, amén de su elenco vocal. Sin embargo,
habrá que ver cómo afecta al desarrollo de esta continuación la confirmación de
que Fabreau será el encargado de poner en acción real el famoso “El Rey León”,
utilizando la misma técnica empleada aquí. Recordemos por último que la versión
animada de “The Jungle Book” ya tuvo una secuela en 2003, lanzada directamente
al mercado doméstico de DVD.
Sinopsis: Mowgli
es un niño humano que se ha criado entre los lobos, como si fuese uno de ellos.
Pero su vida corre peligro cuando el tigre Shere Khan clama venganza por las
cicatrices que el padre del niño le hizo en el pasado, lo que lleva a la
pantera Bagheera a determinar que lo mejor que puede hacer es conducir al
pequeño hasta la aldea de los humanos. Por el camino, ambos se perderán el uno
del otro y así Mowgli conocerá al oso Baloo, quien le rescata de las hipnóticas
artes de la serpiente Kaa. Junto a Baloo, el niño descubrirá que puede seguir
viviendo en la selva, tomando lo que necesite nada más, porque el resto… la
naturaleza te lo da.
Crítica: puede
que seas un anti-sistema y un anti-capitalista de cojones, pero incluso tú
tendrás que reconocer que la jugada le ha salido redonda a la Disney. Toda vez
que sus clásicos más emblemáticos parecían estar un tanto desfasados, aunque
sólo fuera por su animación en 2D, la factoría optó por darles una pátina de
modernidad y obrar el milagro de transformarlos en cintas de carne y hueso en
lugar de animación; aunque, mejor sería decir que la magia ha sido amalgamar lo
uno y lo otro, utilizando las nuevas tecnologías para recrear y hacer creíbles
entornos que antaño sólo la fantasía era capaz de fabular en nuestras mentes. Así
las cosas, queda claro que este “Libro…” es más un remake de la adaptación
previa de la factoría del ratón Mickey que un acercamiento nuevo y más apegado
a la obra original de Kipling (el actor Andy Serkis anda metido en debutar como
director con una adaptación más fiel), si bien es cierto que hay algunos
matices que intentan dar un tono más maduro, filosófico e incluso oscuro
(aterrador la corte del Rey Louie y la persecución por el templo en ruinas) al
resultado final, aunque en ningún momento pierdes la noción de estar asistiendo
a una maquinaria perfecta de hacer dinero, ejecutada con la solvencia y
maestría de quien lleva toda una vida viviendo de eso mismo. Mención especial,
por cierto, al impresionante elenco de actores en la versión original, cuya
presencia en cualquier otra producción más convencional justificarían por sí
sola la compra de la entrada, y que aquí se amoldan al proyecto conscientes
cada uno de lo que se espera de ellos: la sabiduría de Kingsley, el “buenrollismo”
de Murray, la fiereza racial de Elba… y la Johansson susurrándote que si
quieres quedarte con ella. ¿Y quién no?
Concluyendo: no
soy de esas personas a quien le duelan prendas reconocer lo que está bien
hecho. Éste “Jungle Book” fascinará tanto a grandes como a pequeños, y
difícilmente decepcionará a alguien. Cierto es que puede levantar suspicacias
esta “moda” de revisionismo de los clásicos animados con los que todos
crecimos, pero en defensa de Disney hay que decir que, hasta la fecha, cada una
de estas producciones se ha hecho con el respeto y la espectacularidad que su
amplio patrimonio puede pagar, conscientes asimismo del legado que manejan. Sí,
puedes seguir pataleando por ceñirse a las adaptaciones que en su día hizo el
tito Walt, que en ocasiones distaban mucho de ser fieles a sus autores
originales, pero… ¿no son ya estas versiones el vademécum de nuestro imaginario
colectivo? Lo máximo que se les puede pedir a sus responsables es que ejerzan
de alquimistas en este tipo de producciones, fabricadas con el material con el
que están tejidos los sueños. Y si ese material es de un color dorado que
equivale a muchos millones… pues sea.
Memorable: el
equilibrio entre todos los elementos, que te van llevando de la mano por todo
el metraje hasta la aparición de los títulos de crédito finales sin darte
cuenta. Con el broche en las pinceladas de humor blanco y sencillo,
ejemplificado en ese cerdo enano y el armadillo al que prestan sus voces el
propio director de la cinta, Jon Fabreau, y su colega de profesión Sam Raimi,
compinches del oso Baloo en su búsqueda interminable de miel para hacer acopio
de fuerzas antes de verse obligado a hibernar. Pero… ¡un momento! ¡Los osos no
hibernan en la selva! Descacharrante.
Mejorable: cuando
uno piensa en “El libro de la selva”, automáticamente nos viene a la mente un
par de tonadillas que nos invitan a silbar y tararear. La que canta Baloo y que
habla sobre las maravillas de la naturaleza está bien insertada dentro de la
historia, pero no pasa lo mismo con ese “Quiero ser como tú” que se antoja como
forzado y completamente desvirtuado del original.
Parafraseando:
cuando llegan a los lindes de la aldea, el niño le explica a Baloo que debe ir
con los hombres porque sus métodos no son propios de un animal… pero se olvida
de lo que un oso es capaz de hacer por su miel: “¿Qué mas da el estilo de los
lobos? Es el estilo de Mowgli. El estilo de Baloo. Nuestro estilo. Nuestra forma
de hacer las cosas. Ni me imagino la de cosas que podrías hacer si te ayudase
alguien como yo. Dices que quieres ir a la aldea de los hombres. Yo digo… que
puedes ser un hombre aquí. Se me ocurre una cosa: ahora que ya sabes dónde está
la aldea de los hombres, puedes ir cuando quieras. Pero te agradecería
personalmente, como un favor a mí, personalmente, que trabajáramos juntos. Los dos
solos. Con nuestros trucos. Y creo que sería interesante comprobar cuánta miel
somos capaces de almacenar antes del invierno. Haré todo lo posible para que
seas capaz de desarrollar tus trucos. Y si resulta que no te diviertes, yo
mismo te traeré a la aldea de los hombres… personalmente. ¿Trato hecho?”
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